¿SE VA O SE QUEDA EL GOBERNADOR?
RAZÓN DE ESTADO…
Luis R. Aveleyra
“…las clases reaccionarias en todas las épocas históricas, cuando el antagonismo entre explotadores y explotados llega a su máxima tensión, presagiando el advenimiento de un nuevo régimen social, han acudido a las peores armas de la represión y la calumnia contra sus adversarios…”
Fidel Castro Ruz
Sin duda, la del martes y sus secuelas ayer no fueron manifestaciones menores, ni catalogarse como una más de las que en forma endémica se viven en la ciudad de Cuernavaca. Fueron expresiones de impotencia y cansancio ante un gobierno que ante el pueblo ha dejado de serlo.
Es muy probable que la idea de crear una auditoría especial sobre la UAEM no hubiese sido mala ni tampoco lesiva de la autonomía que, finalmente no es extraterritorialidad. El problema fue la forma y los mecanismos para hacerlo que victimizaron al Rector y a la comunidad universitaria lesionando sus argumentos. Es cierto también que las finanzas públicas no soportan más presión por el pasivo laboral a cargo de los gobiernos estatal y municipales, pero otra vez, fue la forma de mal querer hacerlo. Además es cierto que algunos problemas son heredados, que se ha abusado del endeudamiento público en un estado paupérrimo fiscalmente hablando y que se quiere gastar dinero en tumbas faraónicas como el Morebus. El gobernador Graco Ramírez Garrido Abreu es un hábil operador para sus intereses —lo repetimos— pero rodeado de tanto inútil en su gobierno que tiene la virtud de convertir cada problema en crisis.
Lo que no se dieron cuenta es que con su carencia de imaginación, pero sobre todo de sensibilidad, las actitudes, los hechos, hicieron que si alguna autoridad moral quedaba al mandatario, simplemente la ha perdido. Cuautla, Jojutla y la capital fueron objeto de sendas movilizaciones en las que el repudio hacia el gobernante fue patente, no fue un grupo, no fue un sector de la población, fue un conglomerado popular el que se manifestó.
Pareciera que muchos son los agravios, más los ofendidos. Un gobernador con aspiraciones presidenciales que piensa ser el gozne de unidad, no puede conciliar los intereses del estado que lo adoptó como mandatario.
Si fuera capaz de ejercitar la autocrítica y, en consecuencia, modificar y encauzar su actitud, sus intenciones y decisiones en beneficio del estado de Morelos, evitaría la inconformidad social que, de suyo, es la protesta muy amplia que luego se expresa de muchas maneras, además de la toma de las calles.
Olvidó aquel discurso de cuando candidato, sus conceptos, sus promesas del inicio de su gobierno. Graco Ramírez sufrió una transformación del hombre sencillo, jovial que llamaba y convencía. Ahora es todo suficiencia y soberbia, el mismo pecado que perdió a Satanás. Hoy se ve contrario a la prudencia, incurre en error tras error, la arrogancia lo acaba y busca hacer negocio con proveedores y contratistas. Eso sí, visita otras entidades federativas y foros, critica dándose baños de pureza, señala y acusa como fiscal implacable a otros gobernadores a los que exhibe, pensando que con ello logrará una alianza para llegar a la Presidencia de México.
En Cuernavaca la gente que se congregó para protestar lo hizo con toda civilidad, sin caer en provocaciones, actos de vandalismo o violencia. Lo hizo sabedora que sus derechos han sido conculcados por un Congreso que da pena por la calidad de sus integrantes y su falta de moralidad ante el pueblo de Morelos.
Los transportistas no cobraron el pasaje a quienes hicieron uso de ese servicio público: una respuesta de mayor solidaridad que la tronante amenaza de un mínimo e incapaz Secretario de Gobierno, que hace todo, menos gobernar y mejor respuesta que la del invisible titular de la pomposa y también inútil la Secretaría de Movilidad y Transporte.
Vimos agentes de tránsito que con todo comedimiento ayudaron a la ciudadanía a cruzar calles y avenidas, también vimos el hartazgo de un pueblo y el desprecio por sus autoridades.
El cuestionamiento ahora es ¿qué sigue?, el Gobernador no va a renunciar por un plantón más, se siente apoyado, se siente protegido, puede, si quiere usar la represión, pero sabe que eso sería como encender la mecha en un campo minado. Puede intentar el diálogo pero carece de interlocutores válidos, serios que inspiren confianza. Será inusitado, pero también podría tomar los bártulos del Estado, distender, solucionar conflictos, retirar las propuestas que han irritado a la gente y a tantos sectores, aunque esto último es como una taza que se rompe: puede pegarse pero ya no es igual.
Los grupos apuestan a que el Gobernador se vaya. A los ya varios dolores de cabeza, otra preocupación más para el Presidente Peña Nieto y para el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong.
La pregunta hacia ellos es: ¿la salida de Graco Ramírez Garrido Abreu o su permanencia como gobernador de Morelos se vuelven razón de Estado?, en un país que amenaza a todas luces convulsión y hartazgo ¿el gobierno federal intervendrá, o como con el caso Ayotzinapa, esperará a que las cosas se tornen ingobernables?
“La razón de Estado exige que el político […] se domine a sí mismo, que reprima sus afectos y repugnancias para entregarse plenamente al cometido del bien del Estado…
[…]
“El político debe descubrir fría y racionalmente los intereses objetivos del Estado, tratando de liberarlos de todo ingrediente emocional, pues el odio y la venganza son malos consejeros en la política…”
Otto von Bismarck