La eficaz prestación de los servicios de salud a la población es una deuda del Estado mexicano. El déficit es de fondo y no es aceptable la idea de que la atención de calidad esté fuera del alcance de la mayoría de los mexicanos que no cuenten con los recursos económicos para pagarla.
El sistema nacional de salud pública y seguridad social demanda un replanteamiento, pero también voluntad de parte de quienes tienen en su poder la toma de decisiones en políticas públicas y de quienes crean y ajustan nuestras leyes.
Sin embargo, el pasivo está enraizado y desde hace décadas ha crecido hasta llegar a proporciones incalculables.
El crecimiento de la incidencia de enfermedades crónico-degenerativas en la población nacional abona al debate, y hace impostergable una reforma de vanguardia del sistema de salud, provista de su necesaria pertinencia con el escenario socio-económico del país y sus retos.