Los efectos de la movilización
Las movilizaciones con que inició esta semana y que se han prolongado en un clima enrarecido por las declaraciones, los rumores, los desaciertos, representan un capítulo más en un escenario de descomposición política que no parece cercano a solucionarse. Poco a contribuido a ello la soberbia con que los gobiernos han enfrentado los problemas que el fracaso en las políticas públicas de seguridad, procuración de justicia, desarrollo económico, justicia social, desarrollo humano, entre otras, han generado a través del tiempo y que se han exacerbado durante el gobierno de Graco Ramírez Garrido. La salida del gobernador, exigencia común de miles de manifestantes el pasado martes, difícilmente sería la solución automática a los problemas que la crisis política en Morelos ha generado, pero representa una posibilidad de oxigenación para un conflicto que presenta escasos escenarios de solución con los actores presentes. El problema es que el retiro del gobernador representaría una derrota para los mecanismos del Estado, un fenómeno que difícilmente se permitiría en las condiciones actuales desde la federación.
En ese sentido, Graco Ramírez y los miembros de su gabinete parecen tranquilos, no hay señales aún de que hayan perdido la simpatía que gozan en oficinas del gobierno federal y ello les hace sentir seguros, pero los ataques directos a su imagen, en gran medida propiciados por la propia soberbia del gobernante, y en otra por la actividad camorrera de sus corifeos, han generado un escenario que los hace caer en terribles tentaciones autoritarias, lo que fortalece a sus opositores.
La forma en que el gobierno del estado ha enfrentado los conflictos que dejó crecer durante toda su gestión, los pendientes que fue acumulando por la desatención y los intentos por deslegitimar voces disidentes a su administración, ha evidenciado una absoluta falta de pericia, una total indolencia, de parte de los funcionarios del gobierno de Graco.
El gobierno del estado ha optado por enfrentarse en vez de conciliar, y ello hace que se mantengan pendientes con maestros jubilados, organizaciones gremiales y de la sociedad civil, y con la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Lejos de resolverlos, la estrategia del gobierno estatal ha sido personalizar los conflictos y así ha emprendido el uso de todos los recursos del estado en contra de líderes gremiales y del rector de la UAEM, Alejandro Vera Jiménez, quien, más allá de las simpatías particulares que cada uno pudiera tener, es el representante de una comunidad extensa que se muestra bastante cohesionada en torno a una serie de afrentas de las que se identifica como autor al gobierno de Graco Ramírez.
Falla el gobierno al personalizar los conflictos, permite que se perciba el enojo, la desesperación, y la soberbia de los gobernantes como actos de profunda injusticia contra ciudadanos diversos. Tampoco acierta al descalificar a aquellos con los que, a querer o no, deberá sentarse a dialogar en breve si desea resolver el desgaste por el que atraviesa y que comienza a pasarle factura también a quienes se declararon sus aliados en algún momento de la administración.
Porque tendría que pensarse en el cálculo político que hicieron personajes como Francisco Moreno Merino, Jaime Álvarez Cisneros, y otros que aspiraran a ser votados en el 2018, para aliarse con Graco Ramírez como un asunto coyuntural y sujeto a que redituara dividendos más o menos jugosos. El escenario hoy ha cambiado y sería normal considerar que las alianzas tejidas con el gobernador se redefinieran en el trazo de escenarios para el futuro electoral de políticos que poco respaldo tienen de la población. Tienen aún que resolverse las cuestiones elementales de quiénes se irán primero y cómo harán para legitimar su distancia. Por lo pronto, no parece que ninguno se los diputados que han respaldado abiertamente al gobernador tenga una salida preparada, lo que evidencia solamente que no pensaron en que la inconformidad social creciera tanto en tan poco tiempo. Poco les ayuda a marcar distancia el hecho de que se han convertido, muchos de ellos, en voceros golpeadores del gobernador. En esto uno no deja de preguntarse si el tiempo que han usado para golpear a los adversarios del gobernador lo hubieran ocupado para socializar comunicar adecuadamente cada una de las polémicas leyes y reglamentos que han aprobado, probablemente la población no estaría tan molesta.
Por lo pronto, Graco compró otra semana de tiempo, la esperanza de que la entrada a clases y la normalización de actividades durante los primeros días de septiembre diluya el activismo social en su contra, parece lo único que queda al gobernador que no da muestras de pensar en cambios de estrategia, ni de personal, aunque es evidente que ambos urgen...
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