Miguel Barbosa hablaba con franqueza y si no era posible, prefería callar. El gobernador de Puebla era directo y polémico para describir a sus oponentes políticos, relatar sus preferencias en la cocina poblana o para contar su estado de salud. Barbosa falleció este martes a los 63 años en un hospital de Ciudad de México al que fue ingresado por complicaciones médicas, que no han sido detalladas por su equipo. “Ser gobernador es un infiernito”, reconoció en agosto de 2021 en una entrevista con la periodista Adela Micha. El político morenista no disfrazaba que el camino para llegar a gobernar el céntrico Estado había sido difícil y, hasta cierto punto, tortuoso.
Barbosa llegó a la gubernatura en unas elecciones extraordinarias en 2019 después de la muerte, en un accidente aéreo, de la panista Martha Erika Alonso. Para abrir las puertas de Casa Aguayo —la sede del Gobierno en Puebla— el político se enfrentó en unas acaloradas elecciones en 2018 contra Alonso, esposa a su vez del también exgobernador Rafael Moreno Valle. Barbosa perdió por la mínima y los ajustados resultados desataron las acusaciones cruzadas de fraude. Tras unos días en el Gobierno, Alonso falleció en el misterioso incidente, que fue atribuido a una falta de pericia del piloto, y Barbosa labró su segundo intento en las urnas para sucederle. “No voy a hablar de las virtudes, ni de los defectos de una persona fallecida y menos de alguien con quien tuve una rivalidad pública tan fuerte”, comentó a este diario tras la muerte de Alonso. Luego se refirió al accidente como un “castigo de Dios” para la pareja por supuestamente haber amañado la elección.
Su carácter se labró, principalmente, en la política nacional. Este abogado egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México comenzó su carrera en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), se unió en la década de los noventa a la izquierda mexicana agrupada en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y rápidamente se posicionó en su liderazgo en Puebla. Barbosa nació en 1959 en Zinacatepec, al sur del Estado, y pasó buena parte de su vida en Tehuacán. Sin embargo, su destino político se ligó en los comienzos a la vida interna de su partido para después dar el salto a la escena nacional: primero como diputado y luego como senador.
En las filas del PRD formó parte de la corriente denominada Nueva Izquierda, liderada por Jesús Ortega y Jesús Zambrano, conocidos como Los Chuchos. Esa alianza le fraguó un sólido camino en el Poder Legislativo, pero también le ocasionó desencuentros con Andrés Manuel López Obrador, cuando también militaba en ese partido. En 2017, Barbosa dio un paso en falso al mostrar su apoyo en la carrera presidencial al entonces alcalde de Ciudad de México Miguel Ángel Mancera, para después rectificar, respaldar a López Obrador y unirse a las filas de Morena. La estrategia le restó apoyos, pero le llevó a contender por la gubernatura de Puebla. La relación entre ellos navegó en la incertidumbre en los últimos años. Hasta hace un par de semanas.
Las últimas imágenes de Barbosa que más se reprodujeron en la prensa y las redes sociales fueron por su participación en las marchas en apoyo a López Obrador y su denominada Cuarta Transformación. El gobernador apareció en una silla de ruedas empujado por su esposa, Rosario Orozco Caballero, alzando el puño en apoyo al presidente tanto en Ciudad de México como en Puebla. “Puebla es tierra obradorista”, gritaba. Limadas las asperezas, López Obrador se acercó a saludarlo en la protesta de la capital y paradójicamente fue quien confirmó públicamente su muerte en un tuit.
El estado de salud de Barbosa era una cuestión planteada frecuentemente por parte de reporteros y políticos. Diabético desde hace tres décadas, el gobernador aseguraba que se encontraba en forma y bajo los cuidados adecuados. En 2013, perdió una pierna tras una infección que se agravó por su condición crónica. “En una marcha contra la reforma energética me lastimé la planta de los pies y no me curé de manera adecuada. Cuando fui al médico, me dijo que estaba muy grave”, relató en una entrevista. Más tarde comenzó a perder la vista. En Puebla, se le veía llegar a actos públicos acompañado siempre de su pareja y con un grupo de asistentes que se aseguraban de que las discapacidades del gobernador no fuesen un problema. A Barbosa le sobreviven sus dos hijos: María del Rosario y Miguel.
Recientemente, en la política nacional se posicionó como un duro crítico de su partido: “A Morena le ha costado su consolidación para ser el partido en el poder. Si Morena se hubiera renovado en el 2018, después de las elecciones, hubiera sido otra cosa”, dijo el año pasado. Mientras que en Puebla se enemistó con varios políticos locales, incluso con los de Morena, y estableció un duro vínculo de enfrentamiento con quienes se le oponían o le cuestionaban. Estaban, entre ellos, sus frecuentes comentarios contra la prensa. “Todos los medios de comunicación jugaron un papel para fastidiarme en 2018”, señaló en una entrevista. “Aprende que cuando el gobernador ya habló, ningún otro puede hablar”, le dijo a una periodista que le cuestionó en una rueda de prensa.