Y es que si bien son mayoría los ciudadanos que reclaman que el Estado ejerza el monopolio de la violencia y la fuerza legítima —contra amenazas a la democracia, como la mafiosa CNTE—, también es cierto que una minoría está lista para acusar de "represor y asesino" al gobierno que ejerza el monopolio de la violencia y la fuerza.
¿Y por qué existen interesados en hacer ver como tibio y timorato al gobierno federal frente a la CNTE —por un lado—, y como criminal y represor —por el otro—, ante el combate al crimen?
La respuesta es evidente: por razones político-electorales; porque grupos como el de Morena, AMLO y Aristegui fincan su estrategia de poder a partir del desprestigio y demolición del gobierno en turno; primero los de Fox y Calderón y ahora el de Peña Nieto.
Pero hoy existe un nuevo invitado a la "piñata" contra las instituciones: el presidente de la CNDH, Luis Raúl González Pérez, quien igual que los vividores de los 43, convierte a las mafias criminales en indefensas víctimas de un "Estado represor y asesino" y, claro, exhibe como criminales a militares y policías.
De esa manera, la estratagema de Morena, AMLO, Aristegui y ahora de la CNDH, han metido a parte de la sociedad en la ridícula contradicción de que el de Peña Nieto es un gobierno cuya debilidad endémica lo incapacita para actuar contra la CNTE —por la tara del 68 y el 71—, y al mismo tiempo es un gobierno "represor y criminal" que se atreve a responder a los criminales —armados hasta los dientes— con el uso legítimo de la fuerza.
"¡Pinche gobierno débil que se dobla ante la CNTE!", gritan por un lado los que hoy reclaman sanciones a la coordinadora, luego que no reanudará clases.
"¡Pinche gobierno represor y asesino!", gritan otros, que culpan a Peña Nieto no solo del crimen de los 43, sino de la muerte de criminales abatidos en Tlatlaya, Tanhuato y hasta de la muerte de los perros empleados para hacer barbacoa.
Pero el que se voló la barda es el presidente de la CNDH, con una recomendaciones que más que defender los derechos humanos, asusta por el uso político y faccioso de los derechos humanos.
Y es que según Luis Raúl González, los policías federales que enfrentaron a criminales armados hasta los dientes en Tanhuato —y que recibieron a los policías con un uniformado muerto—, debieron combatir a los mafiosos con flores, besos, abrazos y expresiones propias de la república amorosa.
Según el jefe de la CNDH, los federales incurrieron en ejecuciones extrajudiciales —con todo lo que eso signifique—, como si en México existieran las ejecuciones judiciales.
Según el ombudsman nacional, los policías emplearon fuerza extrema contra indefensos criminales que solo portaban armas de mayor capacidad de fuego que las policiacas, como si fuera posible someter a los más sanguinarios matarifes con cañones de pintura.
Según la CNDH, para proteger los derechos humanos de los criminales, los policías debieron formar un cerco, todos de rodillas con los brazos en alto y la mirada al cielo, al tiempo que imploraban la rendición de los malos. "¡Hermanos criminales... por amor al cielo... quisieran rendir la plaza!".
Pero la más brillante idea de la CNDH es una iniciativa que podría llegar al Congreso y hasta resolvería el desempleo entre los pastores católicos
Reclutar como policías a egresados de los seminarios para que dotados de abundante agua bendita hagan frente a las bandas criminales. Dos pájaros de una pedrada: salvaguardar los derechos humanos de los criminales y salvar sus almas.
Al tiempo.