No cabe duda que estamos viviendo tiempos difíciles. Nos asola la amenaza de una Tercera Guerra Mundial; el cambio climático no es una fantasía es real y sus consecuencias pueden ser desastrosas para la humanidad; la crisis económica y de salud sacuden la tranquilidad de las familias y el Virus del Covid 19 que muta constantemente no da tregua agrediendo constantemente la vulnerabilidad de las personas, atacando a los más débiles y sembrando por todas partes el miedo y; no se diga, la crisis de las democracias que a algunos países golpea y se resquebraja, en otros amenaza con el acenso al poder de los grupos extremistas tanto de derecha como de izquierda disfrazados con discursos populistas llevando como sombra amenazante el resurgimiento del fascismo.
Pareciera que los políticos no están a la altura de las circunstancias y con su afán de acumular poder a cualquier precio hacen cosas hasta fuera de la normatividad, para seguir pegados a la ubre del sistema y están tomando decisiones que ahondan las crisis de gobernabilidad y lo único que hacen es aumentar la desigualdad social. Gobernar, pareciera, que se torna complejo y complicado, por todas partes surgen necesidades de la gente, muchas de ellas de imposible solución inmediata. La sociedad cada día se encuentra polarizada y dividida, pareciera que es obra del demonio.
En todas las épocas ha habido problemas: económicos, pandemias, guerras, dictaduras militares y civiles. En todas ellas se ha encontrado la fórmula para salir de ellas con liderazgos políticos, con acuerdos, con dialogo y unidad de los políticos y los ciudadanos. Vencer los problemas es posible.
El siglo XXI nos presenta nuevas amenazas, quizá la más significativa sea la incertidumbre y la velocidad con la que están sucediendo los acontecimientos de todo tipo: comunicacionales, científicos, tecnológicos, económicos y políticos, que nos paralizan y nos dejan sin tiempo para comprender lo que está sucediendo y la amenaza más terrible es que los gigantes de la tecnología con sus algoritmos matemáticos a través de las Redes Sociales no tan solo esclavizan nuestra atención sino que se apropian de nuestra intimidad y; lo peor, es que ni siquiera nos damos cuenta y estamos perdiendo el sentido de la realidad y con ello nuestra LIBERTAD. El demonio siempre va al día y pareciera que estamos condenados a los infiernos del dolor y sufrimiento.
Es momento de no olvidar que ante las peores adversidades la esperanza muere al último y con ella nuestra libertad de decidir y elegir. Es momento de mandar a dormir al demonio un poquito.