Tener un sistema de salud como el de Dinamarca consiste en que sea ciento por ciento público, con una organización y administración centralizada, un solo modelo de atención y con enfoque preventivo. Eso es lo que existe en aquel país nórdico y es la propuesta del Plan de Salud para personas sin seguridad social en México, a través de IMSS-Bienestar.
Se dice fácil, pero entraña una complejidad que sólo se comprende cuando se ve la realidad de carencias de los servicios médicos que han estado bajo la responsabilidad de los gobiernos de los estados y que durante casi dos décadas funcionaron bajo un esquema financiero que, en realidad, era la punta de lanza de la privatización del sistema sanitario, afirma Zoé Robledo Aburto.
Designado encargado de sentar las bases del nuevo esquema de salud en el país, el funcionario, también director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), explica que IMSS-Bienestar operará plenamente en por lo menos 20 estados de la República, donde se encuentra 80 por ciento de las personas sin acceso a la seguridad social, es decir, alrededor de 52 millones de individuos.
En entrevista, a poco más de un año de haber iniciado esta labor, Robledo tiene un panorama claro del reto que implica transformar la atención médica en comunidades y pueblos que tienen hospitales básicos comunitarios o integrales, pero cuando mucho dan consultas con médicos generales. Tienen quirófanos, pero no se realizaban cirugías. Es mejor que nada, pero no son de especialidad
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–¿Cuáles han sido los obstáculos para IMSS-Bienestar?
–El reto más grande es definir y comunicar qué es el Plan de Salud para el Bienestar y por qué decimos que vamos por una atención médica como la de Dinamarca. Se debe reconocer que bajo la responsabilidad de los gobiernos estatales, que han tenido un desarrollo institucional lento, en salud los resultados fueron muy malos.
“En 2004 se sumó el Seguro Popular, que tenía tres defectos: estaba centrado en el financiamiento, pero no tenía una rectoría; el dinero estaba vinculado al número de afiliados, por lo que no había incentivos para la prevención de enfermedades, y había una idea falsa de afiliación, limitada a una atención médica acotada.
En cambio, la propuesta de IMSS-Bienestar es de un organismo público, gratuito y con enfoque preventivo. Se hace cargo de la administración de las unidades médicas y de la nómina de personal. Así es en Dinamarca. Es la única manera de darle viabilidad, frenar el crecimiento de las enfermedades crónico degenerativas y ha sido el modelo del programa IMSS-Bienestar desde 1979.
–¿Cuántos estados se sumarán a este esquema?
–Al primer trimestre de 2023 serán 17 y seguirán Chiapas, Tabasco, Baja California y Ciudad de México. Hay pláticas con Puebla y Aguascalientes; están pendientes para después de las elecciones estado de México y Coahuila. Todavía no resuelven Durango, Yucatán, Chihuahua, Nuevo León y Querétaro, mientras los gobernadores de Jalisco y Guanajuato han descartado, definitivamente, sumarse a IMSS-Bienestar.
Robledo destaca que luego de identificar las obras de infraestructura faltantes, los equipos a sustituir o reparar, lo más importante es contar con el personal que se necesita en todos los turnos, con base en el Modelo de Atención de Salud para el Bienestar (Mas Bienestar) que se enfoca en la atención primaria, preventiva y con participación de la comunidad. Con la entrada en operación del Organismo Público Desconcentrado IMSS-Bienestar, inició el proceso para la transferencia de los trabajadores que antes dependían de los gobiernos estatales. Pasan al apartado B de la Ley Federal del Trabajo.
Los trabajadores del anterior programa IMSS-Bienestar se mantienen sin cambios, pero todos forman parte del nuevo modelo. Por eso la cobertura ya pasó de 80 a 330 hospitales y de 11 millones a 22 millones de personas atendidas.
–¿Qué ha sido lo más difícil en el terreno?
–La contratación de médicos especialistas, porque hay cerca de mil hospitales generales, básicos comunitarios e integrales. Estos dos últimos representan 60 por ciento del total, se crearon con el Seguro Popular, pero son operados por médicos generales, tienen quirófanos, pero no hay cirujanos ni las otras especialidades básicas: gineco-obstetricia, medicina interna, anestesiología y pediatría.
“Ahora se modificó la normativa para que médicos residentes hagan rotaciones en esas unidades que tienen menos de 20 camas. Antes sólo se podían ir a nosocomios con más de 40 camas.
“Al momento que las unidades de primer contacto no son resolutivas, no atienden partos o no realizan operaciones comunes, como quitar una apéndice, se limitan a preparar a los enfermos para su traslado al hospital general en la ciudad más próxima, lo cual contribuye a su saturación.
“Ahí está la evidencia de que los resultados del Seguro Popular son un desastre. Con IMSS-Bienestar, en abril de 2022 llegaron a los hospitales de Nayarit 125 médicos residentes para hacer su rotación en esas unidades hospitalarias pequeñas y los médicos cubanos han ayudado.
Esto es lo más complejo. Lo demás se resuelve con el tiempo porque son las inversiones en infraestructura, la instalación de los sistemas de administración de insumos, medicamentos y material de curación, la sustitución de equipos. Es un asunto de buena planeación.
–¿Habrá servicios médicos de alta especialidad?
–Debido a la precariedad en que encontramos los centros de salud y hospitales generales, donde se debe resolver la mayoría de los problemas de salud, ahí nos estamos enfocando. Para el tercer nivel, dependemos de la capacidad instalada en cada entidad. En algunas no hay esos servicios y se ha resuelto con referencias a otros estados, como Jalisco, Nuevo León y Ciudad de México. Así seguiremos, pero con buenos mecanismos de atención.
–Existe la percepción de que cuando había Seguro Popular se tenía la cobertura de enfermedades de alto costo, pero se perdió.
–Es parte de los mitos, porque en la lista de enfermedades que pagaba el Seguro Popular estaba el infarto al corazón, pero al no haber una rectoría, ni un sistema de atención homologado, los pacientes se morían en el camino. No obtenían la atención médica porque no la había o en el hospital se carecía de los especialistas y equipos necesarios.
“En los estados donde ya funciona IMSS-Bienestar incluimos la cobertura de cáncer de mama, enfermedad renal crónica y cardiopatías. En la primera el objetivo es lograr la eficiencia en los tiempos desde la sospecha, el diagnóstico y el inicio del tratamiento.
Con la enfermedad renal, buscamos tener capacidad de respuesta en hospitales generales.
–Antes nos decían que si se pagaban las diálisis y hemodiálisis, el sistema de salud quebraría…
–Debemos atender esto desde su origen, con acciones para que las personas mejoren sus hábitos alimenticios, ejercicio físico, el control de la obesidad, diabetes y la hipertensión, que son los principales factores de riesgo de la falla renal. Y para los que ya están enfermos, existen modelos de atención en el país con buenos resultados.
También debemos fomentar la cultura de donación de órganos para hacer más trasplantes renales.
–¿Cómo se garantiza la atención de la enfermedad renal?
–Los estados que ya están en IMSS-Bienestar reciben los recursos para tener salas de hemodiálisis. El obstáculo era que la norma anterior, dictada por la industria para obligar a la subrogación, decía que en cada sala debería haber un nefrólogo, lo que es muy difícil. Ese ordenamiento se modificó para que el especialista dé seguimiento, pero no tiene que estar todo el tiempo en la unidad. El trabajo lo realizan médicos internistas, generales y enfermeras especialistas. Así tenemos más capacidad de atención.
–¿Sobre las cardiopatías?
–Es la principal causa de muerte en México. Con IMSS-Bienestar llevamos el programa Código Infarto. En los hospitales básicos y rurales se cuenta con los medicamentos, el equipo y personal capacitado para dar a los pacientes las medicinas que desbloquean las arterias. Eso da tiempo para su traslado a hospitales más grandes que cuentan con áreas de hemodinamia. Entre 60 y 70 por ciento de los afectados son candidatos a recibir este manejo y salvar su vida. Eso no existía por más que digan que el Seguro Popular lo cubría. La gente se moría en el camino.
En otros casos, los estados han contratado clínicas privadas que pagan con las transferencias de la Federación. El Seguro Popular tenía toda la facha de ser la punta de lanza de la privatización de los servicios de salud.