La calumnia contra la presidenta del Poder Judicial federal, Norma Lucía Piña Hernández, en el sentido de que no respetó "el protocolo" al aplaudirle al presidente López Obrador, no tiene asidero ético ni lógico.
Cualquiera fuese la causa por la que no se levantara de su asiento y aunque el presidente López Obrador aventure que tal vez "estaba cansada" o, más probable, que “no quiso pararse” (ponerse de pie sería lo correcto), la señora acababa de ser agraviada por el mandatario, primero con un desdeñoso saludo a ella y a Santiago Creel, y después por haberla cambiado de lugar enviándola al extremo del presídium junto con el presidente de la Mesa Directiva diputadil.
El protocolo sin duda fue alterado, pero por la Ayudantía presidencial, no por iniciativa propia sino acatando instrucciones para cambiar de lugar las tarjetas con los nombres de quienes flanquearían al jefe de Estado en el 106 cumpleaños de la Constitución, reasignando también los asientos de los secretarios de Defensa y Marina para levantar un muro militar entre AMLO y los demás.
Desde siempre y hasta este domingo, lo habitual fue que los titulares de los poderes Judicial y Legislativo flanquearan al Presidente.
A sabiendas de que le será imposible probar que quienes le aplaudan a su jefe deban ponerse de pie, el vocero Jesús Ramírez tuiteó:
“En el acto del 106 aniversario de la Constitución mexicana fuimos testigos de la vitalidad de nuestras instituciones con un debate de ideas entre los representantes de los tres Poderes de la Unión. Resulta desafortunado que no todos respetaron el protocolo de la ceremonia”.
La deliberada descortesía presidencial no fue a Piña y Creel, sino a sus investiduras como representantes del Poder Judicial y la Cámara de Diputados.
Sobre la ministra, López Obrador dijo ayer:
“Me dio mucho gusto porque se notó. Yo creo que porque estaba cansada o no quiso pararse la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia, pero me dio mucho gusto, me dio muchísimo gusto, porque eso no se veía antes. Los ministros de la Corte eran empleados del presidente (…). ¿Cuándo se había visto que se quedara sentado el presidente de la Corte en un acto así? (…). Ya no es el presidente el que da órdenes a ministros (…). Sería muy fácil nombrar al presidente o la presidenta de la Corte desde Palacio Nacional, como se hacía antes…”.
Al parecer no reparó en que también pasó a cepillarse al ministro Arturo Zaldívar, a quien promovió de manera insistente para que permaneciera dos años más de lo que permite la ley en la titularidad del Poder Judicial y que siempre le aplaudió puesto de pie.
Sobre Santiago Creel, al que suele referirse de manera despreciativa o burlona, comentó así su demanda de diálogo:
“A veces, cuando dicen ‘queremos diálogo’, nosotros decimos: No. No es que no respetemos y que en la democracia debe haber pluralidad (sino) es que el diálogo que ellos quieren busca prebendas, es regresar a los moches”.
Lo paradójico es que invoca respeto…
Carlos Marín