Quienes intentan justificar la máxima distinción de México al dictador Miguel Díaz-Canel arguyen que la misma condecoración le fue otorgada por Peña Nieto al yerno del abominable Donald Trump.
Ignoran diferencias esenciales entre ambos respecto a México:
Jared Kushner fue decisivo para que prosperaran las negociaciones del tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, tanto que convenció a su suegro (principal opositor al mismo y desatado impulsor del antimexicanismo) de que lo aceptara.
Díaz-Canel, en cambio, solo ha hecho un sucio negocio con nuestro país: autorizar que médicos cubanos trabajen aquí retribuyéndoles la quinta o sexta parte de lo que su gobierno cobra en dólares (modelo norcoreano de comercio esclavo).
Justa es la condena de académicos y políticos de respetable congruencia ideológica:
“Quienes simpatizamos con la izquierda democrática, liberal e institucional nos sentimos tan desconcertados como apesadumbrados por la decisión de condecorar al dictador Miguel Díaz-Canel con la Orden Mexicana del Águila Azteca”, señalan, deplorando que “el Presidente de México haga oídos sordos a la represión que soportan cotidianamente los ciudadanos de Cuba, e incluso cuelgue en el pecho del dictador cubano la más alta distinción que puede recibir un extranjero de parte de nuestro país”.
Hacen ver que “no existen las ‘dictaduras aceptables de izquierdas’ y ‘dictaduras aborrecibles de derechas’; una dictadura es eso, un régimen en donde las personas no tienen libertades civiles y políticas elementales para poder decidir el rumbo de sus vidas”.
De los que suscriben la declaración, el presidente López Obrador dice que son “de seudoizquierda. Son más conservadores que Claudio X. González. Claudio es progresista en comparación con ellos”.
No parece importarle que poco más de mil personas estén privadas de su libertad en Cuba por oponerse a la dictadura de Díaz-Canel.
“Muchas de ellas jóvenes y menores de edad que salieron a las calles el 11 de julio de 2021 para exigir mayor apertura política en el país”, recuerdan los firmantes, quienes retoman el reporte de Prisoners Defenders: en al menos 100 presos políticos se han “constatado hasta 15 tipos distintos de tortura, incluyendo violencia física, incomunicación e intimidación psicológica”.
Promotor de la unidad de una disímbola izquierda latinoamericana, ¿qué hará con el izquierdista pero liberal mandatario de Chile Gabriel Boric Font, quien sostiene que “en Cuba hay presos políticos por pensar distinto y eso es inaceptable”?
¿O qué con el brasileño Lula da Silva que juzgó constitucional el proceso inmediato posterior al autogolpe del inútil Pedro Castillo de las autoridades peruanas?
Pero de dictadores “hermanos” ante cuyos crímenes México guarda silencio, ¿con cuál de todos los reconocimientos previstos va a ser honrado Daniel Ortega, quien quitó la nacionalidad y expulsó de Nicaragua a 222 opositores y acaba de imponer 26 años de prisión al obispo de Matehuala por denunciar su tiranía…?