La construcción del Tren Maya, considerado uno de los proyectos prioritarios para este sexenio, puso al descubierto la riqueza arqueológica de la región.
Con un presupuesto de 2 mil 184 millones 360 mil pesos asignados al Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza) para habilitar museos y sitios arqueológicos; y otros 248 millones de pesos para salvamento arqueológico (cifra reportada en conferencia mañanera el 21/06/2022), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha centrado sus esfuerzos en la atención de esos 1554 kilómetros que comprenderá este transporte ferroviario.
Hasta la fecha, con datos recabados al 27 de febrero de este año, el instituto reporta que los trabajos de salvamento han arrojado 45 mil 305 bienes inmuebles, es decir, cimientos, albarradas y basamentos; 802 mil 268 fragmentos de cerámica analizados, así como mil 788 bienes muebles, entre metates y cerámica, además de 691 vasijas que están en proceso de análisis, 481 osamentas y mil 246 rasgos naturales, como cuevas y cenotes.
Un cúmulo de materiales que están siendo estudiados, restaurados, georeferenciados con avanzada tecnología y modelados en 3D.
Hallazgos modifican ruta en tramo 7
Se trata de una obra pública con sus particularidades y “tensiones entre la premura y el deseo de avanzar por parte del constructor, y el deseo de investigar, excavar y recuperar material por parte del INAH”, admite en entrevista el director del instituto, Diego Prieto.
“Es lo normal, siempre, en cualquier obra privada hay este tipo de tensiones”, agrega el funcionario, quien recuerda que desde su fundación, hace 84 años, el INAH ha acompañado diversas obras públicas mediante las cuales han salido a la luz grandes hallazgos, como la Coyolxauhqui en el Centro Histórico, que luego daría paso a uno de los proyectos arqueológicos más importantes del país o los vestigios del Calmécac y el Templo de Ehécatl en la calle de Guatemala.
“Pareciera que es pura afectación, pero la obra pública, que tiene sus particularidades, lógicas y su ingeniería, si se lleva adelante con el cuidado del patrimonio arqueológico, nos ayuda a la investigación.
“Cuando se dice que no se hagan proyectos porque van a tocar vestigios arqueológicos, nosotros sí queremos tocarlos, pero con método y con cuidado. Si no los tocamos se quedarían ahí enterrados y nadie se entera de lo que hay”, añade.
En el caso del Tren Maya, insiste el antropólogo, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido muy insistente en que se debe recuperar el patrimonio y no afectarlo.
Añade que en algunos casos el mandatario ha tenido que intervenir para que se desvíen las rutas y se adapten con el fin de proteger vestigios tipo 4, es decir, estructuras, plataformas o edificaciones de gran valor arquitectónico.
Esto sucedió recientemente en el tramo 5 sur que va de Playa del Carmen a Tulum, en Quintana Roo, donde las constructoras encargadas de la obra tuvieron que construir 70 por ciento de la vía sobre un viaducto elevado para no afectar el subsuelo y formaciones naturales como la cueva Garra de Jaguar o cueva las Manitas, que resguarda pinturas rupestres posiblemente del Pleistoceno, lo mismo con Ocho Balas, en donde se halló un templo de estilo costa oriental.
Junto al sitio arqueológico Paamul II que ha podido ser excavado gracias al programa Promeza, estos espacios subterráneos integrarán un corredor turístico.
Esa misma estrategia se seguirá en el tramo 7, que va de Bacalar, Quintana Roo, a Escárcega, Campeche. Se trata del último tramo y atravesará la selva de este último estado.
Ahí los trabajos de prospección del INAH han identificado 28 vestigios arqueológicos que nunca antes habían sido registrados y “que por sus características, no deben ser alterados”.
“Para salvar esos vestigios tipo 4 utilizamos varias estrategias, en algunos casos, se tuvo que hacer un pivoteo, un desvío del trazo del tren para evitar tocarlos; se autorizaron por el presidente alrededor de seis desvíos”, asegura el director del INAH.
Detalla que en este tramo algunas vías también irán elevadas para que estructuras prehispánicas puedan ser liberadas y queden encajonadas “como la pirámide de Mixcoac”.
“Ahí no se tocaron los vestigios y tampoco se evitó la obra del periférico”, apunta el antropólogo.
En otros casos, se tuvo que construir un “muro Berlín”, que es una técnica de contención en una excavación.
“Se siguieron varias estrategias. Se hizo un equipo muy sólido entre ingenieros, arqueólogos, geomatas, estructuralistas y conocedores de la mecánica de suelo para resolver estos problemas técnicos y salvar el patrimonio arqueológico”, señala.
Nuevos hallazgos y museos en la selva
La millonaria inversión que el INAH está ejerciendo con el Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza) en la Península tiene el objetivo de dotar de infraestructura a 26 zonas arqueológicas, construir Centros de Atención a Visitantes (Catvi) en 10 de estos espacios culturales, abrir un nuevo sitio prehispánico y un corredor ecoarqueológico, así como la construcción de dos nuevos museos.
Todo esto con la idea de que esos sitios en la ruta del tren tengan las condiciones necesarias para recibir grandes cantidades de visitantes.
“Muchas de las zonas tienen rezago y limitaciones; en Chichén Itzá tenemos un problema fuerte de ambulantaje que hay que ordenar sin afectar a la gente”, dice Diego Prieto, director del INAH.
La nueva zona arqueológica que abrirá al público es Ichkabal, localizada cerca de Bacalar, Quintana Roo, en el tramo 5 del Tren Maya. De acuerdo con el INAH, esta antigua ciudad maya es de los vestigios monumentales más viejos de esta civilización que se conocen hasta ahora.
Su acrópolis tiene estructuras que superan los 45 metros, las cuales se pueden distinguir incluso por encima de la selva.
El sitio, que se remonta a unos 400 años a.C., fue la cuna de la dinastía Canul, la cual extendió su poderío hacia Kohunlich, Calakmul y hasta Tikal, en Guatemala, mediante guerras y alianzas en el periodo Clásico maya (200-900 d.C.).
En 1994 el arqueólogo Enrique Nalda descubrió el sitio y desde entonces se han realizado investigaciones, pero no está abierta al público.
“Necesita una unidad de servicios, hay que liberar algunas estructuras para que la gente pueda contemplar la ciudad, también se necesita una fuerte actividad de investigación y de conservación”, comenta Prieto, quien añade que debido a la magnitud de los trabajos que requiere el sitio, abrirá hasta agosto de 2024.
El nuevo andador
El corredor ecoarqueológico también se ubica en Quintana Roo y consiste en la apertura del sitio arqueológico Paamul II y las cuevas de las Manitas, Garra de Jaguar y Ocho Balas, los cuales se integrarán en un solo andador turístico por su cercanía.
Uno de los nuevos museos estará en la zona arqueológica de Chichén Itzá, la cual, pese a ser la más visitada en todo el país, no cuenta con un museo de sitio.
“Teotihuacán tiene cuatro museos, Chichén no tiene ni uno, ahora va a tener uno, era imprescindible”, dice Prieto.
El otro es el Museo Arqueológico del Puuc, que se construye en la zona Arqueológica de Kabah, en el suroeste de Yucatán.
Según el INAH, este sitio junto con Uxmal, es uno de los más icónicos del área cultural del Puuc, término maya que significa ‘serranía’ o ‘conjunto de cerros’, en alusión a las elevaciones naturales que distinguen a esta región dentro de la planicie de la península.
El nuevo museo se centrará en la historia de esas tierras y sus habitantes; algunas de las piezas que se podrán ver ahí son estelas localizadas en Uxmal, el ajuar de un guerrero itzá y mascarones del dios maya de la lluvia, Chaak, así como una ofrenda abundante en jade.
En otras zonas arqueológicas, como Palenque, en Chiapas, su museo de sitio está siendo reestructurado y sus salas están en proceso de actualización museológica, mientras que en Dzibilchaltún, Yucatán, el Museo del Pueblo Maya sustituirá completamente la colección que actualmente exhibe, la cual resume tres mil años de desarrollo de la cultura maya.
El edificio, construido por el arquitecto Fernando González Gortázar en 1994, ahora estará dedicado a los pueblos mayas de la zona norte de la Península.
“Ese material que habla del pueblo maya más en general lo vamos a llevar a un museo de historia que vamos a poner en el centro histórico de Mérida”, asegura Prieto.
Falta evaluar los impactos sociales
Como instancia dedicada a la preservación y difusión del patrimonio nacional, el INAH también tiene entre sus deberes el estudio de las culturas y pueblos que conforman la diversidad del país.
Por ello, uno de los cuestionamientos que ha surgido entre la comunidad del instituto ha sido el impacto social que el Tren Maya tendrá en la población local, principalmente en las comunidades indígenas de la Península de Yucatán.
Daniel Nahmad Molinari, antropólogo adscrito al Centro INAH Veracruz, comenta que si bien se ha anunciado una importante inversión para la recuperación del trabajo arqueológico, lamenta que el aspecto antropológico y social se haya minimizado.
“Se está partiendo de la idea de que el proyecto del tren por sí mismo va a generar desarrollo y bienestar y por supuesto las comunidades lo apoyan porque dicen que ahí hay dinero, hay trabajo, pero no se está haciendo una evaluación correcta para medir los impactos.
“Hay cientos de arqueólogos recolectando tepalcates y haciendo salvamento, pero no veo por ningún lado ese ejército de trabajo social evaluando que el proyecto no impacte a la sociedad y a las comunidades”, añade.
El problema, acusa, es que las comunidades pueden quedar expuestas a dinámicas urbanas y turísticas desiguales, como ya ha sucedido en esa misma región con el desarrolló turístico de Cancún y la llamada Riviera Maya, lo cual ha desembocado en situaciones tensas como la que sucedió a principios de enero en Chichén Itzá, donde los accesos fueron bloqueados debido a protestas de las comunidades locales que acusaban prepotencia de las autoridades porque no les dejaban vender sus artesanías ni trabajar dentro del sitio.
“Si eso pasa en la zona arqueológica más importante del estado, qué está pasando en las otras, con qué visión se está promoviendo un desarrollo turístico y un desarrollo de zonas arqueológicas si no hay estudios sociales”, cuestiona el antropólogo que en Veracruz encabezó el Proyecto de Ordenamiento Territorial de la Zona de Monumentos Arqueológicos de El Tajín, el cual delimitó los usos de suelo alrededor del sitio y vinculó a las comunidades con el cuidado de su patrimonio.