Bajo la ley del ‘plata o plomo’, la organización criminal La Familia Michoacana, que dirigen los hermanos Hurtado Olascoaga, logró expandirse hacia la región serrana de Guerrero y controlar ya por lo menos 15 ejidos pertenecientes a los municipios de Coyuca de Catalán y Petatlán, en los límites de la Costa Grande y Tierra Caliente, donde todos los días se vive un éxodo de familias, médicos y profesores, zona donde precisamente, estos criminales mantenían un escondite hasta la semana pasada.
MILENIO recorrió los 100 kilómetros de caminos de tierra documentando cómo se ha pulverizado la región en apenas tres meses. Asesinatos, secuestros y balaceras con armas rusas son parte de la vida cotidiana de esta franja de zanjas y polvo color anaranjado y olor a madera quemada, a la que sólo se puede acceder en cuatrimoto, mientras la Fiscalía del Estado y el Ejército mexicano libran una batida para dar con su paradero.
Un camino de pino, ayacahuite y oyamel que inicia en el Parotal, municipio de Petatlán, hasta la parte más alta de la sierra, en El Durazno, Coyuca de Catalán, donde el común denominador es el abandono gubernamental: viviendas y negocios vacíos, clínicas y escuelas que ahora sirven como bodegas, y pobladores amedrentados por esta organización criminal, que al puro estilo del narcotraficante Pablo Escobar, logró extinguir poblaciones enteras, o bien, sumarlas a su base social.
Los primeros en ser amenazados y exiliados fueron los médicos, que, un día decidieron colgar la bata y salirse del pueblo hasta encontrar señal de internet. Le siguieron los profesores, que anticiparon el fin del ciclo escolar y hasta las llaves de los salones se llevaron.
Más tarde, llega el reclutamiento, se convoca a los varones de la comunidad, se les ofrece bebida, comida unos billetes y se pone la oferta sobre la mesa, y para quienes no aceptan, llega el tiro de gracia.
Es el día a día para para estas comunidades olvidadas por el Estado, y Johnny y José Alfredo, El Pez y El Fresa, lo saben, pues es de ahí de donde se aprovechan para apoderase de ellas.
Persiste crisis en El Durazno
–¿Y tú qué quieres hacer de grande?
–Soldado.
Kevin tiene edad para ir en tercero de primaria, pero no va a la escuela porque su maestro no siempre llega. Su educación está en lo que puede enseñarle su madre, en el campo y en lo que ve todos los días.
–¿Para qué quieres ser Soldado?
–Para proteger a las personas.
“Los buenos”, como les dice, son los que usan botas y uniforme verde, y “la mafia”, los que usan fresas y peces como distintivo, quienes se han encargado de atemorizar a toda una región. Kevin lo sabe, lo vio el pasado 10 de diciembre cuando un comando armado llegó a matar a primos y tíos, y tiene claro que, si los vuelve a ver, debe correr y esconderse.
El multihomicidio en El Durazno, atribuido a integrantes de esta organización criminal, dejó en evidencia el modus operandi para adueñarse de una plaza. La fórmula empleada es muy clara: Expulsar al médico, cooptar al maestro, reclutar y asesinar a quien se oponga, y eso fue precisamente lo que sucedió.
–¿Y el maestro?
–La Familia Michoacana también lo sacó, relata a MILENIO Ignacio Chávez, quien se desempeña como comisariado de bienes ejidales de El Durazno, y quien se ha encargado de alzar la voz para la comunidad.
Pero lo mismo sucedió con el médico, decidió irse, luego del asesinato de siete varones. Y ya sin servicios básicos, más de la mitad de los pobladores emprendió un exilio autoimpuesto rumbo a la costa o para el norte, en lo que se calman las cosas.
Las clases, cuando hay, deben tomarse en aulas con paredes y techos perforados por balas rusas, y si llega a faltar, las sumas y restas se sustituyen por tareas en el campo de aguacate o elaborando tortillas. Lo que se traduce en deserción obligada para un centenar de niños y adolescentes.
“Mejor se fue su mamá a ponerlos a estudiar, le digo está bien, que se despeje, que se le olide, porque decía, ‘ay abuelita yo no puedo olvidar’”, explica Celsestina, vecina de la comunidad de El Durazno.
En aras de impedir el éxodo en El Durazno, la estrategia llegó desde la Fiscalía del Estado, y de su fiscal general Sandra Luz Valdovinos; que gestionó la construcción de instalaciones para la dependencia, habilitó la clínica de esta localidad y llevó a un médico, medicinas, y maestros. Y apenas el pasado siete de marzo, el Gobierno del Estado llevó a una delegación, con artículos para el hogar y juguetes.
En tanto, la cacería de El Pez y su hermano El Fresa, quedó a cargo del Ejército mexicano, junto con la fiscalía, que cada vez está más cerca de capturarlos. Apenas el pasado 2 de marzo, el último intento, en la comunidad serrana de La Morena, cuando gracias a una fuerte base social, pudieron escapar a bordo de un helicóptero rojo.
“Que andar que diga, ya quiero un arma, porque pues ven a los militares, ven a los policías, pues yo también la quiero, no, que vayan a la escuela, que aprendan otras cosas de la escuela”, dice la madre de Kevin, quién, preocupada, alza la voz desde esta localidad.
El maizal se comió la escuela
Hace dos cosechas, la expansión criminal de La Familia Michoacana expulsó a la última maestra de Corrales, y en Los jardines de la Escuela Primaria Rural Federal Juan N. Álvarez ahora hay maizales y las aulas ahora sirven de bodega.
Cinco kilómetros en cuatrimoto es la distancia que debe recorrer Yulian para llevar a sus hijos a la escuela. Y si quiere medicinas, la ruta es de 23 kilómetros montaña arriba, sobre el camino de polvo.
Paradójicamente, vive a 100 metros de lo que alguna vez fue una escuela: es el comisario municipal de Corrales, una diminuta localidad daño colateral de esta estrategia por controlar la región.
–Quieren despojar a la gente para quedarse con lo que es la madera, vacas, terrenos, esta ruta está rica, tiene de variedades, tiene madera, ganado, y agricultura para sembrar, declara Yulian.
La escuela más cercana se encuentra en la localidad vecina de El Mameycito. Aquí, los maestros que logran llegar, deben quedarse por largos periodos, con sus propios recursos, y bajo su propio riesgo.
“La verdad yo lo hago con mucho gusto, son niños que les gusta aprender y por eso lo hago de esa manera, de que se viven riesgos, claro que se viven. (…) Pero si a veces no se prestan las prioridades, aunque queramos, siempre pues va a estar nuestra vida, la seguridad, aunque la vocación sea la de estar acá arriba, pero si no se presta las condiciones, no lo podemos hacer más allá”, explica a MILENIO Félix de la Rosa profesor de la escuela Primaria Rural Plan de Iguala, se convierte en el único maestro a 50 kilómetros a la redonda.
Si bien El Mameycito cuenta con maestro, el crimen se encargó de expulsar a los médicos, fórmula que se repitió en toda la sierra: se amenaza, se expulsa o se coopta.
"No han hecho caso a nuestra petición de médicos seguimos aquí con la casa de salud abandonada y mínimo son tres horas, tres horas para bajar por un enfermo al pueblo", agrega Celerino Maciel, comisario Ejidal de esta población.
La clínica más cercana, representa por lo menos tres horas en moto hasta la comunidad de El Durazno, en Coyuca de Catalán, donde la fiscalía del Estado instaló a uno de manera temporal.
“El mensaje pues es que se ponga carbones el gobierno, que no anden de corrupto, vendiéndose con gente que no pues, que sean derecho y que no se anden con chingaderas, si prometen algo que lo cumplan, y si no que renuncien, la verdad, porque ya los campesinos estamos cansados, la verdad", advierte Yulian.
Con información de Javier Trujillo y Pablo Maldonado