Pese a que el ejército de EEUU y la propia Casa Blanca descartan que sus tropas combatan en nuestro territorio a las bandas del narcotráfico, el gobierno mexicano libra una histérica batalla “por la soberanía”.
¿Pretexto?: la reactivación de una vieja iniciativa extremista para que a esos grupos se les declare “terroristas”.
El tema es politiquero, destinado al consumo interno de cada país, porque en 2024 habrá elecciones presidenciales en los dos.
Para efectos prácticos, la única injerencia extranjera viene siendo la del gobierno mexicano mediante el envío del canciller Marcelo Ebrard a Washington para instruir a los 50 cónsules a “orientar” el voto de los mexicanos radicados allá contra los “intervencionistas”.
Las escaramuzas verbales llegan al grado de que el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, se dice dispuesto a ofrendar su vida, y todo porque el senador trumpiano Lindsey Graham (entre otros) sugiere que las tropas estadunidenses acaben con la narcoviolencia en México:
“Propone que se use la fuerza sin nuestro consentimiento. Yo le contestaría ‘sobre mi cadáver’. Jamás permitiremos que se use la fuerza de otro país en nuestro territorio”, declaró en Acapulco.
Sin embargo, el mismo canciller hizo ver ínfima la dimensión de la refriega:
“Es una injusticia que traten a México así. No nos vamos a dejar. Por fortuna es la declaración de un senador, no de todo Estados Unidos, pero más vale que reaccionemos a tiempo, porque si no decimos nada, después nos vamos a arrepentir...”.
Lo que sobresalta es que tanto él como el presidente López Obrador mantengan elevado su volumen ante una hipótesis inviable:
Al comparecer el jueves ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, el jefe del Comando Norte, Glen VanHerck, quien está convencido de que los criminales dominan un tercio de México, declaró que la mejor forma de combatir la criminalidad aquí es frenando la venta de armas a las bandas.
“Debemos enfocarnos en lo que va al sur, no solo en lo que viene al norte” (drogas y sobre todo fentanilo), señaló en coincidencia implícita con Ebrard (“en México se han asegurado más de 50 mil armas en año y medio, en tanto que ellos han decomisado 350 de 50 mil en la frontera”).
VanHerck dijo también que su ejército trabaja coordinado con el general secretario mexicano de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval.
El mismo jueves, la vocera del presidente Joe Biden, Karine Jean-Pierre, estimó “inútil” que EU asumiera como “terroristas” a las bandas mexicanas, y que su país “tiene poderosas autoridades de sanciones, específicamente designadas para combatir a las organizaciones de narcotraficantes y a las personas y entidades que las habilitan”.
La injerencia mexicana en la política estadunidense carece de sentido y peor: si de 38 millones de paisanos radicados allá, menos de 30 mil votan en las elecciones mexicanas, ¿cuántos acatarán la línea consular que se les tire para sufragar en el país al que emigraron…?