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TEMPLO MAYOR

EL MAYOR riesgo de ganar el poder es perder la cordura. Y a eso contribuyen, sin duda alguna, quienes deberían hacerle ver al gobernante sus errores o tropiezos, en lugar de sumarse a ellos. Por supuesto esto se aplica a la disparatada prohibición del fentanilo médico que pretende impulsar el Presidente.

ES OBVIO que Andrés Manuel López Obrador no está obligado a saber de todos los temas (aunque se sienta experto en ellos). En ese sentido, una ocurrencia como la de pedir que ya no se use fentanilo en procedimientos médicos, pues simple y sencillamente debería quedar en eso: en una ocurrencia más de la mañanera. Pero no, en México no hay quien le diga al rey que va desnudo.

ENTONCES, quienes se supone que sí saben del tema, como el subsecretario Hugo López-Gatell y la científica Elena Álvarez-Buylla, en lugar de corregir a su jefe, hacerle ver su error y seguir adelante... ¡le dan vuelo! Y no sólo eso: hacen a un lado cualquier razón médica o académica con tal de justificar la sinrazón presidencial. ¿Tanto miedo le tienen a su jefe o tanto miedo le tienen a quedarse sin hueso? Es pregunta sin anestesia.

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PASÓ con más pena que gloria por San Lázaro, donde fue de las pocas morenistas a las que no les tocó reelección. Y ahora la ex diputada Nay Salvatori dice que va a dar clases, ¡agárrense!, de cómo hacer campañas y manejarse en redes sociales. Lo curioso es que la ex legisladora de Morena de lo que da cátedra es de pena ajena. Justo se acaba de meter en tremendo lío por sus mensajes de discriminación e intolerancia en contra de un grupo de mujeres que el 8M marcharon contra la gordofobia. Antes de impartir un taller, tal vez la propia Salvatori debería tomar unas clases de empatía y derechos humanos.

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EL QUE ya de plano perdió la brújula es Pablo Gómez, pues no se sabe si habla como titular de la UIF, como dirigente morenista o como las dos cosas al mismo tiempo. Y es que anda muy acelerado diciendo que Lorenzo Córdova incurre en faltas de tipo penal por cobrar el finiquito... ¡que recibirá por ley!

SE TRATA de 1.9 millones de pesos por sus 11 años como integrante del INE, que no son para nada los 16 millones de pesos que le andaba achacando el gobierno. Y aunque todos los ex funcionarios (incluidos los representantes de Morena) han recibido un finiquito bajo las mismas reglas, el morenista se anda rasgando la camisa, la corbata y hasta el camisón.

EL ASUNTO es que Pablo Gómez es jefe de la Unidad de Inteligencia Financiera y, como tal, si realmente estuviera ante un delito, pues tendría que proceder y no andar haciendo dramas en redes sociales. A menos, claro, que la idea no sea hacer justicia, sino puritita demagogia.

Ámbito: 
Nacional