Por exagerado que parezca, intuyo que el majadero rompimiento del presidente López Obrador con la Suprema Corte de Justicia fue catapultado por el debate de candidatas en el Estado de México por:
a) El patético desempeño de Delfina Gómez intentando eludir su responsabilidad en el multimillonario despojo salarial a los trabajadores del ayuntamiento de Texcoco, enfatizando que el delito lo cometió el partido que lidera AMLO;
b) El documentado y frontal comportamiento de su oponente, Alejandra del Moral, y
c) El demencial señalamiento contra la periodista que moderó el duelo, Ana Paula Ordorica, quien por haber evidenciado que la profesora promete planes de “cultura y recreación” para los “pueblos originarios”, pero ninguno para los mestizos y criollos (más de 97 por ciento de la población mexiquense), es acusada por la dirigencia de Morena de “racista y clasista”, pretendiendo justificar el descalabro.
Cualquiera que haya sido la gota que derramó su vaso, López Obrador le echó pólvora el viernes a su injuriosa embestida contra los ocho ministros que devolvieron a la autoridad civil la Guardia Nacional, a quienes acusa de “corruptos”, al revelar la inaudita instrucción que dio a sus secretarios:
“Les dije: Ni les contesten el teléfono, ni les contesten el teléfono…”.
Con ello exhibe que ignora su papel esencial como titular del Poder Ejecutivo: ejecutar o aplicar lo que los otros dos Poderes mandatan.
Los tres en su conjunto, ninguno de manera aislada, conforman el gobierno de la República:
El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, reza el artículo 49 del Título Tercero de la Constitución.
Supremo (lo máximo, lo eminente, lo determinante) es la condición que, para efectos de gobierno, de ninguna manera es exclusiva del Ejecutivo ni cualquiera de los otros dos poderes (excepto en el estricto y acotado marco de sus funciones constitucionales específicas).
Ningún presidente de México puede ostentarse más poderoso que los otros dos Poderes y los tres entre sí son contrapeso.
AMLO no solo debe acatar las sentencias de la Corte, sino hacerlas cumplir, perjudiquen o favorezcan a quien sea y, en este sentido, el suyo es un poder subalterno.
Porque el gobierno de la República lo representan los Tres Poderes, tienen la obligación de mantener entre sí una respetuosa relación, aun cuando sus decisiones les desagraden.
Debido a ello es que la presidenta Norma Piña y otros ministros, al hablar con los secretarios de Gobernación y Seguridad, pretendieron acordar el plazo en que la GN será desincorporada del Ejército, pero según el Presidente lo que buscaron fue una sucia “negociación en lo oscurito”.
En vez de reconocer o agradecer el gesto republicano, los volvió a insultar dando a conocer la descabellada y nada civilizada orden que les dio a sus achichincles: “Ni les contesten el teléfono”.
Pues ni que fuera el patrón...