Así actúan los déspotas, los dictadorzuelos de cuatro suelas que nos hemos impuesto como gobernantes en distintas partes del país, niveles de gobierno y desde diversos partidos políticos.
Ninguno de los partidos que tienen gobernadores actualmente está libre de culpa. Cada uno tiene a su “duartito”, o a su camada de los mismos. Y es que estos especímenes siempre han existido en un país con instituciones de papel, sin integrantes de verdad, condicionadas al capricho de ambiciones sexenales o trianuales.
Sólo antes había un rey de reyes que ponía orden si alguno (desde su punto de vista) se excedía o simplemente caía de su gracia. Eso no pasa desde Carlos Salinas.
A Ernesto Zedillo se le reveló Roberto Madrazo en Tabasco cuando aquel le pidió no asumir el gobierno de ése estado por el evidente fraude que Andrés Manuel, su contrincante, había podido documentar. Madrazo no le hizo caso al presidente. Desde entonces, para muchos analistas, como Lorenzo Meyer, los gobernadores comenzaron a hacer de las suyas y el presidente ya no pudo imponerles orden.
Con Fox, como el narco con Calderón, todos se salieron de control. Cada quien se convirtió en dueño de su terruño, sin tener que rendir cuentas ni a los ciudadanos a quienes nunca se les han rendido, ni al gobernante del nivel superior.
Así la descomposición trajo más abuso, locura, enfermedad. Como los cesares romanos, quienes perdían toda condición de cordura por el ejercicio del poder absoluto y la ambición desmedida, saliendo de una fiesta para entrar en otra, pasa ahora con los “duartes”.
El “Duarte” de Chihuahua, que comparte el apellido, Cesar Duarte; el “Duarte” de Quintana Roo, Roberto Borge; y el ganador y acuñador del término, Javier Duarte, el de Veracruz.
Ellos son los más sobresalientes, sin embargo y para el infortunio de muchos, hay casos que destacan aunque no se conozcan a cabalidad.
Hubo uno en Sonora, Guillermo Padrés, del PAN; en Morelos se sabe del “Duarte” que ahí dice gobernar, Graco Ramírez; quien es compañero de partido de uno de los “Duartes” de la Ciudad de México: Mauricio Toledo.
No sé si Toledo sea el “Duarte” más representativo de los distintos que la ingobernabilidad de Miguel Ángel Mancera haya producido (compite con Carlos Romero del PAN o Adrián Ruvalcaba, del PRI), pero sí es uno de los más burdos y enfermos en su “duartismo”.
Así como sus hermanos de estilos, Mauricio Toledo ha ejercido el poder público para enriquecerse descomunalmente; su familia ha gozado de la negligencia y ha sido cómplice de su pariente ejemplar; ha desatado su enojo tanto en público como en privado contra amigos y colaboradores.
Sufre del inevitable trauma del poderoso que debe imponer su poder para poder sentir que lo respetan, ya que nadie lo hace.
Para ello, persigue con guardaespaldas a opositores y viejos amigos, amenaza un día sí y otro también a quien se le cruce como si fuera matón de pueblo o “broncudo” de reclusorio.
Este “Duarte” del PRD gobernó formalmente la delegación Coyoacán el periodo pasado, en el periodo actual lo hace por medio de Valentín Maldonado, su empleado.
Incide desde su cargo actual como diputado local, buena parte del presupuesto de las delegaciones de la ciudad, gracias a presidir la comisión de presupuesto en la Asamblea Legislativa. Desde ahí trama y se obsesiona con dos cosas: dinero y poder. En ése orden.
Pronto entendió que en un país de “duartes” como el nuestro, el dinero resulta más importante porque da poder, y éste, da dinero. Para no perder ninguna, además de saciar sus impulsos emocionales, ha emprendido una pelea formal.
Compró a un ministerio público de su delegación para que suplantara los datos de una denuncia e incriminara a uno de sus opositores: Alejandro Robles.
Distorsionando el Sistema de Averiguaciones Previas, le hicieron el “favor” de cambiar hora, lugar, nombre del delincuente y características del delito de una denuncia que nadie ratificó, para que el ex diputado Robles resultará ahora como un delincuente y fuera aprehendido por robo con violencia de dos computadoras en un modulo del PRD en ésa delegación en contra del actual presidente de ése partido en Coyoacán.
Su objetivo se está cumpliendo, el militante, ahora de Morena en Coyoacán, no está más en esa delegación por tener que escapar de la “justicia” mientras ésta llega. Si pisa su casa lo meten a la cárcel en donde el único amo es el dinero, con el que puedes disponer de la vida y muerte de quien ahí esté.
En tanto, los “duartes” como Mauricio Toledo, comienzan, como el líder Javier Duarte, a tener su fiestecita, van perdiendo peso y cambiando su semblante, dejando de dormir y temiendo por su libertad. Ya que a todo “Duarte”, más temprano que tarde, le va a llegar su fiestecita.