"En las últimas dos semanas, el número de casos de Covid-19 fuera de China se ha multiplicado por 13, y el número de países afectados se ha triplicado. Hay más de 118 mil casos en 114 países. En los días y semanas por venir esperamos que el número de casos, el número de víctimas mortales y el número de países afectados aumenten aún más. Por estas razones, hemos llegado a la conclusión de que la Covid-19 puede considerarse una pandemia".
Es miércoles, 11 de marzo de 2020. Quien dice las palabras del párrafo anterior es Tedros Adhanom Ghebreyesus, doctor etíope, especialista en malaria, y el primer africano que dirige la Organización Mundial de la Salud (OMS). Está vestido con un traje gris a rayas, que no combina con su corbata roja, también a rayas. Las ojeras parecen dos lagos empañándole el rostro. Frunce el ceño mientras lee el comunicado. El mensaje que reproducen los medios dura menos de un minuto. Es como un rayo que nos atraviesa a todos. Entonces, aún no lo sabemos.
El jueves, 12 de marzo, en la mañana, diagnostican a mi hijo menor con influenza. Su pediatra recomienda que no salga de casa por unos días. Esa tarde, voy a la Secretaría de Salud. Nadie allí está usando cubrebocas. Las ventanas están cerradas. Entrevisto a Hugo López-Gatell. "No me preocupa hacer más pruebas", me dice. "Con la sacrosanta OMS, lo digo con respeto, nos quedamos desde 2009 enganchados con el conteo de casos".
Al atardecer, recibo un correo de la Universidad de Columbia. Me han aceptado en la maestría en periodismo, con la que soñé durante una década. Debería viajar a Nueva York en pocos meses para las clases. En ese momento, Nueva York es el epicentro de la pandemia y tengo un hijo, el mayor, con problemas respiratorios.
Esa noche, decidimos encerrarnos en casa, unos días. Pedimos por internet un paquete de cubrebocas. En mi columna, que se publica ese viernes, explico qué es una prueba PCR y digo que el personal médico en hospitales, a quienes he entrevistado, están muy preocupados. Me dicen: no tenemos insumos suficientes para lo que viene.
Después de aquel viernes, mi familia y yo pasamos casi 100 días en casa. Pospuse la entrada a la maestría. Salimos de nuevo a la calle poco después de que acabé el manuscrito de mi primer libro, que comencé unos días antes del anuncio de la pandemia y escribí con prisa, de madrugada, creyendo que el juicio a Genaro García Luna comenzaría a finales de 2020. De día, mi esposo y yo trabajábamos, ayudábamos a los niños con la escuela en casa, les enseñábamos a andar en bicicleta en el estacionamiento, averiguábamos cómo explicarles las conjugaciones, las cuentas, los recortes de sus manualidades.
En las noches, contestábamos como podíamos a las mismas preguntas difíciles: ¿cuándo se va a acabar? ¿Nos vamos a morir? ¿Qué va a pasar si nos enfermamos? Cuando se dormían, tomábamos tragos con nuestros amigos, por Zoom, nos conteníamos mutuamente la angustia, el terror.
Este viernes, 5 de mayo de 2023, la OMS anunció que el Covid ya no es una emergencia de salud pública mundial. Ahora, la Organización pasa a la "gestión a largo plazo".
Hasta ayer, pasaron mil 150 días. Más de 6.8 millones de personas han muerto.
Son mil 150 días de supervivencia, de ver nuestro mundo caerse y volver.
No somos los mismos. Hemos aprendido para qué sirve lavarse las manos o ventilar la casa, qué es la epidemiología, cómo se investiga una vacuna, cómo se financia. Hemos visto cómo las farmacéuticas y los gobiernos negocian con nuestras vidas, hemos presenciado la resistencia y el horror, la solidaridad y el cinismo, la esperanza y el duelo de quien no puede ni abrazar a sus muertos.
También hemos cambiado para siempre. Convencimos a nuestros jefes de que podemos trabajar desde otra ciudad, desde otro país. Confirmamos que hacen falta más parques y menos edificios oscuros, de oficinas sin ventanas. Conseguimos que nuestras fuentes nos contaran secretos durísimos en llamadas cifradas, no solo en persona. Nos abrimos a buscar más oportunidades de estudio, de negocio, de relaciones personales. Entendimos que podemos ser mucho más creativos, mucho más flexibles.
Aun si tu cuerpo o tu dolor todavía no se curan del todo, si me lees, eres un superviviente. Celebra eso también.
@penileyramirez