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Estados Unidos blinda con 24.000 agentes su frontera con México: “No arriesguen sus vidas por venir aquí”


Edixon, venezolano de 19 años, estaba “enojado y estresadísimo” a eso de las 10.30 de la mañana del miércoles en el centro de El Paso (Texas, EE UU). Acababa de cruzar de madrugada ilegalmente la frontera que separa México y Estados Unidos a la altura de Ciudad Juárez con su novia Milena, que reía eufórica por la sensación de haberlo logrado. Con los pantalones rasgados por las concertinas, se protegía del sol sentada en el suelo a la sombra de unos de esos urinarios públicos portátiles.

Edixon y Milena son los penúltimos migrantes de la era del Título 42, una norma sanitaria impuesta en 2020 por Donald Trump con la excusa de la protección frente a la pandemia. Más de 40 meses después, esa medida, que permitió 2,6 millones de devoluciones en caliente, expira al final de este jueves, y esa perspectiva ha animado a miles de personas a intentarlo antes de que sea demasiado tarde. Qué pasará cuando ya lo sea es a estas alturas difícil de predecir hasta para el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, que en una conferencia de prensa avanzó que “los próximos días y semanas podrían ser muy difíciles”. También recordó que la Administración de Biden ha reforzado a las autoridades sobre el terreno (más de 24.000 agentes en total a lo largo de la linde de 3.200 kilómetros) y lanzó dos mensajes a los migrantes. Uno: “La frontera no está abierta”. Dos: “No arriesguen su vida o los ahorros de toda una vida para venir aquí”.

Como tantos otros, Edixon y Milena desoyeron esas advertencias. Caminaron durante tres meses y atravesaron Venezuela, Panamá, Costa Rica, Honduras, Guatemala y México. Una vez en la frontera siguieron un poquito más, hasta la Iglesia del Sagrado Corazón, en el centro de El Paso. Él tenía “toda la esperanza puesta en este refugio”, epicentro de la última crisis migratoria de la ciudad, donde en días pasados se llegaron a concentrar más de 2.000 hombres, mujeres y niños durmiendo en la calle. Cuando Edixon llegó, apenas quedaban unas decenas. “No sé qué vamos a hacer. No sé si es buena idea entregarnos. Van a correr a todo el mundo. Nos van a destrozar el corazón”, dijo.

La estampa de la crisis

El desalojo de estas calles, erigidas de nuevo en la estampa de la eterna crisis de la frontera, fue cosa de 24 horas. A las 5.00 del martes, unos agentes sin identificar repartieron unas octavillas en las que invitaban a los que pasaron ilegalmente y aún no se habían reportado a las autoridades a entregarse urgentemente en la oficina más cercana. El panfleto también les advertía de consecuencias graves si optaban por seguir en el limbo.

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Nacional
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