No hay cifras que demuestren que los pobres han disminuido en el país. Hay, en cambio, cifras de que los ricos son más ricos.
The Economist acaba de publicar su ranking de cuánto aumentaron su riqueza los dueños de empresas que dependen del gobierno, que son sus concesionarias o sus proveedoras, piezas del llamado crony capitalism, capitalismo clientelar o, en mexicano, “capitalismo de cuates”.
El crony capitalism corresponde, nombres más, nombres menos, a lo que el actual presidente ha llamado siempre “la mafia del poder”, la colusión oligárquica de ricos y políticos para repartirse dinero y poder.
El capitalismo de cuates prolifera en los sectores de la economía que dependen de decisiones políticas, de permisos, concesiones, contratos o influencias de gobierno.
No todas las concesiones y los contratos públicos están guiados por la lógica del capitalismo de cuates. Pero es un hecho que ahí, mientras menos transparencia, más clientelismo, más colusión en beneficio del capitalista cuate y en desmedro del consumidor y del país.
Lo que muestra el ranking de The Economist es que el capitalismo de cuates mexicano y su correspondiente “mafia del poder” no sólo gozan de buena salud, sino que han crecido, como con un segundo aire, durante los años del gobierno que pone primero a los pobres.
Leo Zuckermann (Excélsior, 8 de mayo) exploró el ranking de The Economist. Resulta que siempre hemos estado en los primeros lugares del capitalismo de cuates del mundo. Pero, últimamente, hemos mejorado.
En el año 2014, durante el gobierno de Peña Nieto, México ocupaba el lugar número 7 de 23 países especialistas en capitalismo de cuates y mafias del poder.
En el índice de 2023, México ganó dos escaños, ocupa el quinto lugar entre 43 países. Sólo debajo de Rusia, la República Checa, Malasia y Singapur.
El valor de las fortunas de los empresarios que operan en México bajo las reglas del capitalismo de cuates equivale, según la revista, a 8 por ciento del Producto Interno Bruto del país.
Por ahí no ha pasado la llamada Cuarta Transformación. O quizá sólo ha extendido hasta allá su espíritu incluyente, como diciendo:
Primero los pobres, sí, pero primero los ricos también.