Hace 13 años que Ana Enamorado llegó a México. Antes, ella vivía en Honduras cuando su hijo, Óscar, desapareció en Jalisco en 2010. Eran los años cuando la violencia cobraba la vida de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, y de tantos otros que han quedado perdidos en los subregistros de personas desaparecidas en México.
Del otro lado de la frontera, en Arizona, el desierto quema de día, hay un zumbido de cigarras y ropa esparcida, los restos de quienes pasaron y ya no están. Ese lado conforma la otra parte de una estadística del horror, de quienes migran para no llegar a ninguna parte.
En los últimos meses, Ana se siente de nuevo como en aquellos años, cuando comenzó a buscar a Óscar. Ella ha pasado la última década ayudando a buscar desaparecidos y a coordinar caravanas migrantes. Quienes viajan en las caravanas se acuerpan con otros para defenderse de las detenciones y deportaciones, de todos los demás que intentan lucrar con ellos en el camino.
Hace un año, Ana comenzó a coordinar una nueva organización, que llamó Red Regional de Familias Migrantes. Pronto comenzaron a llegarle, diariamente, peticiones de ayuda de familias buscando a los suyos.
Otras organizaciones reciben peticiones similares: personas que perdieron contacto con sus familiares, que nunca saben si cruzaron, si fueron reclutados, forzados a cruzar droga, asesinados, enterrados en los caminos de México, muertos en el desierto estadounidense.
Durante los últimos tres años, una regulación llamada Título 42 autorizó a los guardias fronterizos a deportar a los migrantes que intentaban cruzar la frontera de regreso a México, de inmediato y sin consecuencias legales. Esta semana, esta regulación quedó fuera de vigor.
Ahora, los migrantes que crucen y consigan que sus casos sean considerados para asilo pueden esperar en Estados Unidos. Quienes no lo consigan serán deportados y les negarán el reingreso a EU, durante cinco años. Los migrantes se enfrentan a que les pongan, además, cargos penales por tratar de entrar al país varias veces como indocumentados. Ya no serán elegibles para solicitar asilo en el futuro.
Para Ana y otros colectivos defensores de migrantes, hay otra crisis en puerta. "Hay un riesgo de que las desapariciones de personas migrantes aumenten", me dijo Ana sobre el final del Título 42. "Para los coyotes va a ser un negociazo. Les van a aumentar la cuota (a los migrantes que no califiquen para asilo), se van a aprovechar de ellos, va a haber más secuestros, desapariciones, reclutamiento para trabajos forzados".
En esta misma semana, México anunció que estaba cerrando 33 estancias temporales de migrantes para una revisión de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Durante años, la Comisión advirtió del trato inhumano en estas estancias; dijo que debían tomarse medidas cautelares para impedir un caso trágico, como el que sucedió en Ciudad Juárez, en marzo, cuando 40 migrantes fueron asesinados al encerrarlos durante un incendio.
Con menos estancias en México, más migrantes dormirán en las calles o colmarán los albergues. Esto implica más riesgo y un botín para quienes trafican con ellos. Solo entre enero y marzo de este año, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados recibió más de 37 mil solicitudes de asilo. Solo uno de cada 10 migrantes lo obtuvo.
"México no quiere (dar refugios). Ese ha sido nuestro reclamo. Dejan a las personas a la deriva, las dejan en la calle expuestas a que les pase cualquier cosa", me dijo Ana.
Ante la crisis que viene, los albergues y organizaciones en México se están preparando. En las últimas semanas, se han reunido para organizar búsquedas en vida, han tratado de entender mejor las rutas para buscar a las personas migrantes desaparecidas.
Estos grupos están en modo de alerta, preparándose con sus pocos recursos para lo que vendrá en los próximos meses. Responden a los mensajes, se activan, se comunican. No pueden hacer mucho más.
En los últimos días, muchas noticias se han enfocado en la frontera, en el lado estadounidense. Mientras tanto, mucho más calladamente, México se acentúa como un gran hoyo negro, un gran muro, donde no solo desapareces, sino que nadie te cuenta, muy pocos te buscan y parece como si nunca hubieras llegado.
@penileyramirez