El fentanilo empezó a reconocerse como una amenaza en Estados Unidos poco antes de la pandemia. La pandemia fue su territorio de expansión.
En 2020 hubo 91 mil 799 muertes por sobredosis de drogas en la Unión Americana, 20% más que el año anterior. En 2021 hubo 106 mil 669.
Dos de cada tres de esas muertes fueron por sobredosis de fentanilo.
El fentanilo se ofrece en las calles mezclado con otras sustancias: cocaína, metanfetaminas y xilacina, un tranquilizante para caballos.
También se ofrece en píldoras falsas que no contienen lo que dicen, sino fentanilo.
Las mezclas son irregulares, incontroladas, y con frecuencia llevan más dosis de fentanilo del que puede tolerar un consumidor.
La sobredosis de fentanilo produce paros respiratorios, pues la sustancia hace que los pulmones “se olviden” de trabajar.
El consumo de fentanilo no lleva fatalmente a la muerte. Hay un millón de consumidores regulares que sobreviven como usuarios, sin crisis de abstinencia ni sobredosis mortales.
Todo depende de la calidad de la mezcla que consumen. Pero se trata de un mundo sin control de las mezclas y con un crecimiento exponencial de adictos.
En 2022 la DEA incautó en Estados Unidos 50 millones de píldoras falsas y 4 mil 500 kilos de polvo de fentanilo. Presentaron su captura como el equivalente a más de 379 millones de dosis de fentanilo, suficientes, potencialmente, para acabar con la población estadunidense.
La fuerza analgésica del fentanilo es irreal.
Se necesitan 10 miligramos de morfina para quitar el mayor dolor que pueda tener un adulto, pero sólo 0.1 miligramos de fentanilo.
Su poder euforizante es desmesurado. En el rush, la subida, equivale a varios orgasmos, pero su caída es rápida, lo mismo que el síndrome de abstinencia y el camino a la adicción.
El síndrome de abstinencia, dice el especialista Fernando Montero, “empieza como una gripa, (con) lágrimas y mocos, dolor en las articulaciones, diarrea, vómito, escalofríos, calambres intestinales, contracciones, movimientos incontrolables en las piernas”.
Durante 72 horas el abstinente es un enfermo grave que sólo puede curarse con otra dosis.
De ahí el terrible poder, el poder sin rival, del fentanilo.
(Todo esto puede leerse en los reportajes para El País de Alejandro Santos, 14/5/23, e Iker Seisdedos 20/5/23).