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La ultraderecha mexicana en la boleta del 2024



El ex actor de telenovelas anunció que buscará competir por la Presidencia. Jesús Quintanar

El ex actor de telenovelas anunció que buscará competir por la Presidencia. Jesús Quintanar

La tan mentada polarización no ha visto en México su peor momento. La devastación del centro político ha provocado monstruos irreconciliables en otros países y ese es un fenómeno que aún estamos por experimentar aquí.

Es una ingenuidad suponer que la peor fractura es la que hoy se perfila entre el oficialismo y las oposiciones asociadas dentro de la alianza Va por México. Agazapada detrás de la profecía del desfondamiento definitivo de esas oposiciones espera su turno la verdadera versión de un conservadurismo extremo, la cual cuenta con una masa crítica de personas buscando viabilidad política para ganar el poder.

El día de ayer anunció su candidatura a la presidencia un hombre que aspira a construir esa vía. Se trata de Eduardo Verástegui, ex actor de telenovelas convertido en líder ultraconservador durante la última década.

“Yo sueño un México que le permita a Dios ser el centro de nuestra nación,” pronunció en un video que subió a redes sociales para lanzar los argumentos de su candidatura. Este actor de los años noventa sabe muy bien lo que está haciendo y no hay espontaneidad en su estrategia.

Actualmente dirige una organización católica que lleva por nombre ¡Viva México! En realidad, se trata de una red extendida en prácticamente todo el país donde han venido anudándose otras organizaciones como el Frente por la Familia, el Opus Dei, los Legionarios de Cristo, el movimiento Pro-Vida y empresarios católicos locales con capacidad de financiación.

Al grito de “¡Viva Cristo Rey y que muera el socialismo!”, Verástegui orquestó en noviembre del año pasado la reunión internacional de la Conferencia de Acción Política Conservadora, la cual cuenta con socios relevantes de otras regiones del mundo.

A este encuentro asistieron, por ejemplo, Eduardo Bolsonaro, hijo del entonces presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. También estuvo Steve Bannon, asesor hiperconservador que fue muy importante para el movimiento Make America Great Again (MAGA), el cual llevó a Donald Trump a la Casa Blanca en 2017. Fueron igualmente oradores en el evento José Kast, candidato ultraderechista que compitió contra Gabriel Boric, durante la última elección presidencial chilena, y Abby Johnson, líder clave del movimiento antiabortista en los Estados Unidos.

Prácticamente todos los argumentos ideológicos de Verástegui están en el video antes referido. Ahí acusa a la política “tradicional” de querer sacar “a Dios de los hogares, de las escuelas y también de las vidas”.

Su discurso parte de la típica lógica “ellos contra nosotros”. Sin embargo, Verástegui arremete con mayor furor en contra de la izquierda. “Han querido destruir nuestra esperanza y ahora quieren destruir nuestra fe”, advierte con voz de profeta. “Nos han robado la riqueza material de México y ahora quieren robarnos el alma”, insiste mientras detrás suyo se asoma la Basílica de Guadalupe.

Antes exhibe una fotografía —siniestra y en blanco y negro— de Claudia Sheinbaum, a quien acusa de acabar con “nuestros” valores y querer pervertir a “tus” hijos. A un lado de esa imagen se denuncia un supuesto “Festival Drag” para inculcar en la niñez antivalores dispuestos para hacer estallar a la institución de la familia.

“Defendamos la vida de los más vulnerables —promueve Verástegui—. La vida de los bebés que se encuentran en el vientre de sus madres y corren riesgo de ser abortados … México se gesta en los vientres de sus madres (y) queremos que México viva y no muera”, reclama con un tono bien ensayado de pretendida empatía.

En el pasado Verástegui también ha sido muy vocal contra lo que él llama “el ecologismo ideológico”, ese que, según su entendimiento, “limita el derecho a desarrollar libremente a la propiedad privada (imponiendo)... freno a la creación de riqueza y de muchos empleos”.

Verástegui no es un improvisado, no es tonto, no está solo y cuenta con una chequera grande para hacer crecer su movimiento. Donald Trump declaró recientemente que, en caso de ganar de nuevo la presidencia de su país, le entregaría a este líder hispano un cargo dentro de su gabinete. Y es que ambos vienen cultivando desde hace tiempo una alianza conveniente.

Verástegui propuso a Trump resolver las controversias entre México y los Estados Unidos a través de lo que él llama la “sanación racial”. No es claro lo que quiere decir con este término, pero consiguió un buen golpe de efecto cuando regaló al magnate estadounidense una imagen de la Virgen de Guadalupe como símbolo de un nuevo acuerdo.

En México hay espacio para una fuerza electoral ultraconservadora, de corte católico, principalmente blanca y de clase media, a partir de gente que en fechas recientes se ha sentido humillada por un discurso, no solamente contrario a sus creencias, sino cargado de desprecio hacia los fundamentos de su identidad.

La política tiende a parecerse a la física cuando observa el fenómeno de los polos que se repelen. La conducción del poder hacia un extremo implica sin mucho trámite la ubicación en el extremo opuesto de un contrapoder. Tal caracterización de la política tiene expresiones adelantadas en otras coordenadas del mundo. En Francia, por ejemplo, el Movimiento por la República, encabezado por Emmanuel Macron, tiene como contraparte al Frente Nacional de Marine Le Pen. En los Estados Unidos al partido Demócrata se le opone el trumpismo republicano; en España en ese duelo principal se encuentra Vox y en Chile, como ya se mencionaba, la opción centroizquierda de Boric estuvo a nada de perder los comicios contra la ultraderecha de José Kast. Antes, la derrota de la izquierda socialista brasileña ya había permitido que Bolsonaro consiguiera la presidencia de su país.

La apuesta de Verástegui y ¡Viva México! es ganar el poder avivando, de un lado, el hartazgo hacia las formas tradicionales de la política y, del otro, apelando a los valores igualmente tradicionales de la familia, el patriarcado, el capitalismo salvaje, la mano dura, la intolerancia frente a la diversidad sexual y también el rechazo respecto del avance de las mujeres en la vida pública y la equidad.

Pecaría de inocente quien suponga que la candidatura presidencial de Verástegui es un proyecto inviable. Hay mucho dinero detrás suyo y gente influyente dentro del mundo empresarial. No le será difícil conseguir firmas para hacerse de un vehículo independiente y desde ahí, en el 2024, consolidar un movimiento que lleva años tejiéndose sobre el suelo mexicano. 

Ámbito: 
Nacional