Gema Kloppe- Santamaría analizó más de 300 linchamientos para publicar En la vorágine de la violencia, (Grano de Sal), libro donde examina la historia, hasta ahora desconocida, de estos sucesos en México durante los años posteriores a la Revolución.
Uno de ellos fue el de Aquiles de la Peña, cacique de ciudad Hidalgo, Michoacán, ocurrido en abril de 1959. La señora de los jitomates, el vendedor de pescado, el mecánico de la esquina, el taquero, la gente gritaba: “Matamos al venado”, tras el linchamiento de este hombre.
El caso causó tal controversia que se narró en El agua envenenada (1961) de Fernando Benítez, donde se explica que este ataque ocurrió por el rumor de que el cacique había envenenado el agua de la entidad; y aunque fue falso, fue lo suficientemente creíble para desatar la ira de los pobladores.
“Lo que me motivó fue tratar de entender cómo es que llegamos al contexto actual en el que los linchamientos son, quizá, la expresión más dramática de la desconfianza de los ciudadanos frente al Estado y esta sensación de desprotección que existe frente al delito y otras amenazas”, cuenta la también socióloga a Reporte Índigo.
“Tengo esperanza de que podamos tener una conversación de cómo podemos alejarnos de esta vorágine de la violencia y no repetir estos ciclos”
El linchamiento no está tipificado como delito en México
Para Kloppe- Santamaría fue indispensable indagar en estos archivos históricos para tratar de comprender cuáles son algunos de los factores históricos, culturales y sociológicos que pudieran ayudar a dilucidar el contexto del linchamiento en México.
Se interesó a partir del discurso del 2016, cuando se decía que el país iba “en una buena dirección” en términos de seguridad; no obstante, había gente que sentía la necesidad de castigar o de reaccionar frente a supuestos delincuentes.
“Voltee a la historia con el afán de encontrar claves interpretativas, una manera de leer nuestro presente; además, para entender más allá de que sea una respuesta frente al delito o de ser una reacción de los ciudadanos ante autoridades que se perciben como incompetentes”, detalla la historiadora.
El linchamiento no está tipificado como delito en México, carece de especificidad legal y para poder contar esta historia y analizar los casos Gema tuvo que hacer un trabajo exhaustivo de archivo por muchos años para crear una base de datos, la primera en su tipo.
Durante su investigación, la autora se dio cuenta de que no son actos revolucionarios, o subversivos, sino que en la mayoría son perpetrados por personas que viven en comunidades que han sido económica y políticamente marginalizadas, incluso, que no han tenido un acceso a justicia.
“Es la tragedia, no hay un ganador en esta historia de violencia. La mayor parte de los estudios han situado los linchamientos como una expresión de resistencia por parte de comunidades marginalizadas, el recurso que le ha permitido a los pobres tomar justicia por mano propia, pero para mí refleja una forma de control social, de excluir a las personas que se consideran transgresoras y amenazantes”, opina la socióloga.
“Nunca tendremos una sociedad donde no exista ningún tipo de violencia, pero sí hay maneras en las que puede atenderse el linchamiento, desde la crítica al mismo, como sociedad, por parte de las iglesias, los tomadores de decisión y por la parte institucional”
El papel de la prensa al contar estos sucesos
Para la autora de En la vorágine de la violencia, es urgente tener una mirada crítica al fenómeno, conversar sobre las víctimas y sobre todas las vidas que se han perdido por rumores, acusaciones falsas o por la sensación de desprotección de los ciudadanos, las cuales se traducen en formas que contribuyen a reproducir más violencia.
“Con esa esperanza escribí este libro, para abrir una conversación acerca de las víctimas de linchamiento y la necesidad de pensar de forma más crítica este fenómeno”, expresa la investigadora, quien además explica que se trata de todo un fenómeno social.
Parte de esta historia fue relatada a través de la prensa, la cual ha tenido un lugar central, pues no solamente ha actuado como un medio donde se narran estos hechos, sino que se les dio legitimidad a dichos actos, es decir, en hacerlos parecer como una acción de ‘justicia’.
“La prensa representa a los supuestos delincuentes como monstruosos, seres que no pueden ser procesados ni castigados de manera legal, porque la justicia formal no basta. Se les describe con instintos animales, o sea, si son menos que humanos, se les puede asesinar, sus delitos son tan inmorales que el linchamiento es una forma de restituir el orden social”, precisa.
Sin embargo, esta narrativa también ha sido retomada por la cultura e industria del entretenimiento. La escritora describe, por ejemplo, la cinta La Ley de Herodes o las mismas gráficas y litografías de Leopoldo Méndez.
“Hay una crítica, pero al mismo tiempo, no hay una lectura completa del fenómeno, porque se les trata como si fuesen actos de salvajismo, pero no se revela cuáles son las causas profundas”, indica.
Estas acciones, expresa, tienen que ver con impunidad, con el uso mismo de la violencia extralegal que utilizan los agentes del Estado, como los jueces, los policías y los alcaldes, quienes están también involucrados en estas formas de violencia.
“Esta historia no es un capítulo cerrado, es el presente, en el que continuamos con muchos de esos retos del México posrevolucionario. Los ciudadanos no confían en la autoridad, porque transgreden la ley, donde policías y militares también hacen uso de violencias extralegales, de la tortura y asesinatos extrajudiciales.
“Las leyes no son vistas como legítimas, porque se piensa que han sido abusadas; así es el México actual, continúa esta visión de que la violencia es justificada, el respeto por la vida humana es condicional dependiendo de quién sea esa vida, o sea, si es un delincuente, un narcotraficante, o un secuestrador”, reflexiona Gema Kloppe- Santamaría.
El posible origen del feminicidio
En el capítulo “Linchamientos y seres mitológicos”, Gema analizó cómo las creencias y las figuras del tipo mitológico contribuyeron a la ocurrencia de linchamientos en el México posrevolucionario, un ejemplo fueron las brujas.
“En ciertas comunidades, estas mujeres eran vistas, por un lado, como personas respetadas y admiradas por el tipo de poderes que tenían para hacer un bien, pero, al mismo tiempo, cómo podían hacer un daño, y ese poder las ponía en una situación de vulnerabilidad.
“Eran vistas como transgresoras del orden social, porque no cumplían con la expectativa de las mujeres como madres, sino que eran mujeres con posiciones de poder. Hago conexión con las nociones de género tradicionales y cómo se les trata de poner en su lugar a través del uso de la violencia. Para mí esos son los precursores del feminicidio en México”, relata.