Marcelo dejó la buena racha
Marcelo Ebrard sabe que no es el favorito del presidente para ganar la candidatura presidencial de Morena. Lo comentó abiertamente entre sus cercanos y delineó también una estrategia: volverle imposible a López Obrador rechazar su candidatura. ¿De qué manera? Quedando claramente arriba en las encuestas para que el presidente no pueda imponer su voluntad, sino que se vea orillado a dar su aval a Marcelo.
No se trata de lograr el empate técnico con Claudia. No se trata de rebasarla por un par de puntos. Ni siquiera de lograr que algunas encuestas digan que gana él y otras que gana ella. Tiene que ser una ventaja que no deje espacio a la duda. Desde finales de 2021 esa es su estrategia.
Para despuntar en las encuestas, Ebrard necesita crear una campaña que orgánicamente contagie a los medios de comunicación de forma masiva. Lo estaba logrando. Había tomado control de la carrera sucesoria en Morena al orillar a AMLO a definir reglas y ordenar las renuncias. Había descolocado a una Claudia Sheinbaum que se nota incómoda con la sola idea de tener que competir. Como que ya se había hecho a la idea de que no iba a tener que renunciar a la Jefatura de Gobierno, no iba a tener que probarse a ras de suelo y que sencillamente el Gran Elector de Palacio iba a inclinar la encuesta a su favor. Sheinbaum muestra hastío, se ve fuera de sitio en los mítines y el pánico a debatir con las otras corcholatas la exhibe como una candidata que no se sostiene por sí misma y necesita el respaldo del presidente.
Marcelo estaba enrachado, pero hizo algo que torpedeó todo: su alianza con Pío López Obrador -ícono de la corrupción obradorista a quien volvió estrella de su arranque de campaña- y el clímax de lambisconería que significó ofrecer una Secretaría de Estado a Andy López Beltrán -el hijo del presidente cuestionado por la red de tráfico de influencias para sus amigos- derrumbaron la imagen de Marcelo, particularmente entre el público moderado que es el que le puede dar los puntos porcentuales que le faltan para llegar a su objetivo de hacer imposible para AMLO escoger a alguien más.
Con Pío y Andy a cuestas, Marcelo no le va a arrebatar a Sheinbaum a uno solo de los radicales. Esos no confían en él y no van a confiar nunca. No tiene su ADN. Lo consideran un traidor en potencia. Tampoco va a lograr que AMLO cambie una decisión que tomó hace mucho tiempo. Y, por el contrario, al desdibujar su perfil, perdió a mucho del electorado de centro que podría ver en él una opción más capaz, menos beligerante y con más autonomía.
Un puñado de influyentes congresistas republicanos en Estados Unidos propuso quitar las visas a los funcionarios mexicanos del obradorato que no están combatiendo a los cárteles de la droga.
Vaya intervencionismo tan lacerante. Estos obradoristas deberían, en un acto de dignidad y desagravio, presentarse a las puertas de la embajada y arrojar ahí sus visas americanas. Renunciar a ellas. Al cabo que siempre han pensado que son mejores Cuba o Venezuela.