Hay otra dimensión, aparte de la frescura y de la naturalidad, en la que el mensaje y la mensajera son la misma cosa en Xóchitl Gálvez.
Es el mensaje de vida, el mensaje que prueba su verdad con la vida misma de quien lo emite. Se trata de un mensaje popular y prometedor.
Lo primero por el origen de la mensajera, nacida en la pobreza y en la falta de oportunidades. Lo segundo, por su historia de éxito y movilidad social a partir de ese origen.
No hay en la historia política del México contemporáneo un trayecto equivalente.
Es la candidata que hubiera soñado para sí la llamada Cuarta Transformación. Pero es su adversaria, la aspirante de la alianza opositora.
Frente a Xóchitl Gálvez, todo el liderato de Morena parece y es fifí. Empezando por el presidente, que ha sido cualquier cosa menos una mexicana pobre de ascendencia indígena, vuelta ingeniera, vuelta empresaria independiente, vuelta aspirante a la Presidencia.
Fifís por comparación son y parecen Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Ricardo Monreal, todos y cada uno de los miembros del gabinete, y de los gobernadores y gobernadoras de Morena.
En la historia de vida de Xóchitl Gálvez y en sus posiciones ante la pobreza y la marginación, no hay la impostación justiciera del intermediario que habla a cuenta de los pobres, sin haberlo sido.
Hay hechos, hay vida, hay ejemplo, y hay alegría, una alegría que le urge al país, luego de años del sonido agrio de la llamada 4T, luego de la pandemia y en medio de la violencia que crece y la pobreza que sigue ahí.
Xóchitl Gálvez es la adversaria más incómoda imaginable para la retórica obrista y rijosa de López Obrador, para su tono destemplado de redentor de lo que nunca padeció.
Al país le urge un cambio de tono, de ánimo, de perspectiva.
Lo demuestra la rapidez con que Xóchitl Gálvez ha capturado la imaginación y despertado el entusiasmo de miles.
Por cierto: mediante un diseño de comunicación que es el más moderno y amigable de todos los aspirantes presidenciales.
Aquí hay también una ingeniera.