Andrés Manuel López Obrador quiere volver a un país de trenes. El presidente ha convertido los proyectos ferroviarios en una de las insignias de su mandato y ha asegurado que antes de que deje su cargo en septiembre de 2024 se habrán construido más de 3.000 kilómetros nuevos de vía en México. No es solo el Tren Maya, sino los proyectos en Oaxaca, Chiapas y Veracruz, y los cuatro nuevos ejes de comunicación entre la capital y el Estado de México, que darán servicio a millones de usuarios. El dinero para estas infraestructuras hace tiempo que dejó de ser un problema: solo para estos últimos se van a destinar 146.000 millones de pesos (unos 8.600 millones de dólares). “Así como hablábamos del rescate de Pemex y del rescate de la industria eléctrica, esto es el rescate de los ferrocarriles”, ha dicho el mandatario este viernes.
En octubre se van a cumplir 150 años de la inauguración del primer tren de pasajeros en México. Fue el que conectaba la ahora Ciudad de México con Veracruz y se convirtió en una fiesta. Así lo cuenta el presidente, que insiste en que entre las vías del ferrocarril se lee la historia del país. De Juárez al porfiriato y de ahí a la revolución de Villa y Zapata. Ahora, en un país de 3.200 kilómetros de norte a sur, los únicos trenes que lo atraviesan son los de mercancías. “Se cancelaron los trenes de pasajeros y llevan décadas sin funcionar”, ha señalado el presidente, “fue muy irresponsable. En Europa siguen funcionando los trenes, en Asia siguen funcionando. No se debieron abandonar los trenes. Eso también tiene que ver la protección de la naturaleza y evitar el cambio climático”. Con ese lema como bandera, Andrés Manuel López Obrador ha empezado a acelerar.
Hay varios polos de construcción al mismo tiempo. Uno de los más urgentes está en solucionar el nudo de comunicaciones entre Ciudad de México y el Estado de México. En esta zona metropolitana viven 22 millones de personas y más de tres millones cruzan cada día la frontera invisible entre las dos entidades. El tráfico, la falta de integración entre transportes y el alto número de personas por cada trayecto han convertido los viajes entre los dos Estados vecinos en un desgaste de tiempo y dinero para los que viven en uno y trabajan en el otro.
Ahora mismo, por ejemplo, recorrer en transporte público los 18,5 kilómetros que hay entre Chalco, uno de los municipios más poblados del Estado de México, con 400.000 personas, y Santa Martha puede implicar dos horas y hasta dos cambios de vehículo. La construcción de un trolebús con un carril exclusivo promete reducirlo a 44 minutos. Esa es la bandera que enarbola López Obrador, acompañado de Alfredo del Mazo, el todavía gobernador, ya en funciones, del Estado de México. “El flujo inicial de pasajeros está pensado para 120.000 personas”, ha señalado el priista. La inversión va a superar los 10.000 millones de pesos (588 millones de dólares) y algunas estaciones tienen que estar ya listas en septiembre.
Es el proyecto más barato de los cuatro que se proponen para la zona metropolitana. Le sigue una ampliación de la Línea 12 del metro de Mixcoac a Observatorio, con 12.900 millones de pesos (760 millones de dólares). Esta extensión para la llamada línea dorada está planeada sin todavía subsanar las heridas que dejó el derrumbe de mayo de 2021, que provocó 26 muertos y más de 100 heridos. El tercer proyecto para el Valle de México es un tren suburbano que conecte la capital con el aeropuerto Felipe Ángeles. El AIFA fue inaugurado por López Obrador como una de sus obras clave para reducir la saturación del Aeropuerto Internacional de Ciudad de México, sin embargo, en la práctica, apenas recibe vuelos comerciales pese a la presión del Gobierno. Facilitar el acceso a la terminal es imprescindible para mejorar sus números. Para eso, el Gobierno va a invertir 25.800 millones de pesos (1.518 millones de dólares) en un tren suburbano que una la estación de Buenavista, en el centro de la capital, con el AIFA. La promesa de Obrador son 39 minutos exactos entre un punto y otro.
Por último está el tren interurbano entre Tacubaya, en Ciudad de México, y Toluca. Una obra mucho más ambiciosa que cubre casi 60 kilómetros entre las capitales de los dos Estados y que implica desembolsar 97.000 millones de pesos (5.700 millones de dólares). En total, entre los cuatro, son 209 kilómetros de vía, que tienen una fecha límite de funcionamiento completo: marzo de 2024. Todavía no se ha especificado cuánto van a costar los boletos para cada uno de los transportes.
Los ferrocarriles del sur
Al sur están los 1.500 kilómetros del Tren Maya que van a unir la península de Yucatán. Esta es, con diferencia, la obra estrella del presidente y también una a las que ha metido más presión. “Llueva, truene o relampaguee”, en palabras del mandatario, el tren se inaugura en diciembre. Acaban de llegar los primeros vagones a Quintana Roo y están planteadas para mitad de agosto las primeras pruebas dinámicas entre Cancún y Mérida, uno de los tramos más avanzados en la construcción.
López Obrador aboga por el empleo y la inversión turística que dejará la obra una vez esté completada. Sin embargo, el impacto ambiental de la construcción del tren ha supuesto desde el principio un lastre al proyecto. La deforestación de miles de hectáreas de selva, la destrucción de manglares, la cimentación del tren en terrenos delicadísimos como los cenotes y cuevas subterráneas, o la construcción de grandes infraestructuras en terreno protegido ha creado un gran frente ambiental contra el proyecto. De momento, se han aprobado para él 95.000 millones de pesos (unos 5.600 millones de dólares). La población de esos lugares no siempre se muestra descontenta con el proyecto, sin embargo.
La otra megaobra al sur del país es el corredor transísmico, que busca conectar el puerto de Salina Cruz, en Oaxaca, con el de Coatzacoalcos, en Veracruz. Una ruta de 200 kilómetros para unir los dos océanos: “Tiene que estar terminado en septiembre de este año”, ha afirmado el mandatario. Además, el presidente menciona el ramal que conectará Tapachula, en Chiapas, con Ixtepec (Oaxaca) y Coatzacoalcos a su vez con Palenque, al que da de plazo “a más tardar” en marzo.
López Obrador ha puesto el primer trimestre del 2024 como fecha límite a todas las obras para que de tiempo a “iniciar los períodos de prueba”: “Para que podamos, a finales de septiembre que concluye la Administración, ya tener operando este sistema, probado, funcionando”. Además, el río de inauguraciones de grandes infraestructuras en marzo le da al presidente oxígeno para las elecciones presidenciales de julio de 2024, cuando el candidato de Morena se mida para ver si conserva la fuerza del tabasqueño.
El presidente da por hecho que su transformación seguirá más allá de su mandato y ya ha dejado deberes ferroviarios a quien sea su sucesor: “También hacia adelante tienen que pensar los que nos van a relevar: no descartar el tren a San Luis, no descartar el tren al norte, tanto a Tamaulipas como a la frontera norte, el tren para Guadalajara, Sinaloa, Sonora, hasta Mexicali y Tijuana.... Hay que volver a los trenes”.