Con frecuencia el Presidente usa las palabras conservador o conservadurismo para descalificar o denostar a sus adversarios, el epíteto, invariablemente no tiene destinatario especifico y lo hace de manera genérica, pero cabe preguntarse sí en un mundo volátil, donde constantemente surgen avances tecnológicos disruptivos que modifican e impactan nuestras formas de relacionarnos en los diferentes órdenes de nuestras vidas, dígase: comercial, económica, política, cultural y socialmente, con el consecuente efecto de quedarse en el rezago, la parálisis, lo caduco o, simplemente, anquilosado y fuera del imparable proceso transformador de la sociedad mundial. Si uno no puede superar esta circunstancia existen posibilidades de quedarse fuera de contexto.
Pareciera que bajo esta dinámica de transformación constante del desarrollo tecnológico la mayoría de las personas nos enfrentamos a la siguiente disyuntiva: subirse a la dinámica transformadora o quedarse paralizado por esa onda expansiva de transformación constante con el riesgo de quedarse añorando un pasado que ya se fue.
Analizando el significado de estos conceptos conservador o conservadurismo, podríamos decir que, en mayor o menor grado, ya son caducos.
¿Quién es conservador? En el Diccionario de la Lengua Española el significado de la palabra conservador nos remite a varias acepciones, de las que destaco solo dos: la primera como “la persona que es proclive a mantener los valores y principios establecidos frente a las innovaciones y; la segunda, como aquella persona que es miembro de un partido conservador.
En el espectro político, el sentido de la palabra conservador que hace el habitante del Palacio nacional, parece ser, porque no ha sido muy claro al respecto, parece referirse a quienes se oponen a la cuarta transformación. Esta idea fue usada por primera vez por Chateaubriand en 1819 quien utilizó el concepto de “conservador para referirse a quienes se oponían a las ideas antecedentes y resultantes de la Revolución francesa”.
La palabra conservadurismo se inscribe en la Doctrina política que defiende el mantenimiento del sistema de valores políticos, sociales y morales tradicionales y se opone a reformas o cambios radicales en la sociedad o bien quien se opone a la postulación de candidatos de tolas las clases sociales.
Con estos referentes, etiquetar a las personas de conservadores o que favorecen el conservadurismo en un mundo actual, volátil, incierto y complejo, pareciera ser un despropósito porque la velocidad con la que están ocurriendo los acontecimientos y los avances tecnológicos no dan pie a estos adjetivos calificativos. En cierto sentido no hay cabida a un pensamiento conservador porque todos estamos expuestos a serlo de alguna manera u otra.
Por ello podemos observar que los políticos, gobernantes y líderes de partidos políticos practican el “chapulineo” saltando de un partido político a otro buscando una candidatura o pretendiendo formar parte de un gobierno sin importar ideología o principios partidarios. Invariablemente son pragmáticos y no tienen nada de conservadores, en todo caso, son convenencieros.
En un mundo altamente cambiante que no podemos entender, no podemos darnos el lujo de permanecer inmóviles o nos insertamos a la dinámica de la globalidad o, simplemente, quedaremos aplastados por los nuevos paradigmas dominantes.
*Ex catedrático de la UAEM