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OPINIÓN DE LUIS R. AVELEYRA

(1) MENSAJE A MR. TRUMP

Luis R. Aveleyra

 

Mientras Europa labora para convertirse en el domicilio del despotismo, nuestros esfuerzos deben tender, con seguridad, a  hacer del nuestro el hemisferio de la libertad. Una nación podrá perturbarse más que ninguna otra en ese designio…

Thomas Jefferson

Como reguero de pólvora se extendió la noticia. A las 16 de ayer, hora de México, el portal del Washington Post soltó de manera sorpresiva la noticia que Trump venía a México el día de hoy para sostener un encuentro con el presidente de la República.

Sinceramente cuando me lo comentaron creí que era una charada, pero horas más tarde, confirmado por los noticieros televisivos de la noche, se corroboró la noticia.

Como ciudadano mexicano me atrevo a dirigir este comentario al cuasi Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump:

Su visita a mi desolado país, se da en uno de los momentos en que las instituciones y la figura del presidente mexicano se encuentran en franco desprestigio y hasta desprecio internos.

Sorprende su actitud que es muestra de interés, pero también de voluntad por remontar circunstancias desafortunadas y, creo que es un hecho inusitado, un hito, —al menos para nosotros los mexicanos— que un contendiente  norteamericano en plena campaña por lograr la Presidencia nos visite.

No deja de ser halagador, pero también es un signo de esperanza, ante una relación que con el paso de los años ha sufrido desgaste, roces y a veces malas interpretaciones.

En los últimos años, los presidentes mexicanos se han empeñado es dos asuntos para ellos torales: la reforma migratoria en los Estados Unidos y la lucha contra el narcotráfico, pero sinceramente, señor Trump es un enfoque pequeño, que combate los efectos pero no las causas ni el origen de los problemas.

La política de los Estados Unidos hacia América Latina siempre ha sido la misma desde   Theodore Rooselvelt, la del gran garrote: “speak softly and carry a big stick, you will go far.”

Solo en dos momentos históricos tal política no fue tan explícita: en los tiempos del segundo Rooselvelt en la Casa Blanca con el New Deal, y el programa de la Alianza para el Progreso, instaurada en los años 60 con John F. Kennedy.

La América Latina de hoy, señor Trump, más que el patio trasero de los Estados Unidos, puede ser la salvación económica no por los negocios, sino por la mano de obra, por la capacidad y aspiración, por la voluntad de sus pueblos para elevar sus condiciones de vida.

De  llegar a la Presidencia del país más poderoso: ¿Quiere detener el flujo incesante de migrantes?, ¿quiere que el socialismo no avance más?, ¿desea que la doctrina Monroe perviva?, ¿desea lograr que ésta sea una región aliada a lo Estados Unidos?

Pues si su voluntad es esa, señor Trump, cambie la política no solo para con México sino para toda Latinoamérica. Usted es un hábil hombre de empresa, simboliza el éxito financiero de muchos norteamericanos que con tesón y trabajo han amasado fortunas, hoy le pedimos un cambio en la visión y en la forma de ver las cosas y los asuntos. Nuestros países buscan oportunidades, trabajo, equitatividad comercial, diversificación de mercados, mejores condiciones. La mejor forma de detener la migración es exportando el american way of life, el american dream, a los países con mayor pobreza y atraso.

Tiene usted razón cuando quiere construir un muro, pero que no sea el de la incomprensión, ni el del olvido hacia esta región del mundo, sino que sea un muro que contenga la pobreza, la marginación, el desempleo y la falta de esperanza.

Desde 1980 tenemos generaciones perdidas, sumidas en el atraso y la desesperanza, la ignorancia, el fracaso. Ello se debe al modelo de desarrollo y a la escasez de oportunidades. Como hombre  de empresa que es usted, haga florecer nuevamente el ideal del trabajo conjunto, del esfuerzo compartido, más que el de la represión.

Usted, más que la señora Clinton, puede encarnar la esperanza  para el desarrollo de nuestra región. Como empresario, vea la potencialidad y las posibilidades de generar mayor riqueza para todos.

Puede sonar ingenuo de mi parte, pero así como ha tenido usted la sensibilidad de venir a México, tenga la sensibilidad para plantear una política de inclusión en América Latina, reúnase con los migrantes, vea por los que hoy claman por la cancelación del Tratado de Libre Comercio, piense en grande como siempre lo ha hecho.

Deseo sinceramente que su estadía en mi país le sea grata, que las autoridades mexicanas comprendan el gesto político que realiza con su visita, que se remonten y queden en el olvido los malos entendidos y las ofensas, si es que las hubieron. Bienvenido sea a México si viene en buena voluntad hacia nosotros.

 

(2) ERRARE HUMANUM EST

Luis R. Aveleyra

 

Atribuida al gran estoico Lucio Anneo Séneca y siglos más tarde  pronunciada por  el gran obispo de Hipona, San Agustín ha quedado acuñada para siempre la sentencia: Errare humanum est. Es de humanos errar.

Con toda vergüenza y humildad ante los amables lectores de estos escritos, asumo la equivocación y el acto de ingenuidad en el que incurrí al pensar que la visita relámpago de Donald Trump a nuestro país había sido un gesto de buena voluntad hacia el pueblo y la nación mexicanos.

Azorado, me enteré a destiempo que tal iniciativa no  partió del candidato norteamericano sino del mismo Presidente Enrique Peña Nieto. Sinceramente, para quien esto escribe, fue como un balde de agua fría pues ahora sí, nos vimos como un pueblo cuyas autoridades desconocen la dignidad, la historia, el contexto y consecuencias de sus actos.

Tal invitación hace palidecer a Su Alteza Serenísima don Antonio María de Padua Ignacio Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón en el siglo XIX y Carlos Salinas de Gortari en el XX —los vende patrias más connotados— que bien podrían calificarse de prohombres dada la actual circunstancia.

Al término de su visita Donald Trump bien podrá hacer suya la expresión de Julio César: Veni, vidi, vici…” Vine, ví, vencí.  Sin disparar un tiro, vino a decirle al mandatrio mexicano que lejos de retractarse de su verborrea y de sus señalamientos contra los connacionales y los migrantes, construirá su muro de la ignominia, que persistirá en suprimir la enmienda 14 de la Constitución norteamericana que otorga la nacionalidad a los hijos de emigrantes nacidos allende la frontera y porque gravará las remesas de dólares enviadas a nuestro país, amén que endurecerá la política migratoria.

La falta de apreciación de quien esto escribe es garrafal, me llenó un fallido entusiasmo —lo reconozco públicamente— pero con este hecho, las ya de por sí espinosas relaciones con los Estados Unidos serán más tensas de triunfar la señora Hilary Clinton.

Ella no confía en el presidente  Enrique Peña Nieto, ni en su equipo de trabajo; es poco probable que acepte la invitación de venir a México, es más, por ser una persona altamente cerebral, no dada a mostrar emoción,  es muy probable que guarde, como en otras ocasiones, este desaire y lo cobre de llegar a la máxima silla del Vecino del Norte o bien que ni siquiera conteste a la invitación formulada.

Dada la circunstancia actual, el mandatario mexicano devaluó la relación diplomática, deja a la deriva a miles de migrantes. La política norteamericana es mucho menos emotiva que la mexicana y este acto nos hace ver ingenuos, cuasi ignorantes, insensibles.

Más allá del clima de linchamiento público, más importante que el error cometido, queda en claro que Donald Trump está hecho de la misma madera de la política del big stick, el gran garrote, que no va a negociar con el gobierno mexicano, que actuará en contra de miles de compatriotas y muy probablemente origine con su postura problemas mayores para el ya de por sí complicado entorno internacional.

Mostró una vez más la pasta de la que está hecho: arrogancia, soberbia un odio apenas disimulado y un carácter explosivo.

Pasmado como me encuentro, sólo acierto a agregar:

“En política  el arrepentimiento no existe. Uno se equivoca o acierta, pero no hay arrepentimiento contra hechos consumados…”

 

                                                                                                                             Santiago Carrillo

 

 

 

 

 

 

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