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Carrera mundial al séptimo continente: la Luna


La Luna será el séptimo continente de la Tierra, el único cuyas riquezas y recursos están aún por conquistar y explotar. Esta idea, formulada hace más de medio siglo en la Unión Soviética (los rusos consideran Eurasia un solo continente), ha resucitado con la inminente llegada de las primeras misiones al polo sur del satélite. Aquí, las potencias espaciales se disputarán el nuevo oro lunar: el agua.

La primera carrera espacial la disputaron Estados Unidos y la Unión Soviética.

La URSS comenzó con ventaja y fue el primero en enviar sondas robóticas que mostraron la cara oculta, aterrizaron con éxito por primera vez y enviaron muestras lunares de vuelta a la Tierra.

Tras un enorme esfuerzo tecnológico y económico, Estados Unidos triunfó al llevar al hombre a la Luna por primera vez con el ‘Apolo 11’, en julio de 1969.

En 2009, misiones orbitales lanzadas por India y Estados Unidos descubren por casualidad agua (marcada en azul en esta imagen) en los polos del satélite.

Hasta ahora solo se ha conseguido llevar naves a la zona ecuatorial de la Luna.

Por primera vez, Rusia (Luna-25), India (Chandrayaan-3) y después Estados Unidos (Artemis) van a intentar aterrizar en el polo sur, cerca de los cráteres donde nunca llega la luz del sol y donde es más probable encontrar grandes reservas de agua helada.

En unos días, Rusia e India se disputarán ser el primer país que consigue aterrizar con éxito en esta región lunar.

La misión más ambiciosa a la Luna en los próximos años es Artemis 3, que llevará astronautas al polo sur en diciembre de 2025.

La NASA ha seleccionado 13 posibles lugares de aterrizaje que tienen dos ventajas: son zonas iluminadas por el sol la mayor parte del año y están muy cerca de cráteres en sombra perpetua donde encontrar grandes cantidades de agua.

Rusia había previsto que su sonda Luna-25, la primera que lanza a la Luna este país en más de 40 años, aterrizase entre el 21 y el 24 de agosto. La Chandrayaan-3 de la India alunizará el 23 o el 24. Los dos países van a disputarse el primer puesto en cuestión de días, o incluso horas.

“Esperamos llegar el 21″, ha dicho Yuri Borisov, jefe de la agencia espacial rusa, en unas declaraciones recogidas por Reuters. El alunizaje en el polo será completamente automático, y mucho depende de que la sonda llegue justo a la zona prefijada, que es poco abrupta. “Confío en que tengamos un aterrizaje suave y preciso y seamos los primeros en llegar”, ha añadido Borisov.

La principal ventaja de Rusia es que su nave está preparada para aguantar en el hostil polo sur durante un año o más. La nave permanecerá fija en su punto de aterrizaje, al norte del cráter Bogulawsky, de 97 kilómetros de diámetro y donde hay una alta probabilidad de encontrar agua.

“Si hay agua helada en la capa superior de la superficie lunar cerca del sitio de aterrizaje, los instrumentos científicos a bordo de Luna-25 podrán detectarlo”, asegura a EL PAÍS Olga Zakutniaya, portavoz del Instituto de Investigación Espacial de Rusia (IKI), responsable de la parte científica de la misión. “Sin embargo”, continúa, “incluso en sus regiones polares, nuestro satélite es un lugar muy seco en comparación con la Tierra. El instrumento ruso LEND a bordo de [la sonda orbital] LRO de la NASA ha demostrado que el contenido de agua en la capa superior de la superficie, hasta un metro de profundidad, no supera el 5% en peso, pero solo en las regiones más ricas en agua. El contenido promedio es menor y las regiones con mayor presencia de agua están distribuidas de manera desigual”. Esto plantea importantes retos para el futuro sobre cómo aprovechar esa agua para generar hidrógeno que sirva de combustible, oxígeno para respirar y líquido para beber.

Si la Luna-25 consigue aterrizar con éxito, los experimentos comenzarán de inmediato, pero los resultados tardarían en llegar entre cuatro y seis meses, explica Zakutniaya. La nave debe hibernar durante las gélidas noches lunares, que duran algo más de 14 días terrestres. Esos resultados también aportarán otro dato clave. “El polvo lunar es extremadamente nocivo tanto para las sondas robóticas como los futuros astronautas, así que con los datos de esta misión desarrollaremos planes para combatir su efecto”, resalta la portavoz del IKI. Rusia planea enviar misiones robóticas sucesivas al polo sur que sienten las bases para la llegada de cosmonautas, un proyecto que aún no tiene fecha aprobada por el Gobierno de Vladímir Putin.

Imagen de la Luna tomada por la sonda Chandrayaan-3.

Imagen de la Luna tomada por la sonda Chandrayaan-3.ISRO

La India puede considerarse el David que lucha contra el Goliat euroasiático. Su nave Chandrayaan-3 lleva menos instrumentos científicos y solo aguantará en funcionamiento hasta que el sol se ponga después del primer día lunar. Al contrario que Rusia, que ya ha conseguido aterrizar naves robóticas en el satélite, la India sale del fracaso de Vikram, un módulo de aterrizaje que viajaba a bordo del orbitador Chandrayaan-2 en 2019 y que no logró alunizar con éxito. Los responsables de la Agencia India de Exploración Espacial (ISRO) aseguran que han aprendido de los errores y esperan que en esta ocasión la nave se pose con éxito a una velocidad similar a la de una persona caminando. Su gran baza es que lleva a bordo el Pragyan (sabiduría en sánscrito), un pequeño vehículo móvil que le permitirá explorar el entorno cercano al punto de aterrizaje en el polo sur, y analizar la composición del suelo y las rocas.

La agencia espacial india detalla que hay ya seis sondas orbitales en uso en la Luna y otras dos abandonadas, y que Chandrayaan-2 ya ha tenido que realizar tres maniobras para evitar colisiones con otras naves. Los indios esperan que a medida que la Luna se va llenando con más naves tanto públicas como privadas, será más urgente coordinarse para evitar “riesgos”.

Justo mientras Rusia y la India se disputan ser los primeros en aterrizar en el polo, Japón se unirá a la carrera lanzando su misión Slim, un pequeño artefacto desarrollado por la agencia espacial nipona que tiene previsto despegar el 26 de agosto. En este caso, su objetivo es aterrizar lejos del polo, en las zonas ecuatoriales del satélite.

El plato fuerte de esta fiebre del oro lunar llegará con el desembarco de Estados Unidos y sus aliados. Esta semana, el jefe de la NASA, Bill Nelson, ofreció una rueda de prensa que parecía diseñada para contraprogramar el lanzamiento de la misión rusa Luna-25, llevada a cabo con éxito el viernes. Su principal mensaje fue que las fechas de las misiones tripuladas Artemis 2 y 3 siguen plenamente vigentes, a pesar de que el cohete necesario para una de ellas, el Starship de SpaceX, voló por los aires en su primera prueba. Artemis 2, tripulada por tres estadounidenses y un canadiense, saldrá a finales de 2024 para realizar un sobrevuelo de la Luna. La siguiente, fijada para diciembre de 2025, llevará a la primera mujer y al primer hombre no blanco a pisar la superficie del polo sur, 50 años después de las primeras misiones tripuladas al satélite.

Nelson enfatiza que hay una carrera espacial, aunque su contendiente no es Rusia ni la India, sino China. “No quiero que China llegue al polo sur antes que nosotros y diga: ‘Esto es nuestro, no vengáis”, explicó el excongresista. A través de los acuerdos Artemis, Estados Unidos se está erigiendo en el árbitro mundial que vigilará que los recursos de la Luna sean accesibles a todos los firmantes, 28 países por el momento, incluida España. A pesar de la guerra de Ucrania y la lejanía con el régimen de Putin, Nelson fue sorprendentemente favorable hacia Rusia. “Les deseamos suerte”, dijo sobre Luna-25.

En 2024, la NASA también espera lanzar varias misiones robóticas, incluido un rover de exploración móvil, que allanen el terreno para los astronautas y su Campo Base Artemis, el primer asentamiento humano en el polo sur de la Luna. Desde aquí, los astronautas explorarán el entorno usando diferentes vehículos acondicionados para misiones, primero de varios días y después, semanas. Será el arranque de proyectos público-privados que se desarrollarán esta década y que iniciarán la explotación de agua y minerales en la Luna. Las bases lunares en la superficie y las orbitales serán el lugar donde ensayar las futuras misiones a Marte, con un viaje de ida que durará un año.

El veterano científico ruso Mikhail Marov, especialista en exploración del sistema solar, expresó recientemente una idea admirable, aunque algo alejada del clima geopolítico actual. “Hace 112 años, en 1911, comenzó el estudio del Polo Sur de la Tierra”, escribió en un número especial de la revista Boletín Astronómico dedicado a Luna-25. “Medio siglo después, la Antártida es lugar de residencia de varios miles de personas de casi 30 países, quienes constantemente hacen allí investigaciones científicas a gran escala. En la era moderna, el comienzo del desarrollo del polo sur de la Luna puede convertirse en un análogo de este proceso”.

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