El tema más importante hoy en el país es el avance de los grupos criminales, la sevicia de los asesinos y la frivolidad del Presidente que carece de estrategia para reducirlos.
Se presenta como víctima y no asume su responsabilidad.
Todo el sexenio ha sido así, y ante cada evento de sangre nos recuerda que en México gobierna un fanático.
El fanatismo de López Obrador se deriva de una supuesta superioridad moral suya sobre todos nosotros.
Sigue creyendo que con cortejos y concesiones los grupos criminales van a deponer las armas y convertirse en buenos ciudadanos, porque se los pide él.
El secuestro y asesinato de cinco jóvenes en Lagos de Moreno lo exhibe tal cual es. Sobre la crueldad que estremece a cualquier persona cuerda, el chistorete presidencial.
Pero igual de frívola y complaciente ha sido su actitud ante la sevicia homicida de cárteles que destazan a seres humanos y guardan sus restos en congeladoras…
O los 40 migrantes que la ineptitud impune del gobierno provocó que murieran entre las llamas de una cárcel del Instituto Nacional de Migración…
Y los asesinatos de niños y mujeres en Bavispe, calcinados.
O los sacerdotes asesinados en la sierra Tarahumara.
Y las masacres en Guerrero, un estado que AMLO puso en manos de narcos… Etcétera.
No hay estrategia para frenar el baño de sangre.
¿Por qué tendría que haberla? Vamos bien, dice el Presidente. Y la culpa es de los medios de comunicación.
La amenaza a los dueños de medios que soltó el viernes, porque en sus estaciones de televisión, radios y periódicos se difundieron los hechos de Lagos de Moreno y su inaceptable negativa a contestar, lo retrata nuevamente.
Que los dueños de medios censuren a sus periodistas o se atengan a las consecuencias.
López Obrador no explota contra los cárteles criminales, contra su crueldad y villanía, sino contra los medios de comunicación, porque en su mente fanatizada la víctima es él y no sus gobernados.
“Hace dos días fueron capaces de inventar que me burlé, pero ya no culpo a los conductores de radio, de televisión, no, son los dueños de estaciones de radio y televisión, de los periódicos, no es Ciro, no es López-Dóriga, es arriba, nada más que sepan que acuso recibo”, dijo el viernes, y agregó:
“Ya es el colmo del cretinismo inventar lo que no sucede. No voy a dar ni un paso atrás, menos ahora que ya me falta muy poco para cerrar mi ciclo. Si no me eché para atrás cuando luchaba a la intemperie, a campo abierto y me faltaba muchísimo, pues ahora cómo me van a someter, no, no, no. Acepto el desafío”.
¿Cuál desafío? ¿El de los grupos criminales?
No, el que construye en su mente: los dueños de medios de comunicación en contra suya.
Sheinbaum y Adán Augusto comparten con AMLO la idea del regreso al pasado estatista y antidemocrático, el “chavismo a la mexicana” que el Presidente quiso imponer y fracasó porque perdió las elecciones intermedias y la Corte no se doblegó.
Pero están cuerdos.
La jefa de Gobierno no destruyó lo que se había construido en 12 años en materia de seguridad en la capital del país y nombró al frente de la Policía a un policía. Alguien que sabe. No es del agrado del Presidente, y a pesar de ello Claudia Sheinbaum lo sostuvo.
Ebrard presentó un plan de seguridad, porque sabe que se necesita.
Ricardo Monreal ha sido insistente en exigir cambios en la política de seguridad porque sabe que no hay, y su estado es víctima.
Cualquiera de ellos, de llegar a la Presidencia, tendrá que deslindarse de López Obrador y de su estrategia de abrazos para frenar el avance de los grupos criminales.
En la mentalidad del fanático, el que corrige traiciona.
Aun ganando Morena la Presidencia habrá un choque con López Obrador, responsable de dejar el país con narcos y criminales empoderados.
Sacó al monstruo de la botella y vendrá una tarea larga, dolorosa y titánica para regresarlo.
A estas alturas, y de manera tardía, el Presidente estará cayendo en la cuenta que el único aspirante que garantiza la continuidad de su obra es Gerardo Fernández Noroña, porque es tan fanático como él, y no estoy muy seguro.