Sólo hay un mexicano por el que hay una invariable empatía en el discurso del Presidente de la República: el propio Presidente.
En esa lógica de ser él mismo el gran compadecido y el gran defendido de su discurso, no hay espacio a la duda, a la concesión de errores, a la corrección, ni a la empatía con otros que no sean los suyos.
No hubo espacio para un mensaje de solidaridad a las familias de los jóvenes masacrados en Lagos de Moreno, donde el domingo, por cierto, secuestraron a otros cinco jóvenes, ahora no amigos de toda la vida, sino hermanos.
Crimen que no se castiga se repite.
La estrategia de frialdad, mentira y negación que rige el discurso presidencial ha sido una constante de su gobierno.
Es la que le ha permitido al Presidente cruzar sin inmutarse por la angustia de las madres que perdieron las estancias infantiles para sus niños que el gobierno cerró; por el dolor de miles de familias con niños enfermos de cáncer cuyas medicinas faltan en los hospitales públicos; por la rabia y el miedo de las mujeres que se movilizan contra el feminicidio y contra el abuso de género; por las peticiones de “madres buscadoras” de restos de familiares muertos en un país de 90 mil desaparecidos.
Es la estrategia de frialdad, mentira y negación que le ha permitido al Presidente pasar por el túnel funeral de la pandemia de covid, haciendo como que no pasaba nada, ofreciendo remedios idiotas como usar amuletos y “detentes” contra un virus que acabó matando a 800 mil mexicanos.
Es la estrategia discursiva que le ha permitido cruzar por el gigantesco cementerio que es el país, digno de una guerra civil, sin hacerse responsable de la espiral de sangre que ha dejado en su gobierno 163 mil homicidios.
Aceptar estos hechos sería, en la lógica política del Presidente, una ingenuidad, una forma de darle la razón a sus adversarios, de aceptar, bajo presión de los perversos, que su causa tiene manchas, que el país de su voluntad es imperfecto, que el horror puede ser del tamaño que dicen sus enemigos.
A otro perro con ese hueso de la verdad y la decencia.