El módulo de aterrizaje Vikram ha tomado tierra hoy poco después de las seis de la tarde hora de India, las 14:30 en la península, después de realizar una maniobra de frenado y aproximación a su destino que ha sido completamente automática y que supone un enorme reto tecnológico. Hasta hoy, solo Estados Unidos, la Unión Soviética y China habían logrado aterrizar con éxito en la Luna, pero nadie lo había hecho en el polo sur del satélite, donde puede haber enormes reservas de agua helada que sustenten futuras bases habitadas y misiones tripuladas a Marte y más allá.
“La operación de aterrizaje es extremadamente compleja, por eso la llamamos los 20 minutos de terror”, ha explicado a EL PAÍS, Santosh Vadawale, científico de la misión Chandrayaan-3.
Los momentos más críticos han comenzado cuando el módulo Vikram ha alcanzado el punto más cercano a la Luna dentro de su órbita elíptica. En ese instante iba a más de 6.000 kilómetros por hora.
La nave ha encendido sus cohetes para frenar a la vez que se inclinaba desde su posición horizontal hasta quedar completamente vertical y con sus patas hacia abajo, lo que requiere una complicada sincronización de los sistemas de orientación y propulsión. Al mismo tiempo, el Vikram ha hecho un seguimiento de su velocidad y posición utilizando sus propios sensores y se ha asegurado de que llegaba a la zona de aterrizaje designada, no demasiado lejos del cráter Bogulawsky donde intentó aterrizar Rusia. En la última parte del proceso, la nave ha identificado posibles peligros como cráteres y bloques de piedra y ha encontrado un lugar seguro para el aterrizaje suave, que se ha realizado a una velocidad similar a la de una persona caminando despacio. Todo de forma automática y sin posibilidad de intervención desde Tierra.
El objetivo principal de Chandrayaan-3 es demostrar el aterrizaje seguro y suave en la región polar sur de la Luna. Desde el punto de vista científico, los principales objetivos son comprender las propiedades térmicas y físicas de la superficie lunar en el lugar de aterrizaje, y entender sus propiedades químicas.
“La contribución científica más importante de esta misión serán las observaciones completamente nuevas de las propiedades químicas, térmicas y físicas de la superficie lunar en la región polar sur”, resume Vadawale.
India llega al polo sur selenita pocos días después del desastre de la sonda Luna-25 con la que Rusia quería adelantarse y ser la primera en llegar a esta región del satélite. Pero el domingo el centro de control de la misión perdió la comunicación con la nave y esta se estrelló. De hecho, la Luna se ha convertido en poco tiempo en un cementerio de misiones espaciales. Japón fracasó este año, Israel en 2019 y poco después, la propia India, que perdió sin remedio el módulo de aterrizaje de la misión Chandrayaan-2.
Los ingenieros de la agencia espacial india aprendieron de aquel fracaso. Han incluido muchas mejoras técnicas en Chandrayaan-3, y han realizado pruebas exhaustivas en Tierra, lo que les hacía estar “muy confiados” del éxito, explica Vadawale.
La Chandrayaan-3 ha alunizado justo cuando estaba amaneciendo en el punto de aterrizaje. En la Luna los días duran 14 días terrestres y las noches, tantos otros. Al ponerse el sol las temperaturas pueden bajar a 200 bajo cero, tal vez demasiado para que las sondas sobrevivan si no tienen un sistema de calefacción —el de la malograda Luna-25 funcionaba con uranio radioactivo—. La Chandrayaan no tiene un generador de calor más allá de sus paneles solares, por eso su tiempo de vida oficial son los 14 días de sol, aunque los responsables de la misión creen que podría aguantar más tiempo. “Solo podemos esperar y ver”, ha explicado a este diario Anil Bhardwaj, director del Laboratorio de Investigación Física de India, quien lleva trabajando en el programa espacial del país asiático casi 30 años.
El módulo de aterrizaje Vikram es un ingenio de casi dos toneladas que lleva el nombre de Vikram Sarabhai, creador del programa espacial indio en 1947, el año que India se independizó del Reino Unido.
La nave comenzará a funcionar unos 10 minutos después del alunizaje, cuando se haya posado todo el polvo que levante. Tras las comprobaciones de que todo funciona, en unas cuatro horas, se desplegará una rampa por la que descenderá Pragyan —sabiduría en sánscrito—, un vehículo de seis ruedas y casi 30 kilos que podrá rodar unos cientos de metros a la redonda del punto de aterrizaje.
Este rover lleva a bordo dos instrumentos científicos para analizar la composición química del terreno. Uno de ellos lanza un potente haz de luz láser para descomponer los compuestos y detectar hasta 16 elementos diferentes, entre ellos el oxígeno y el hidrógeno que forman el agua.
Vikram lleva otros cuatro instrumentos científicos. Uno de ellos es una sonda que irá midiendo la temperatura del subsuelo hasta una profundidad de 10 centímetros. Sus datos son claves para saber si puede haber agua helada y cómo le afectan los cambios de temperatura exteriores.
El aterrizador también lleva a bordo un reflector fabricado por la agencia espacial estadounidense NASA. Es una actualización de los que portaban las naves del Apolo, que llevaron a los primeros astronautas a la Luna a finales de la década de 1960. Este instrumento permite disparar un rayo láser desde la Tierra y recibir el reflejo, con lo que se mide la distancia con gran precisión.
India prepara ya una vuelta de tuerca más. Su agencia espacial está desarrollando la misión LUCAX en colaboración con la agencia japonesa, JAXA. Esta nueva misión portará un módulo de alunizaje desarrollado por India y un vehículo móvil creado por los japoneses. Su destino es más hostil aún que el actual: las zonas de sombra perpetua cercanas al polo sur, donde nunca llega la luz del sol y es más probable que exista gran cantidad de hielo. Esta misma zona, repleta de cráteres que parecen agujeros negros, es el objetivo declarado de Estados Unidos, que tiene previsto llevar allí a la primera mujer y al primer hombre no blanco en diciembre de 2025.