"Para proporcionar un falso sentimiento de seguridad, los gobiernos han hecho más difíciles el comercio, la migración y la construcción, asegurando un menor crecimiento y dañando a la misma gente que los políticos dicen estar protegiendo".
Johan Norberg
SAINT-TROPEZ.- La globalización ha muerto, lo he escuchado cientos de veces de quienes pretenden ser los mejores especialistas del mundo. Lo curioso es que no me habría enterado sin esa globalización que permite el libre intercambio de información, ideas, mercancías, servicios y personas.
Los noticiarios nos dicen que Washington está empeñado en frenar el comercio y la inversión en China. Trump empezó las medidas proteccionistas, pero Biden las ha continuado. Presionada, Apple ha anunciado que está sacando sus procesos de producción de China. Beijing ha respondido con medidas proteccionistas propias. En el mundo, los restaurantes más caros se enorgullecen de ofrecer solo productos locales, sin recurrir a esa globalización que nos trae comestibles desde cualquier lugar del mundo. El presidente López Obrador insiste que México debe ser autosuficiente y producir todos sus alimentos y su gasolina.
Esta visión la sostienen políticos tanto de izquierda como de derecha, pero en el fondo es profundamente conservadora e injusta. Procede de la idea que el comercio y los intercambios debilitan una economía o a una cultura, cuando la verdad es exactamente la contraria. Los intercambios fortalecen a los pueblos en todos los sentidos; y entre más amplios son, mayor es su capacidad para crear oportunidades.
Los periodos de globalización han sido los de mayor bonanza económica e intelectual de la historia. Los momentos más brillantes de la antigüedad, como el esplendor de Atenas y de Roma, eran de globalización. La Edad Media europea fue, en cambio, producto de un esfuerzo de la Iglesia Católica para restringir el comercio y el crédito. El imperio islámico logró sus momentos más brillantes en su expansión por el mundo y alcanzó una cumbre cultural en el califato de Córdoba, en al Ándalus, donde convivieron pensadores musulmanes, cristianos y judíos que pudieron abrevar libremente de las ideas de los antiguos griegos. China fue una potencia económica, militar y de innovación hasta que, bajo la dinastía Qing, se encerró para proteger a sus ciudadanos de las influencias extranjeras. El encierro empobreció al país. Mao Zedong continuó esta tendencia al adoptar un sistema comunista que buscaba un aislamiento total, tanto comercial como cultural. Solo después de la muerte de Mao, Deng Xiaoping lanzó a China a un nuevo futuro al liberalizar la economía y abrir el país al mundo.
La relación entre Estados Unidos y China, las dos mayores economías del mundo, es muy importante para la globalización. Las medidas proteccionistas tomadas por los presidentes estadounidenses Trump y Biden, así como por el líder chino Xi Jinping, no han reducido el comercio entre los dos países, pero junto con la pandemia lo han frenado. Las importaciones de productos chinos por Estados Unidos, por ejemplo, alcanzaron un nivel máximo de 538 mil millones de dólares en 2018; con la pandemia se desplomaron a 432 mil millones en 2020, pero en 2022 se encontraban nuevamente en 536 mil millones. Las exportaciones de Estados Unidos a China, mientras tanto, han crecido de 120 mil millones de dólares en 2018 a 124 mil millones en 2020 para alcanzar 154 mil millones en 2022 (census.gov).
La pandemia fue un golpe mayor para la globalización que el auge de las ideologías proteccionistas. A pesar de los esfuerzos de los políticos conservadores e izquierdistas, la apertura parece estar manteniendo su fuerza. Angela Merkel lo dijo en Davos en 2007 ante las protestas de los globalifóbicos: "La globalización es un proceso de liberación".
· DESAPARECIDOS
Karla Quintana renunció al cargo de Comisionada Nacional de Búsqueda de Personas. Se había convertido en un personaje incómodo para un gobierno que se niega a aceptar que el número de desaparecidos ha aumentado en este sexenio en México.