Hace tres semanas, Rosalía Castro le escribió indignada a Karla Quintana, quien entonces dirigía la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Unos funcionarios, que participan en el censo de personas desaparecidas, llegaron a casa de una de sus compañeras del colectivo Solecito, en Veracruz.
"Llegaron diciendo que buscaban a Luis Ángel, que si le podían avisar", dijo a Castro una de sus compañeras. Luis Ángel está desaparecido. A esas horas, el chat de los familiares bullía. El enojo era con el Presidente. "Quiere literalmente tener otros datos para no quedar tan mal con la sociedad. Esto es un circo, una revictimización", dijo una de las madres.
Otra integrante del colectivo contó que las personas del censo llegaron en unas camionetas, sin identificación visible. Creyó que venían a secuestrarla. Castro exigió al equipo de Quintana que capacite a quienes participan en el censo. Fue la última vez que las dos mujeres se comunicaron. Pocos días después, en medio de quejas y un censo que el gobierno dice estará listo en tres meses, Quintana renunció.
"La salida no nos afecta, al estado (de Veracruz) lo ayudó muy poco. Le pedíamos la base de datos a nivel nacional y no lo hizo. No hacen una búsqueda inmediata. Hay demasiada burocracia, con hacer una ficha de búsqueda creen que ya están cumpliendo", me dijo Castro.
Todas las personas con quienes hablé creen que Quintana fue ética pero no hizo suficiente. "Ojalá decida denunciar todo lo que se está fraguando con la intervención del poder militar en la desaparición en el país. Al igual que con Ayotzinapa, la prioridad hoy es 'borrar los rastros'", me dijo un activista.
Pedí entrevista a Quintana. No respondió. Una fuente cercana a ella, quien pidió anonimato, me dijo que los desacuerdos que llevaron a la renuncia comenzaron en Ciudad de México. "Había que tener una baja en los homicidios. Dejaron crecer el número de desaparecidos. Tienen miles de registros que se han negado a subir a la base de datos", me dijo.
Y los casos se suman en niños y adultos. En la capital, hay oficialmente más de 4 mil menores desaparecidos desde 1962. Las cifras se han disparado desde 2019, con más de 1,500 mujeres adolescentes desaparecidas solo en los últimos cuatro años.
Otras fuentes hablan de la obsesión del Presidente: tener menos desaparecidos que Felipe Calderón. El Registro Nacional de Personas Desaparecidas, desde 1962 hasta julio de 2023, cuenta 110 mil casos; más de 43 mil de este sexenio. Esta obsesión parece haberse convertido en política pública. Durante años, la Comisión se negó a publicar su base de datos.
Poco después de la renuncia de Quintana, la base se hizo pública, reportó el proyecto periodístico "A dónde van los desaparecidos". Mis colegas publicaron que "autoridades más arriba de Gobernación" solicitaron la renuncia. Arriba de Gobernación solo está la Presidencia.
En los últimos días, otros activistas han alertado a la prensa que tienen información de que el registro de personas desaparecidas pasaría a estar bajo control de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Consideran que es otro indicio preocupante.
"Pienso que el punto de quiebre es el intento de manipulación de la base de datos con fines político electorales", me dijo la fuente cercana a Quintana. El siguiente paso, dicen activistas y expertos, es vigilar la terminación del censo, exigir que se realice de forma ética y proteger la Ley de Desaparición Forzada, que México aprobó en 2017.
Castro está en unos diez grupos de WhatsApp de familiares de personas desaparecidas. Su hijo, Roberto Carlos, desapareció en Nochebuena, en 2011. Cuando lo secuestraron, iba con su novia, en camino de presentársela a su madre. "Después de todos estos años, sigo igual que como empecé: buscando a mi hijo", me dijo.
Todos los días, a los grupos de WhatsApp en los que participa, llegan fichas de nuevas personas desaparecidas. A veces son dos, a veces cuatro. "Mi vida es compartir las fichas. Tenemos que ayudarnos entre nosotros porque si no, ¿quién nos va a ayudar?", me dijo.
La política no pasa por estos grupos, y todo el sufrimiento que se acumula en ellos. La tragedia de los desaparecidos no sabe de campañas a la Presidencia, ni de imagen pública o encuestas electorales. Esta tragedia sabe del horror diario de quienes, después de muchos años, siguen hablando en presente de aquellos a quienes buscan.
@penileyramirez