¿Morena tendrá candidato o candidata presidencial? ¿Será la exmandataria capitalina Claudia Sheinbaum o será el excanciller Marcelo Ebrard? ¿O dará la sorpresa el exsecretario de Gobernación Adán Augusto López? ¿Podría el senador Ricardo Monreal venir del último sitio y remontar? En cuestión de días los mexicanos obtendrán las respuestas a estas preguntas. A partir de este lunes se comenzará a levantar la encuesta nacional con la que el partido en el Gobierno definirá su candidatura presidencial, de cara a las elecciones de 2024. Las corcholatas —como se conoce popularmente a los aspirantes de Morena— tuvieron 70 días para promocionarse por todo el país en busca de simpatías, en un muy anticipado proceso interno que desafió todas las leyes y puso en aprietos a las autoridades electorales. Quien gane la encuesta recibirá de Andrés Manuel López Obrador el mando de su movimiento político y tendrá la enorme encomienda de abanderar su proyecto el próximo año. Ninguna encuesta había importado tanto como esta. El levantamiento durará siete días, y el resultado final se dará a conocer el 6 de septiembre.
López Obrador ha sido de principio a fin el gran conductor de la sucesión en Morena, partido que él fundó y que le sirvió de plataforma electoral en 2018, cuando, tras dos intentos fallidos, finalmente ganó la elección presidencial (ha sido el mandatario más votado de la historia de México). López Obrador intervino en el proceso sucesorio con el propósito de evitar la ruptura interna y mantener un partido unido para afrontar a la oposición en las urnas. Que el presidente logre o no su cometido es algo que también se sabrá en pocos días. Lo cierto es que las corcholatas han llegado a esta recta final arrastrando un fuerte desgaste, que incluyó desde críticas por el derroche de dinero en algunas de las campañas hasta acusaciones de “cargadas” de funcionarios para favorecer a algunos aspirantes.
Ebrard, situado por la mayoría de las encuestas en segundo lugar, se ha esforzado por posicionar el mensaje de que la contienda interna es solo entre él y Sheinbaum. El excanciller —que también fue jefe de Gobierno capitalino— ha sostenido que, mientras él ofrece consolidar y aun perfeccionar el proyecto obradorista, Sheinbaum representa solo una continuidad inmóvil. Por su parte, la exmandataria ha apostado a una campaña plana, sin sobresaltos ni confrontaciones, que le ha permitido administrar su ventaja como puntera en las encuestas y navegar en aguas tranquilas. Adán Augusto, como se le conoce al exsecretario de Gobernación, ha resaltado sus semejanzas con el presidente —el origen tabasqueño, el apellido López, el habla del sureste— para ganar simpatías y salir del tercer sitio en las mediciones. Monreal ha acusado reiteradamente que no logró levantar su popularidad debido al veto de dos años que le impuso el presidente a sus aspiraciones.
La ‘operación cicatriz’ que viene
Las reglas que debían seguir las corcholatas fueron diseñadas por López Obrador. Él les impuso la condición de renunciar a sus cargos públicos para evitar el desvío de recursos públicos para sus campañas. También hizo los arreglos para que los perdedores de la contienda tengan asegurado un lugar en la próxima Administración, si Morena triunfa en 2024. Fue López Obrador, también, quien resolvió que una sola pregunta de la encuesta —la de: “¿A quién prefiere como candidato o candidata presidencial?”— fuera la decisiva y tuviera un valor del 75% de todo el cuestionario, según ha confirmado a este periódico uno de los aspirantes. Esa pregunta se responderá en secreto mediante una papeleta que los ciudadanos encuestados depositarán en una urna, a semejanza de una votación real. La papeleta será circular —no rectangular, como es normal— para evitar la jerarquización del nombre de las corcholatas y que no se influya en la respuesta del ciudadano.
La Comisión de Encuestas de Morena hará el levantamiento oficial. Para legitimar el proceso, el partido ha contratado a cuatro empresas para que repliquen el ejercicio y hagan “encuestas espejo”. Los contendientes han sido obligados a suscribir un acuerdo de confidencialidad para no revelar los nombres de esas firmas. La razón de la reserva es impedir que las empresas sean objeto de presiones por parte de intereses externos a Morena. En total se aplicarán 12.000 cuestionarios —2.400 por parte del partido y otros tantos iguales por las empresas—. La muestra constará de 385 secciones electorales distribuidas en las cinco circunscripciones políticas en que está dividido el país. Los distritos específicos donde se harán los levantamientos también se mantendrán en la mayor reserva posible, con el objeto de que nadie se adelante a hacer campaña a favor o en contra de las corcholatas en esos territorios. Las brigadas de encuestadores estarán acompañadas por observadores de todos los aspirantes, para garantizar el buen manejo de los cuestionarios.
Todas estas providencias han sido pensadas para garantizar el piso parejo y dar certeza al proceso interno. Pero también son muestra de la desconfianza que reina entre los aspirantes. Por ahora, los actos proselitistas de las cuatro corcholatas han concluido este fin de semana en Ciudad de México, en lo que fue su última oportunidad para mostrar músculo electoral. Los mítines de cierre fueron multitudinarios, lo que demuestra el poder de movilización territorial de los aspirantes y de sus aliados locales. Sheinbaum y Adán Augusto eligieron por separado el Monumento a la Revolución, donde yacen los restos de héroes nacionales; Ebrard llenó la Arena Ciudad de México y transmitió su evento en directo a foros organizados en otros Estados; Monreal tuvo una concentración en Tlatelolco, donde, en 1968, el Gobierno reprimió y asesinó a estudiantes universitarios.
Sheinbaum no dejó pasar la oportunidad para lanzar un último dardo a Ebrard, al afirmar que hasta la oposición ya la considera candidata. “Y no por nada, no lo digo yo, lo dicen los medios, hasta nuestros adversarios lo dicen: llevamos un año arriba en las encuestas”, sostuvo. El excanciller no se dio por aludido y en su cierre de campaña dijo que, aunque López Obrador dejó “cimientos muy grandes”, aún hay pendientes. “Nuestra causa es llevar la Cuarta transformación al siguiente nivel, no quedarnos donde estamos”, refirió. Adán Augusto habló en términos mesiánicos de participación en la contienda. “Desde el sur soplan con fuerza los vientos del cambio que vieron nacer el movimiento. Todo llega a su tiempo. Los tiempos del Señor son perfectos, los tiempos del pueblo son perfectos”, indicó. Monreal dijo que Tlatelolco simboliza su propia lucha e hizo patente un último reproche: “Nadamos a contracorriente, asistimos a una campaña interna dispar e inequitativa, pero seguimos de pie”, dijo.
A partir de ahora y hasta el 6 de septiembre ha entrado en vigor una “veda” que impedirá a los aspirantes hacer más campaña. La cúpula de Morena sabe que la unidad del movimiento depende de que el proceso interno tenga en todo momento un revestimiento de legalidad. Durante varios meses ha estado en el aire la incógnita de si Ebrard y Sheinbaum aceptarán los resultados si no les favorecen, sobre todo en el caso del excanciller. Este ha asegurado que no se irá de Morena, pero también ha dejado ver que su próximo movimiento dependerá de qué tanta credibilidad tenga la encuesta. Por ello, el proceso de selección de las firmas demoscópicas fue tan crucial y se llevó a cabo entre críticas y protestas, no solo de parte del equipo de Ebrard, sino también del exsecretario Adán Augusto, como dio a conocer este periódico.
Esto indica que las posibilidades de triunfo del obradorismo el próximo año no dependen del todo de la estrategia que siga la oposición: el mayor riesgo, de momento, está en casa y se llama división. Tras la encuesta, el líder espiritual del movimiento, López Obrador, deberá emprender una operación cicatriz de tal calado que evite que su proyecto, en el que tanto empeño ha depositado, vuele por los aires.