Ir a unas elecciones con boletas y en urnas el próximo domingo era un acto de ingenuidad temeraria, que posiblemente se pagaría con la ruptura del Frente Amplio.
Se evitó el rompimiento, o el descrédito del Frente, porque esa elección la iba a reventar el gobierno.
La gran batalla es por la Presidencia de la República el próximo año y es ante el jefe de campaña de Morena, Andrés Manuel López Obrador.
El 18 de julio (y perdón por el mal gusto de citarme, pero en esta ocasión resulta indispensable) publiqué una columna titulada La hora decisiva: declinar.
“Hay un rival, que es el Presidente de la República y el aparato de coerción, espionaje, movilización y de fuerza del Estado, en marcha para impedir la alternancia democrática en los mandos institucionales del país”.
“El escenario que plantea un Presidente que viola la ley para destruir a la precandidata opositora que ha logrado concitar las simpatías y la solidaridad de la ciudadanía, Xóchitl Gálvez, obligan a cambiar la estrategia”.
“La encuesta está bien, pero una precampaña –que además es ilegal– y votación nacional van a causar raspaduras y choques que son propios de las contiendas políticas en democracia”.
“En la Presidencia no hay un demócrata, sino un autócrata que está haciendo todo para descarrilar a la candidata opositora que le puede truncar el proyecto de permanecer en el poder a través de una persona encargada de despacho”.
“¿Para qué regalarle la oportunidad de fracturar a la oposición, que va a realizar un ejercicio democrático encomiable, pero fácil de vulnerar desde el poder?”.
“La elección de agosto es un riesgo evitable. Y no el último obstáculo. Ni siquiera el más temerario”.
Hasta ahí la cita de la columna del 18 de julio.
Obviamente el gobierno le iba a descarrilar la elección al Frente.
Bastaba con que se roben unas cuantas casillas, o las quemen, en nombre de la precandidata del PRI, para que todo el país creyera la versión de que fue Alito Moreno, o Murat, o algún otro priista de antecedentes similares.
Los gobiernos estatales controlados por Morena, donde hay trogloditas políticos al frente del Ejecutivo, con el mando de las policías y de porros, ¿iban a contemplar de brazos cruzados el brillante ejercicio democrático de la oposición?
Desde el gobierno se dieron pautas editoriales para alabar la personalidad y trayectoria de la precandidata del PRI. Ahí están los articulistas del obradorismo, que de pronto descubrieron en Beatriz Paredes un cúmulo de virtudes (que las tiene) que ellos siempre le negaron.
Se financiaron centrales de llamadas para difamar a la precandidata aborrecida de López Obrador.
El Presidente de la República violó flagrantemente la ley, con todo y advertencias del INE y del Tribunal Electoral, y se metió al proceso interno de la oposición.
La mejor prueba de que, dadas las circunstancias del inminente sabotaje a la elección del domingo, fue un acierto adelantar los resultados de la encuesta, son las palabras del Presidente ayer:
“Y no es que yo quiera meterme en esto, o sea, es que, la verdad, da pena, ¿no?, de cómo se quedan callados en los medios, no informan. Hay conductores que les están ayudando, o sea, está Ciro ayudando ahí, ayudando: ‘pero ¿qué pasa aquí? dice de Santiago Creel. ¿Qué, no se da cuenta Santiago que no tiene apoyo? ¿Qué está esperando para declinar?’ Así”.
“Y lo mismo ahora, entrevista al presidente del PRI casi para decir: ‘tienes razón, tienes mucha razón’. Pero conducen ellos el proceso, se meten, se involucran”.
“Y sí, hasta los mismos militantes de los partidos del bloque conservador deberían de cuando menos informarse que ellos no son tomados en cuenta, ni tienen que ver nada, sino que son los de arriba los que deciden, completamente antidemocrático; son los medios, que manipulan, introducen al mercado a quien les conviene como si se tratara de un de un producto chatarra con publicidad y luego ellos van conduciendo todo el proceso. Lamentable. Pero esto tiene años, años, que sucede, no cambian. Esto no ayuda a la democracia, son malos ejemplos”.
Se entiende que esté muy enojado el Presidente. Le falló. Sus operadores no podrán reventar o ridiculizar la elección del Frente.
Lo madrugaron.
Vendrán otras batallas, mucho más duras, que la oposición tendrá que enfrentar. Y no entre sí, sino ante la maquinaria del Estado que opera ilegalmente en favor de su candidata, Claudia Sheinbaum, como lo dijo Marcelo Ebrard.