El jueves 31 de agosto, Xóchitl Gálvez asumió la candidatura del Frente Va por México, luego de esperar, cuidadosamente, a que su contendiente Beatriz Paredes, no el PRI, la reconociera ganadora en la recta final de la carrera.
El viernes 1 de septiembre se comió en el Congreso el llamado “día del Presidente”, el día en que el presidente da su Informe de gobierno, y los reflectores se reservan para él.
Es una ceremonia trivial desde que el Congreso expulsó de su recinto a los presidentes, en el último año de Vicente Fox, en 2006. Desde entonces, los presidentes no hablan en el Congreso. Envían su Informe impreso con el secretario de Gobernación y lo leen en otro lugar, cómodo con sus invitados, sin que la oposición pueda increparlo y agriarle el día.
Las bancadas del Congreso, aisladas por ellas mismas del contacto con el Ejecutivo, se limitan el día del Informe a hacer “posicionamientos” que a nadie le importan, nadie escucha y nadie lee.
Muy distinto fue el caso este 1 de septiembre, en que el Congreso retumbó.
El Presidente leyó su Informe en Campeche, a las 11 de la mañana, hora de baja audiencia, y se subió luego a un vagón para recorrer un tramo del Tren Maya y atestiguar, durante el estreno, la primera falla del nuevo tren, un “desperfecto” que tardó en repararse una hora.
En la Ciudad de México, en el Congreso, el PAN encargó a Xóchitl Gálvez su “posicionamiento” frente al Informe y Gálvez se volvió la noticia política del día.
Leyó un discurso de 1, 134 palabras, cuyo contenido merece comentario aparte. El discurso galvanizó a la oposición, sacó de quicio a la bancada oficialista, mostró el vigor de la aspirante presidencial en la tribuna y se convirtió en un brioso e inesperado arranque de campaña.
Ayer, domingo 3 de septiembre, con otro discurso digno de comentario, Xóchitl Gálvez asumió formalmente la candidatura del Frente Va Por México, ante un gentío en el Ángel de Paseo de la Reforma, mientras salían a las calles partidarios suyos en sesenta ciudades del país.
El arranque de Xóchitl.