La historia de la humanidad se podría explicar cómo la lucha por conquistar el poder y en cierto sentido a medida que el hombre se fue civilizando esa lucha por el poder se convirtió en un juego cuyo ganador tiene como premio el poder. Nos guste o no, todos en mayor o menor grado, participamos en ese juego y lo hacemos bajo nuestro entorno y/o bajo nuestra circunstancia.
La palabra poder, tal vez sea la más usada en la sociedad y con diferentes significados y connotaciones. El sentido que pretendo darle en este artículo es el que Max Weber definió, para este pensador alemán el poder significa “la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera sea el fundamento de esa probabilidad” y; luego entonces, el juego del poder es una transacción o una serie de transacciones conscientes con la que una persona intenta hacer que la otra persona haga algo que no quiere hacer o, evitar que la otra persona haga algo que quiere hacer o como ocurre hoy en día manipular su consciencia con todos los medios tecnológicos a su alcance sin que se dé cuenta de ello.
Pondré algunos ejemplos: en el juego del amor, invariablemente, hay una toma y daca, para ciertas circunstancias el varón asume el rol de mando y la mujer de sumisión o al revés. El juego de poder es tú me das tú voluntad y yo te doy la mía o se llega a un acuerdo. El más audaz y astuto dominara el mayor tiempo y como dice la sabiduría popular “en la guerra y en el amor todo se vale”.
En la escuela, el maestro es el que conoce y sabe, es quien ejerce su poder, mientras que el alumno es el que ignora y por tanto su voluntad se somete a los dictados del maestro. En esa relación maestro-alumno hay un cierto juego de poder.
En el trabajo, invariablemente, encontraremos una relación de jefe-empleado. El trabajo per se es una relación de supra-subordinación este es el juego de poder que habrá que asumir y sí uno no se encuentra conforme con esa relación, no queda otro camino que la renuncia.
El juego del poder en política, tal vez sea el más sucio, el más ruin, pero, es sin duda, el más atractivo, el más apasionante, el más incierto, pero es el más gratificante, porque quién lo ejerce puede conducir a un municipio, a una entidad federativa o a un país. Quién lo ostenta puede sentirse un semidiós, un autócrata, un dictador o un demócrata. Quien ejerce el poder en alguno de estos niveles de gobierno puede hacer que la sociedad progrese o se hunda en el rezago.
Pareciera que quien ha probado las mieles del poder político ya no lo quiere dejar, porque es sumamente adictivo, mágico, frívolo, vanidoso, ególatra y megalómano. Los que participan en este juego de poder, invariablemente, están dispuestos a corromperse, traicionar, vender, comprar, matar, castigar, desterrar, mentir, engañar y enriquecerse.
En el juego del poder político no es juego de uno es de muchos, es de grupos, de partidos políticos, de familias, de mafias, de clanes, de pandillas, de grupos poderosos, de dinero, de mucho dinero.
El juego del poder político no es de ilusos sino de astutos bribones que juegan con los más pobres y con la ignorancia de la gente. Mientras la sociedad no aprenda de las lecciones que los malos gobiernos han dado y no se tenga una cultura política para exigir buenos gobiernos, Seguiremos siendo usados como peones en el juego del poder y con la probabilidad, como un sueño, de que el próximo presidente o presidenta sea un buen jugador y haga uso del poder para beneficio de todos.