Hay lugar para una polémica entre las cifras de disminución de la pobreza que difundió el Coneval hace unas semanas y las que produjo el Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM. (La caída de la pobreza multidimensional en 2022, Nexos, 05/09/2023)
Son cifras distintas, escandalosamente distintas.
Según el Coneval, de acuerdo con los datos de la Encuesta Ingreso y Gasto en los Hogares (ENIGH), entre 2018 y 2022 la pobreza moderada disminuyó de 41.9% a 36.3%, una notable caída 5.6%, equivalentes a 8 millones de mexicanos que salieron de la pobreza.
Según los economistas de la UNAM, en cambio, la reducción de la pobreza fue sólo de 41.9% a 41.8%, un 0.1 por ciento, quizá unas cien mil personas.
Es decir que, pese a todos los factores implicados —programas sociales, aumento del salario mínimo, aumento en las remesas—, la pobreza moderada en México casi no se movió de donde estaba.
La diferencia se hace dramática en las cifras referidas a la pobreza extrema. De por sí Coneval reportaba malos resultados: no un decrecimiento, sino un aumento de la pobreza extrema de 400 mil personas.
Los resultados del PUED hacen crecer mucho esta cifra. Señalan que la pobreza extrema de México aumentó en 2 millones de personas: de 9.2 millones en 2018 a 11.2 millones en 2022.
Las diferencias entre estas cifras tienen que ver, si entiendo bien, con un proceso metodológico que se sigue habitualmente para ajustar los datos de la ENIGH, que registra gastos de los hogares, con los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, que registra ingresos.
El mecanismo lo explica bien el ex secretario, Carlos Urzúa, (El Universal, 11/09/23) y es ahora materia de disputa metodológica en unos rangos escandalosos.
Se dirá que quizá la verdad está en el medio, pero también eso habría que probarlo. Porque no estamos hablando aquí de opiniones que se emiten y se negocian, sino del rigor en el uso de instrumentos que han tenido hasta ahora alta certeza.
¿También aquí estamos entrando al imperio de “los otros datos”?
Ojalá no. Convendría que los expertos acudieran a la discusión y dejaran claras las cifras o explicada al menos la razón de la discrepancia.