La cruzada tiene diferentes orígenes y motivaciones.
La más fuerte proviene de los puros del lopezobradorismo, el ala donde observadores políticos y la prensa política han identificado como los arquitectos del golpeteo al jefe de Gobierno interino, Martí Batres, y al vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas. Batres es parte del sector duro en torno al presidente Andrés Manuel López Obrador al cual, paradójicamente, también pertenece Sheinbaum, con quien tiene diferencias hace tiempo. Ramírez Cuevas, aunque está en el grupo de estrategia de la virtual candidata, tiene tiempo quejándose de ella con el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Las descalificaciones a García Harfuch abrevan de cuestionamientos puntuales que han hecho periodistas experimentados que no están en la órbita de las plumas manipuladas por Ramírez Cuevas. Uno es Témoris Grecko, que publicó este martes en sus redes una serie de preguntas al exsecretario, en el marco del noveno aniversario de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
¿Qué supo de la complicidad de sus subordinados con Guerreros Unidos y otros grupos criminales?, preguntó Grecko, recordando que fue coordinador de la Policía Federal en Guerrero en aquellos tiempos de la desaparición. ¿Por qué el testigo protegido “Juan” (Gildardo López Astudillo, que ordenó la desaparición de los normalistas) lo acusó de recibir dinero de Guerreros Unidos?, agregó Grecko. ¿Por qué aparece en la libreta de Sidronio Casarrubias (uno de los líderes del grupo criminal)? El expolicía ha rechazado antes todas las imputaciones y negado relación con el grupo criminal, aunque seis de sus subordinados están en la cárcel por el crimen de los jóvenes.
García Harfuch ha sido mencionado también por el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, que encabezó la investigación del caso Ayotzinapa, de haber participado en una reunión el 7 de octubre de 2014 en Iguala, presidida por Jesús Murillo Karam, donde se fraguó “la verdad histórica”, la investigación por la que el entonces procurador general está en la cárcel.
Encinas reiteró ayer su participación en ese cónclave, cuyos detalles fueron proporcionados por otro testigo cooperante, Bernardo Cano Muñozcano, que era secretario particular de Tomás Zerón, el investigador en jefe del caso, que no estuvo presente en esa reunión. García Harfuch ha dicho que no estuvo ahí, aunque las minutas del encuentro, donde se habló de la coordinación de la investigación, no de encubrimiento, sí registran su participación.
El caso Ayotzinapa es una sombra sobre García Harfuch desde hace tiempo, y sus enemigos en el gobierno federal no son pocos. Uno de ellos, el entonces subsecretario de Seguridad, Ricardo Mejía Berdeja, le dio a la periodista Anabel Hernández, que tampoco está en la nómina de las plumas de Ramírez Cuevas, copias de los exámenes de confianza que reprobó en la Policía Federal, que dependía de la Secretaría de Seguridad Pública federal, que encabezaba Genaro García Luna, con el fin de desacreditarlo y evitar que fuera el remplazo de Alfonso Durazo, cuando renunció para ir a buscar la gubernatura de Sonora.
Hernández, una crítica sistemática de García Luna, ha sido contumaz en su cuestionamiento a García Harfuch, asegurando que un voto a favor de él sería votar a favor del exsecretario que se encuentra preso en Nueva York, aguardando la sentencia por sus lazos con el Cártel de Sinaloa. García Harfuch sí estuvo en la Policía Federal desde esos tiempos, pero no formaba parte del círculo de confianza del secretario, como sí lo era Luis Cárdenas Palomino, exdirector de Seguridad de esa institución desaparecida, que fue quien incorporó a su viejo amigo, el hoy aspirante a jefe de Gobierno.
La campaña multifactorial contra él tiene dos vertientes. Una, avanzada por los periodistas independientes, que parte de la desconfianza sobre sus relaciones con organizaciones criminales. La otra, el fuego amigo, se explica en los altos niveles de aprobación que tiene sobre sus adversarios por la candidatura, en especial la exalcaldesa de Iztapalapa Clara Brugada, que es la apuesta de los puros del lopezobradorismo.
García Harfuch es todo lo que repudia López Obrador –su vinculación con el pasado y que no pertenece al establo de los incondicionales–, pero representa una figura confiable para Sheinbaum, que lo ha ido jalando hacia la vida pública. Primero, platicado con el Presidente, le abrió el campo para que siguieran midiéndolo en la encuesta de aspirantes al cargo, y después, a contracorriente de sus propios deseos –quedarse en su campo de experiencia–, que luchara por la candidatura. Nadie la tiene segura, pero descarrilarlo antes del momento de las definiciones, es fundamental para sus opositores.
La falta de equipaje en todo menos en el campo de la seguridad hacía un tanto incomprensible que García Harfuch buscara la Jefatura de Gobierno, por lo que existía la sospecha de si Sheinbaum quería realmente llevarlo a la Jefatura de Gobierno, o brindarle fuero sexenal empujándolo al Senado. La presión de la campaña en su contra, sin embargo, cambia la ecuación y puede ser un punto de inflexión para Sheinbaum.
Los ataques a él le pegan a ella, y si logran descarrilarlo en estos momentos será el éxito de los duros sobre Sheinbaum, que cargaría con el golpe incluso si ganara la elección presidencial. Esto es algo que no puede permitir, porque quedaría debilitada en una batalla que habría perdido por proxy. Si por el contrario, refuerza su apoyo a él y lo lleva a la candidatura, se impondrá sobre los duros y no les deberá nada. Al contrario, tendrá perfectamente identificados a quiénes se le cruzaron en el camino para cuando llegue el momento de las depuraciones.