En México, hay más mujeres con sobrepeso u obesidad que hombres. Tres cuartos de la población tiene exceso de kilos, según la última Encuesta de Salud Nacional. Sin embargo, la incidencia de esta condición en las mexicanas es más elevada. Los índices ya han superado al de las mujeres de EE UU, el país que lidera las estadísticas de esta enfermedad en países desarrollados. Los expertos avisan de los riesgos que supone un embarazo en estas condiciones por las afectaciones hereditarias que pueden pasar a los hijos, y alertan de que la factura médica de las dolencias asociadas a esta enfermedad es impagable para la gran parte de la población. Al igual que en el vecino del norte, donde la fiebre por medicamentos para combatir el sobrepeso se ha disparado, se están buscando soluciones farmacológicas para controlar una enfermedad que la Organización Mundial para la Salud ha catalogado de “pandemia no infecciosa”. La principal causa de muerte en México siguen siendo las enfermedades cardiovasculares, la cual no para de crecer ante la inexistencia de cambios en la dieta, la educación y los estilos de vida.
Mientras el resto del mundo vigila el aumento del colesterol en la población, en México la principal preocupación de los cardiólogos son los altos índices de triglicéridos en los adultos y los niños. Ambas son grasas que, en consumo excesivo, están relacionadas con enfermedades del corazón, pero no son lo mismo, según explica el doctor Abel Pavía, cardiólogo intervencionista y coordinador de las Guías de Práctica Clínica de la Sociedad Mexicana de Cardiología. El colesterol se consume en el cuerpo para procesos metabólicos, en el ajuste de hormonas o la creación de proteínas. Los triglicéridos son células para almacenar grasa cuando comemos calorías en exceso. “El colesterol va dentro de un vehículo, que es un ácido. Cuántos más vehículos tengas, más grasa acumulas. Los que tienen más vehículos son los pacientes con los triglicéridos altos”, ilustra el también cirujano y catedrático.
En las familias mexicanas, existe una predisposición genética que los hace más susceptibles a tener los triglicéridos altos. Una investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México identificó una variante de riesgo metabólico exclusiva de los mexicanos, que provoca una disminución en los niveles de colesterol “bueno” o HDL. “Esta molécula es básicamente el recolector de basura del organismo. Lo que hace es regresar el colesterol ’malo’ al hígado para limpiar las arterias y desecharlo”, indica Pavía. Esta característica, acompañada a una dieta alta en carbohidratos y grasas, crean la tormenta perfecta que aumenta los riesgos de infarto en México por encima de la media internacional.
Las mujeres mexicanas son especialmente vulnerables. Suelen comer más carbohidratos que los hombres, explica Mónica Hurtado, nutrióloga, educadora en diabetes y maestra en Promoción de la Salud y Desarrollo Social. Además, en su estilo de vida no hacen tanto ejercicio como ellos. Con la menopausia, bajan los niveles de estrógeno y el ritmo del metabolismo disminuye por la pérdida de masa muscular, propiciando también el aumento de peso.
Las madres mexicanas corren el riesgo de pasar las afectaciones de la obesidad y el sobrepeso a sus hijos en el embarazo. “Es lo que se conoce como el síndrome epigenético”, subraya Pavía. Si la alimentación de la madre es mala durante la gestación, su hijo tiene altas probabilidades de desarrollar algún síndrome metabólico, según el especialista. En paralelo, la falta de educación sobre hábitos alimenticios saludables también influye en los hogares. Si los padres comen grasas y carbohidratos en exceso, los niños compartirán la misma dieta. “Eso explica por qué la obesidad infantil en nuestro país es tan grande”, destaca y añade que hay un 11,8% de obesidad en las niñas mexicanas.
Hurtado señala que en los últimos años ha aumentado el sedentarismo en el país. “En México, el 80% de la población es sedentaria. El promedio de pasos diarios es de 6.000 cuando lo recomendado es 10.000″, asegura. El tiempo en transporte en automóvil o en el sofá en combinación con los platillos grasos típicos mexicanos es una mala combinación para la salud, apunta la nutrióloga. “Esto es México, y abundan los tlacoyos, las salsas con tortilla o aguacate. A mí me encantan y los consumo, pero la clave está en las porciones”, agrega. La oferta comercial tampoco favorece las decisiones saludables en los supermercados mexicanos, donde cada vez es más barato comprar alimentos ultraprocesados como dulces, papas fritas y refrescos antes que verduras, legumbres o proteínas.
La factura médica para tratar las consecuencias del exceso de kilos en el cuerpo son inasumibles para los bolsillos de la gran mayoría de familias. Desde una angioplastia para desbloquear arterias que puede costar desde los 200.000 pesos hasta un bypass que asciende a dos millones de pesos en algunos hospitales. “Pero lo peor es morirse, no hay nada más caro que eso. Especialmente cuando por problemas del corazón mueres a una edad temprana y dejando una familia atrás”, lamenta Pavía. El año pasado, murieron en México más de 100.000 personas por problemas cardiovasculares. Fue la principal causa de muerte en los grupos de 45 años en adelante.
En Estados Unidos, la grave incidencia del sobrepeso y sus consecuencias en la salud ha incentivado la aparición de nuevas drogas contra la obesidad que reducen el riesgo de infartos e ictus hasta en un 20% en personas con índices de masa corporal altos. Aunque algunos de estos fármacos se llevan recetando desde 2017, la fama de Wegoby y Ozempic parece haber estallado en el último año, gracias al uso público que hicieron de ellos personajes de la televisión como las hermanas Kardashian, lo que les ha valido el sobrenombre de “la droga de Hollywood”. El enquistamiento de esta problemática en México ha motivado el esfuerzo por lanzar tratamientos combinados para combatir el riesgo de la enfermedad. El de los laboratorios Silanes promete atajar el riesgo de mortalidad por problemas cardiovasculares en un 52%. Sin embargo, los especialistas advierten de que solo se recetan si no hay resultados con un cambio de dieta y ejercicio y, en cualquier caso, ninguna medicina garantiza el éxito sin mejorar la alimentación y la actividad física.