Cada vez es más notoria la concentración en la ciudad; se les ve en calles, comercios, parques; sobreviven pidiendo monedas, descargando verdura en mercados...
La saturación de migrantes se empieza a sentir en la capital mexicana, pues cada vez es más frecuente ver a los viajeros en zonas donde anteriormente no transitaban, como comercios, cruces viales y colonias muy alejadas de las centrales de autobuses o los circundantes a oficinas migratorias.
Trabajando en mercados, descargando camiones de verdura o pelando tomates y hasta pidiendo limosna, es la forma en que sobreviven quienes arriban a la capital para hacerse de recursos, con la idea de continuar su tránsito hacia Estados Unidos, pero también son formas en que, sin buscarlo, se van integrando a la vida cotidiana en México.
Aida es una hondureña que vive en el país desde hace medio año, pero no puede continuar su camino hacia la frontera norte porque el dinero que traía se le terminó. Para sobrevivir, pide limosna.
Llegaron (2 migrantes) hace como 3 meses pidiendo dinero, pero una señora aprovechó y los contrató para descargar y pelar sus verduras. Ellos vienen diario y creo se quedan cerca, pero acá les dan de comer
Testimonio anónimo
Locatario del mercado Tacuba
“Llegué hace seis meses y quiero ir a Estados Unidos, pero no he podido porque ya no tengo recursos, pido dinero en los cruceros o avenidas que se puedan para juntar y viajar al norte más segura, pues todo está muy peligroso”, dijo a este diario la mujer que pasa sus tardes de 10 de la mañana a 5 de la tarde en el cruce de avenida Cuauhtémoc y Viaducto.
Procedente de San Pedro Sula, Aida narró que viajó sola para huir de la pobreza, pues al no tener familia únicamente le queda buscar oportunidades en Estados Unidos.
Ahora vive en el municipio de Ecatepec, en el Estado de México, y se traslada diariamente a la Ciudad de México entre autobuses, Metro y Metrobús para llegar al lugar y aprovechar el tránsito que se genera en esa vialidad, para acercarse a los autos y pedir dinero.
“Ha sido difícil el camino, me he accidentado, pero sigo acá con la fe de llegar”, explicó con una mano vendada por una caída que tuvo hace unos días en el transporte público.
De acuerdo con Aida, en la avenida se hace de aproximadamente 500 pesos al día, pero comenta que ahí mismo comparte el lugar con otra extranjera de Venezuela que viaja con un niño en brazos, hecho por el que reúne más dinero.
“A la mujer y el menor detrás de mí le dan más, sólo por tener al niño, con ella se paran más vehículos para darle dinero”, señaló.
Pero Aida tiene la intención de mudarse a la Ciudad de México para no trasladarse tanto, antes de continuar su viaje.
En el mercado de Tacuba, al poniente de la ciudad, dos venezolanos se ganan el día a día descargando camiones de verdura para después pelar tomates y otros vegetales que se venden diariamente.
La Razón buscó entrevistarlos, pero se negaron por temor a su condición de permanencia irregular.
Un locatario que está a un costado del local donde laboran comentó que llegaron pidiendo limosna, pero un comerciante mejor les ofreció trabajo.
“Llegaron hace como tres meses pidiendo dinero, pero una señora aprovechó y los contrató para descargar y pelar sus verduras. Ellos vienen diario y creo se quedan cerca, pero acá les dan de comer, aunque a veces pienso que se aprovechan de ellos, porque luego sí veo que hacen mucha chamba”, compartió.
Otros migrantes se han acercado a los puestos al ver que se les ofrece trabajo por un sueldo, pero no todos los comerciantes los apoyan, sin embargo, varios se han logrado emplear por momentos en el mercado.
Llegué hace seis meses y quiero ir a EU, pero no he podido porque ya no tengo recursos, pido dinero en los cruceros o avenidas que se puedan para juntar y viajar al norte más segura, pues todo está muy peligroso
Aida
Migrante hondureña
“Creo viven en parques cercanos, los vemos ya más entrada la tarde y la noche en esos sitios”, dijo el locatario.
La situación en los albergues de la capital es tan grave, que la gente no alcanza sitio y prefiere quedarse en las calles o buscar nuevos lugares donde la gente no los rechace o reclame su presencia.
Gabriela Hernández, del albergue Tochan, de la alcaldía Álvaro Obregón, dijo que debido a que todos los lugares están saturados, se ha visto en la necesidad de sacar carpas a la calle para atender a la gente que duerme en las calles.
Sin embargo, tuvo que retirar la estructura, pues la gente que acudió por un lugar fue tanta, que casi se vino abajo.
“Es tanta la gente que se encuentra migrando y recorriendo la ciudad, que es imposible su atención. Yo tengo lugar máximo para 140 personas, pero tuve que buscar sitio para más en otros albergues, ya que no había visto tanta gente en tan poco tiempo”, aseguró.
Agregó que las personas que más llegan son las de Venezuela, Ecuador y Honduras, mismas que buscan un trabajo para juntar dinero y seguir sus recorridos.
Al norte de la ciudad, atrás del Centro Cultural Jaime Torres Bodet, del Instituto Politécnico Nacional, Carmen Martínez, vecina de Torres Lindavista, dijo que fue una sorpresa para ella ver a los migrantes por primera vez cerca de su hogar, pues si bien pensaba que estarían en puntos cercanos a oficinas gubernamentales o albergues, ahora es cotidiano verlos en su colonia.
“Por las noticias sé que la situación es difícil y han llegado más, pero sabes que están cerca de albergues o de oficinas migratorias porque esperan un trámite o algo así, ahora me sorprende verlos cerca de mi casa, donde jamás se habían visto.
“El otro día, por ejemplo, salí a hacer unas compras afuera de un supermercado, sobre la avenida Othón de Mendizábal, y me asombró ver a una chica con aspecto afroamericano y con un bebé en brazos que estaba pidiendo dinero en un semáforo”, explicó.
“Lo más fuerte es que en el camellón la esperaba otra pequeña como de unos cuatro años, supuse que era otra de sus hijas. La verdad es que da mucha pena la situación, es muy triste”, compartió.