Lado equivocado
Un marino se presentó en la consulta del doctor Ken Hosanna y le dijo: "Cuando en el barco me acuesto por la noche experimento síntomas extraños. Si me acuesto boca arriba me molesta el estómago. Si me acuesto del lado derecho me molesta el riñón. Si me acuesto del lado izquierdo me molesta el hígado". Sugirió el facultativo: "¿Por qué no se acuesta bocabajo?" "¡Oh no! -se asustó el hombre-. ¡Entonces me molestarían los demás marinos!"... Doña Macalota le pidió a don Chinguetas: "Necesito dinero para comprar otra plancha". "¿Otra plancha? -replicó el cutre-. Ya tienes una ¿no?" "Así es -admitió la señora-. Pero le pasa lo mismo que a ti". "¿Qué le pasa?" -se amoscó don Chinguetas. Replicó doña Macalota: "Tarda mucho en calentarse; muy pronto se le quita lo caliente, y le falla la resistencia"... Un joven estudiante de Medicina atendía pacientes en su casa. Su vecina, una guapa mujer, le advirtió: "Ten cuidado. Un día te va a traer consecuencias eso de estar ejerciendo la Medicina sin licencia". Poco después el futuro médico y la dama se vieron en ocasión de trance erótico. Antes le preguntó él: "¿Estás tomando la píldora?" Respondió ella: "No". Le dijo entonces él: "Ten cuidado. Un día te va a traer consecuencias eso de estar ejerciendo la licencia sin medicina"... Don Pinino y don Rugacio, ancianos señores, se toparon en la calle. Preguntó don Pinino: "¿Cómo estás?" "Muy mal -se quejó don Rugacio-. Padezco ciática, lumbago, reumatismo, coxalgia, artrosis, gota, osteomalacia, neuritis, raquitismo y descalcificación. Y tú ¿cómo estás?" Replicó el otro: "Como un bebé". "¿De veras?" -se admiró don Rugacio. "Sí -confirmó don Pipino-. Pelón, sin dientes, y me acabo de hacer pipí"... La cantina del barrio estaba abarrotada cuando entró un gigantesco individuo de rostro fiero y musculatura lacertosa. Se plantó en medio del local y paseando una mirada amenazante por los parroquianos dijo con voz de trueno: "¡De aquí a la pared de la derecha todos son unos maricones!" Hizo una pausa y luego preguntó: "¿Alguien tiene algo qué decir?" Nadie abrió la boca. Continuó el toroso farfantón: "¡Y de aquí a la pared de la izquierda todos son unos pendejos!" Tras otra pausa desafió: "¿Alguien tiene algo qué decir?" Un pequeño señor de esa sección se levantó de su asiento. "¿Qué? -rugió el temible barbaján-. ¿Usted tiene algo qué decir?" "No -respondió con voz feble el señorcito-. Parece que estoy en el lado equivocado"... Pepito iba a entrar en la escuela, y su papá lo instruyó sobre la manera correcta de hacer pipí, por si se le ofrecía ahí. Le dijo: "Debes seguir, en orden, estos pasos: 1.- Bájate el zipper. 2.- Saca tu cosita. 3.- Haz pipí. 4.- Sacude tu cosita. 5.- Guarda tu cosita. 6.- Súbete el zipper. 7.- Lávate las manos". El primer día de clases Pepito le pidió permiso a la maestra de ir "a los cuartitos". Como tardó más de lo debido en regresar la profesora fue a buscarlo. Tras la puerta del cuartito oyó que Pepito estaba diciendo: "¡Cuatro, cuatro, cuatro...!"... Doña Aflictivia hizo que su marido la acompañara a consultar a la doctora Wetfingers, conocida uróloga. Le dijo: "Mi marido está excesivamente desproporcionado en la parte correspondiente a la entrepierna, y eso me causa indecibles trastornos y fatigas". La doctora hizo que el hombre se descubriera, y con un lápiz le movió la mencionada parte. Luego le dijo a la señora: "No advierto en su marido ninguna desproporción o exceso". "¡Claro! -respondió con molestia la mujer-. Usted lo está toreando con el lápiz. ¡Toréelo con las pompas, pa' que vea!"... FIN.