Xóchitl y el síndrome del Jefe Diego
Con todas las reservas que se puedan tener sobre las encuestas que proliferan en los medios y que ubican a Claudia Sheinbaum en el primer lugar con diferencias de hasta 30 puntos o más sobre Xóchitl Gálvez, lo que no se puede dejar de ver con o sin esos sondeos, es que la virtual candidata del Frente Amplio por México, que tuvo un ascenso meteórico en los sondeos y arrancó con una gran fuerza generando muchas expectativas en un sector de la población y los votantes mexicanos, parece haber frenado su crecimiento y haber perdido su empuje inicial, sin que se advierta en torno a ella ni estrategia ni estructura que la estén ayudando a subir.
A Xóchitl Gálvez se le ve cada vez más sola, sin una estructura partidista que la impulse, ni del PAN ni del PRI, y sin tener un equipo definido.
Una versión que nos dan desde su equipo interno es que, además de que los dirigentes del PRI y del PAN, Alito Moreno y Marko Cortés, parecen más interesados en acaparar cargos y candidaturas para ellos y los cuates de su grupo político que en impulsar una estrategia ganadora para su candidata presidencial, también algunos asesores cercanos de los que se ha rodeado la propia Xóchitl, como la ex candidata presidencial Cecilia Soto, han convencido a la hidalguense de que “no te conviene asociarte ni acercarte a las marcas del PRI y del PAN, porque eso te alejará de los ciudadanos”.
Toda proporción guardada, con el frenón que se percibe en la campaña de Xóchitl Gálvez, a quien los ataques desde la 4T, sobre todo el haberla señalado como “plagiaria” de su tesis de licenciatura, parecen haberle hecho mella anímicamente, hay en la oposición quienes empiezan a preguntarse si a la futura abanderada presidencial del Frente opositor, no le estará pasando lo mismo que a Diego Fernández de Cevallos en aquella convulsa elección presidencial de 1994.
Y es que en aquel año sucedió lo que hoy algunos refieren como “el síndrome del Jefe Diego” cuando el candidato del PAN, Fernández de Cevallos, ganó sorpresiva y contundentemente el debate presidencial, luego de ponerles un baile, literalmente, al candidato sustituto del PRI, Ernesto Zedillo Ponce de León, y al candidato del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano. Fue tal la habilidad y el punch verbal del abanderado panista, que tomó por sorpresa a sus dos contendientes, a los que dejó noqueados, y para cuando concluyó aquel primer debate, en la noche del 12 de mayo de 1994, la percepción casi generalizada entre los 34 millones que vieron el evento por televisión y también en el mundo político, era que Diego Fernández de Cevallos ganaría la Presidencia.
Pero si Diego sorprendió con su labia contundente, la sorpresa fue todavía mayor para todo el país cuando el candidato panista, del que todo mundo seguía hablando, se desapareció literalmente de su campaña presidencial. Durante dos semanas nadie supo dónde estaba el hombre que despertó por primera vez la esperanza y la expectativa de derrotar al PRI y sacarlo de Los Pinos. Para cuando reapareció, quince días después, ya habían corrido todo tipo de rumores: que si el presidente Salinas lo había obligado a esconderse y a frenar su meteórico ascenso; que si lo habían “enfermado” ante la presión del entonces poderoso y autoritario sistema priista.
La explicación que ha dado de aquella extraña conducta el propio Jefe Diego, fue que no hubo tal negociación, ni amedrentamiento del sistema; que se encerró con su equipo para “planear y proyectar la siguiente etapa de la estrategia, tras el éxito del debate” y que nunca sintió miedo ni temor de ganar la Presidencia.
Lo cierto y que quedó registrado para la historia reciente, es que cuando reapareció no volvió a ser el mismo candidato entrón, rebelde y temerario; su actitud había cambiado y la enorme expectativa que despertó en los mexicanos se fue diluyendo y se reventó. ¿Será que algo así le está pasando o le puede terminar pasando a Xóchitl Gálvez? Aunque en este caso no sólo sería por ella, que parece seguir teniendo el carisma y el empuje personal para volverse una buena candidata, sino por las cúpulas partidistas del Frente Amplio por México, que nomás no terminan de convencer de que tienen tamaños y ganas para ganarle a Morena la Presidencia de la República.