Los escenarios más plausibles para un conflicto a gran escala entre Israel y Hamás en Gaza van desde la intensa campaña actual de bombardeos aéreos y artillería, junto con operaciones de comando puntuales de infiltración del ejército y el Shin Bet (los servicios de inteligencia y seguridad interior de Israel y territorios palestinos), hasta la ocupación militar permanente de la Franja. Esta última supondría un retorno a la situación que se dio entre 1967 —cuando Israel la capturó a las fuerzas egipcias en la Guerra de los Seis Días— y 2005, año de la retirada unilateral de sus soldados y 8.000 colonos.
Entonces, supuso salir de un avispero y centrarse en Cisjordania, pero muchos en el Ejecutivo israelí, el más derechista de la historia, lamentan ahora la decisión. “No sé cuántos años se tardará… Volver a Gaza requerirá muchos sacrificios. Gaza es parte de la tierra de Israel y volveremos algún día”, dijo en marzo la ministra de Misiones Nacionales, la ultraderechista Orit Strook. Esta opción implicaría una movilización aún más masiva que la que se ha observado en la primera semana de guerra.
Ninguna de estas dos opciones parecen estar siendo consideradas por el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas ni por el gabinete de guerra del Gobierno, al que se ha sumado desde la oposición el exgeneral y exministro de Defensa Benny Gantz, quien dirigió como jefe del ejército las operaciones del conflicto de 2014 en la Franja. El abanico de opciones entre estos dos escenarios es muy amplio.
Israel se ha marcado como objetivo “destruir completamente la capacidad de gobierno y militar de Hamás y de las organizaciones terroristas”. “Y eso”, como destacaba en una entrevista con este periódico el ex primer ministro Ehud Barak, ”no se puede hacer solo desde el aire”. “Hace falta la entrada terrestre de una fuerza. Y hay riesgo de que vaya acompañada de daños a civiles”, señalaba.
Los líderes políticos suelen usar más bien los términos “acabar”, “quitar de raíz” o “derrocar” a Hamás, que no es solo un grupo de hombres armados, sino que tiene una rama política que gobierna el día a día de Gaza.
Los analistas tratan de determinar estos días en qué se traducen militarmente las palabras grandilocuentes propias de los tiempos de guerra. El ejército habla de llegar “hasta el corazón de Gaza”. Su objetivo central sigue siendo la red de túneles y de refugios subterráneos donde se ocultan los líderes de Hamás y los mandos de su brazo armado, las Brigadas de Ezedin al Qasam. Se la conoce como El Metro en la jerga de los servicios de inteligencia militares. Israel ya proclamó su destrucción en 2021, al tiempo que justificaba los bombardeos del barrio residencial de Rimal, en la capital del enclave, donde se registraron —y se registrarán previsiblemente— decenas de víctimas civiles. Los cráteres y socavones abiertos por las bombas solo mostraban el suelo arenoso de Gaza, sin restos de hormigón o metálicos, cuando la prensa extranjera pudo visitar la zona.
Israel tampoco quiere dejar con vida a los líderes de Hamás, como Mohamed Deif, considerado el cerebro de la operación lanzada el día 7, o Yahia Sinwar, que —en palabras de un portavoz militar israelí— “es un hombre muerto andando”. La idea es que no quede en Gaza ni un miliciano. “Les atacaremos en cualquier lado, a cualquier mando, a cualquier miliciano, destruiremos las infraestructuras. En una palabra, ganaremos”, dijo el domingo el jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi.
Esto implica, casi inevitablemente, prepararse para que ninguno de los 199 rehenes israelíes [según la cifra facilitada por el ejército este lunes] en manos de las milicias palestinas salgan con vida. No solo por la complejidad de su rescate, sino porque Hamás ha anunciado la muerte de decenas de ellos en los masivos bombardeos que han asolado la Franja y dijo que ejecutaría a uno de ellos por cada ataque que se produjera sin preaviso.
Y, casi inevitablemente, pasa también por reocupar Gaza, al menos de forma temporal, hasta cubrir el vacío de poder que deje el derrocamiento de su Gobierno de facto. Marc Lynch, profesor de Ciencias Políticas y Asuntos Internacionales en la Universidad George Washington, en la capital estadounidense, advierte del potencial desestabilizador de esta perspectiva. “[Los habitantes de Gaza] no les traerán flores ni dulces. En el mejor de los casos, será una contrainsurgencia prolongada en un entorno particularmente hostil que tiene un historial de fracaso y donde la gente no tiene mucho más que perder. En el peor de los casos, el conflicto no quedará confinado a Gaza”, señala en un artículo de la revista de análisis Foreign Affairs.
Israel está retrasando el inicio de la invasión cuando comienza el décimo día desde el ataque de Hamás, y tras haber matado a los alrededor de 1.500 milicianos palestinos que se infiltraron en Israel. Mientras tanto, sigue descabezando mediante golpes de mano, con misiles de precisión o bombardeos quirúrgicos, la cúpula de las unidades de elite de las Brigadas de Ezedin al Qasam. También ha allanado el camino para sus carros de combate y vehículos blindados con bombardeos masivos en la periferia del territorio palestino. Los portavoces de las Fuerzas Armadas atribuyen el aplazamiento a permitir que se cumpla el plan de evacuación del norte de Gaza que Israel ordenó el jueves a más de un millón de civiles palestinos.
Como advierte Amos Harel, corresponsal de Defensa del diario Haaretz, Israel cuenta ahora con un margen limitado de tiempo y oportunidad para poder lanzar una operación a gran escala contra Hamás en Gaza. Sus aliados occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, pero también los principales países europeos, habitualmente remisos a avalar las represalias armadas contra los palestinos, parecen haber dado esta vez luz verde a una invasión. Con dos límites: que Israel dé una respuesta militar proporcional y que acate las leyes humanitarias de la guerra.
“La matanza de más de un millar de israelíes y el secuestro de más de un centenar de ellos sirve ahora como base, una vez documentados ambos hechos, para una diplomacia pública israelí eficaz y que por primera vez proporciona una ventana de oportunidad con amplia legitimidad internacional”, sostiene Harel en su análisis. “Pero los países occidentales no van a dar carta blanca indefinidamente a Israel. Cuando comience un previsible desastre humano en Gaza, las reservas de los países aliados crecerán proporcionalmente al número de muertos palestinos”, concluye este experto en asuntos militares.
En función de la situación humana en Gaza, el ejército deberá ir adoptando planes de contingencia. De la misma forma que este domingo ha tenido que anunciar que reabre las conducciones de agua potable que conectan con el sur de la Franja, el desplazamiento de cientos de miles de gazatíes desde el norte obligará previsiblemente a levantar campamentos provisionales de población, ya que el sur del enclave carece de infraestructuras y está aún más superpoblado. La frontera con Egipto, única vía de escape al exterior, sigue por ahora cerrada.