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SERPIENTES Y ESCALERAS

Los conflictos sociales en Morelos son muchos y se mezclan con una profunda descomposición política. No hay antecedente de un escenario así en la historia del estado, ni se ve un camino para que los problemas se solucionen de manera civilizada. La mesura no aparece por ningún lado.

 

Desde hace varias semanas los problemas sociales de Morelos se metieron a la agenda nacional. Las fosas de Tetelcingo y el enfrentamiento entre el gobernador y el rector de la UAEM han generado un ambiente de crispación que obligó a la federación y al CEN del PRD a intervenir para tratar de mediar en el conflicto. La descomposición social se salió del control de las autoridades locales y está causando un daño irreversible a las instituciones. A nadie conviene el escenario que estamos viviendo en Morelos; ninguno de los actores de esta historia saldrá victorioso.

Los participantes de la crisis que vive nuestra entidad no calcularon los daños de sus acciones. Unos y otros se han lanzado a una batalla que asemeja una guerra civil que ya provocó enfrentamientos físicos y ha colocado de nueva cuenta a Morelos en el ojo del huracán.

Lo que vemos hoy es resultado de muchos años de descuido gubernamental y un sexenio (el actual) de confrontación. Graco Ramírez confundió la república con una monarquía y pensó que ganar la elección del 2012 lo convertía en una especie de rey en una tierra por colonizar.

Cuatro años de experimentos sociales fallidos, de ocurrencias gubernamentales y de una profunda falta de sensibilidad social acabaron con la paciencia ciudadana. Morelos no es un estado sencillo de gobernar, aquí se vivieron muchos pasajes de nuestra revolución y de la independencia y en la época reciente nuestra entidad ha sido escenario de constantes movimientos sociales.

Hoy la historia se repite con ingredientes peligrosos para todos. La descomposición del escenario social y político no tiene precedentes y amenaza con salirse de control en cualquier momento. El gobierno estatal no tiene interlocución con sus críticos, el congreso ya perdió la capacidad de diálogo con la sociedad y los partidos brillan por su ausencia.

Cada día hay más agrupaciones que se alzan en contra del gobernador, que manifiestan su repudio a la manera como se administra y reclaman los altos índices de inseguridad, violencia y corrupción que se viven en la entidad. Frente a ello no hay respuesta oficial, el gobierno se limita a repetir insistentemente el mismo discurso y a descalificar a sus opositores. Nada está mal en Morelos a la vista del gobernador.

El panorama en Morelos es terrible, porque al mismo tiempo se han juntado varias crisis y no se ven caminos de solución. Hay muchos ingredientes que avivan el conflicto, que promueven la confrontación, que multiplican las descalificaciones, pero no hay caminos para resolver las pugnas.

Nunca en la historia de nuestra entidad un gobierno se confrontó con la universidad ni con la iglesia, nunca antes un gobernador y un rector se trenzaron en una batalla de acusaciones como hoy y jamás el congreso y sus integrantes fueron exhibidos como ahora de manera pública, acusándolo de traiciones y componendas.

Es fundamental que en el escenario aparezcan otro tipo de actores, que comencemos a ver caminos que no lleven sólo al pleito y voces que llamen al diálogo. La lucha del gobernador con sus adversarios parece definida hacia la destrucción del rival y ello, además de imposible, no sirve para mejorar la situación que se vive en la entidad. Los problemas de inseguridad, de violencia, de corrupción y de derechos humanos no se resolverán con la salida de una sola persona.

La tensión en el conflicto social de Morelos está alcanzando niveles peligrosos. Ya hubo hachos de violencia y hay señales que advierten próximos actos de represión o de resistencia social no pacífica. Los argumentos de unos y otros no se escuchan y lo único que sobresale son los gritos en los que ambos bandos se acusan de todo lo malo que pasa en Morelos.

Graco está enterrando su futuro político con este conflicto; el rector ha puesto en la mesa la continuidad de su proyecto y muchos grupos exigen la destitución del gobernador. Una voz legislativa, Matías Nazario, ha propuesto una salida salomónica: que se vayan los dos.

La pregunta en este momento es una: habiendo tantas cabezas pensantes de uno y otro lado ¿No es posible que alguna de ellas encuentre un camino de solución sin sangre de por medio?

  • posdata

Por decisión propia los diputados de Morelos se convirtieron en los defensores de las causas del gobernador. Por decisión propia este congreso asumió como personal una batalla que no le correspondía y estuvo de acuerdo en poner la imagen y capital político de sus integrantes al servicio de un hombre que se ha ganado el desprecio generalizado de la gente.

Fue por decisión personal (algunos dicen que por dinero) que esta legislatura hizo de lado su esencia de representación popular para asumirse como el ministerio público de un poder que insiste en lastimar a la gente y pelear con todos. Hoy los diputados sufren una ofensiva popular como nunca antes en su historia y muchos de ellos saben que su futuro político está acabado.

Reiteradamente desde hace un par de meses el congreso a través de sus representantes ha hecho el trabajo que corresponde al ejecutivo: asumen posturas que deberían tomar los funcionarios y defienden causas que tendría que validar el gobernador. Basta ver las caras de los legisladores en las ruedas de prensa para percibir el desánimo que existe y la incomodidad de quienes tienen que cumplir con ese ingrato rol.

El congreso compró un pleito personal con el rector, lo acusan de corrupto, afirman que no habrá impunidad y piden que se separe del cargo. Puede ser que el rector sea el pillo que los legisladores aseguran y quizá su futuro sea la cárcel, pero aún en ese escenario ¿Por qué el congreso tiene que ser el persecutor? Lo mismo pasa con los transportistas: los diputados están pagando el costo social de una ley que interesa al ejecutivo, pero que defiende el parlamento.

La imagen de los congresos en México es de las más lastimadas ante la opinión pública, sus integrantes son sinónimo de corrupción y los partidos están en el peor momento de su historia. ¿Por qué meterse a un tema que no les corresponde? ¿Por qué no dejar que sea la ASF quien señale y sancione? ¿Por qué no pedir al ejecutivo que sean sus funcionarios quienes defiendan sus causas? ¿Por qué no legislar para que las pillerías no se cometan más? ¿Por qué convertirse en el protagonista de una lucha de poder que mediáticamente cuesta mucho a los diputados y en ningún escenario les brindará un solo aplauso? Pero sobre todo ¿Por qué jugar el papel que quiere Graco Ramírez?

Veámoslo de manera pragmática: desde que el congreso compro la lucha del tabasqueño, el deterioro de la imagen de los diputados creció exponencialmente. Cuando la gente comenzó a ligar al legislativo con el gobernador, el desprecio social hacia los representantes populares creció de forma alarmante. ¿Qué ganarán (además de dinero, quizá) por prestarse a un papel así? ¿Qué ganan si al final destituyen o encarcelan al rector? ¿A poco piensan que en ese escenario la gente les aplaudirá y los vera mejor que ahora?

Convertirse en el brazo operador del gobernador fue un gravísimo error estratégico del congreso. Los diputados pudieron ser una válvula de escape social, el espacio de interlocución que llame al diálogo y la conciliación o hasta los cazadores de pillos (como el rector) pero no bajo la sombra de Graco.

Hoy el trabajo de muchos años de varios legisladores se ha ido al piso.

  • nota

El duelo de estrategias entre el gobierno de Graco Ramírez y sus opositores camina por varias vías. Unos y otros se lanzan acusaciones, se descalifican, se ofenden, se agreden y en algunos casos difunden rumores.

Del lado oficial hay un intento desesperado por tratar de mejorar la imagen de Graco, tratan de hacerlo ver honesto difunden entrevistas a modo, información que le favorece y atacan al rival. Lo primero no ha rendido frutos: los esfuerzos por mejorar la imagen del perredista han sido infructuosos porque a pesar de lo intenso de los mensajes, en el imaginario colectivo la figura del tabasqueño es repudiada, provoca desconfianza y en algunos casos genera odio.

En lo segundo el resultado ha sido mejor: los ataques contra el rector y la pobre estrategia de comunicación universitaria ha dado frutos: la credibilidad del rector ha bajado, ya existen dudas sobre su probidad y algunos ponen en duda la honestidad de su cruzada.

La batalla es intensa en las calles, en los medios y en las redes sociales; unos y otros lanzan acusaciones muy duras, utilizan las unidades del transporte público para descalificarse, toman calles, usan la policía y difunden rumores que buscan lesionar la credibilidad del rival.

En ambos casos hay resultados: unos y otros están lastimados, se ven mal, generan desconfianza y provocan enojo. El enfrentamiento entre el gobierno y el FAM es brutal y no da espacio para la conciliación: el gobernador pide diálogo con los universitarios, pero ataca al rector; el FAM pide diálogo, pero insiste en la destitución de Graco Ramírez.

No hay manera de que esta historia salga bien por el rumbo que siguen las cosas. Pareciera que unos y otros han decidido que esta batalla sólo terminará con la caída de uno de los protagonistas (el gobernador o el rector) sin tomar en cuenta que ello no va a resolver los problemas que actualmente tenemos en Morelos.

Más claro: la salida de Graco ya no es la solución a los problemas, el grado de descomposición estatal es tan grande que la expulsión de una sola persona no solucionará las crisis que enfrenta nuestra entidad. Lo mismo ocurre en el caso contrario: si se va el rector, la lucha del FAM continuará y las posturas se pueden radicalizar; Vera es la figura más llamativa del Frente, pero no representa a todo el frente. Es más: la postura del FAM no se ha radicalizado precisamente porque Alejandro Vera es el titular de la universidad.

En la estrategia de ambos bandos falta un elemento clave: conciliación. Es impensable que un plan sea exitoso si no incluye en su esquema una salida dialogada.

El matar o morir no es una medida efectiva.

  • post it

Las tres cartas:

Un asesor político le dio un día a un gobernante tres cartas que él debería abrir sucesivamente si las cosas le iban mal.

Así sucedió, con lo que el mandatario se enfrentó a la primera misiva. El mensaje esa escueto, pero rotundo. Decía: «Échale las culpas a tu predecesor».

Aquello surtió efecto durante algún tiempo, pero no fue suficiente para resolver los problemas, por lo que nuestro gobernante tuvo que abrir la segunda carta. Esta rezaba: «Échale la culpa a la crisis general; di que es tan intensa que a pesar de las acertadas medidas que tomas para enfrentarla, las soluciones aún tardarán en llegar».

Así lo hizo con fortuna desigual porque el argumento convenció a los convencidos y no satisfizo a los detractores que criticaron su reacción tardía y el desacierto de sus decisiones.

El gobernante no tuvo más remedio, entonces, que rasgar la tercera carta que lacónica sentenciaba: «Vete escribiendo las tres cartas»

  • redes sociales

El viernes pasado estuvo en Morelos Luis Maldonado, presidente de la Comisión de Vigilancia del Congreso de la Unión; se reunió con los integrantes de la Junta Política del Congreso de Morelos.

Junto con el diputado federal estuvo el Secretario Técnico de la ASF, el doctor Alejandro Romero Gudiño, Director General de Auditoría Federal para entidades públicas, el Fiscal de Morelos y el Auditor local.

En la reunión el legislador federal presentó a sus homólogos locales el resultado final de la auditoría 2013 hecha a la UAEM, en donde se confirma un desvío de recursos por más de 700 millones de pesos; dijo que hay responsabilidades para funcionarios de la universidad y también de la Sedesol.

Comentarios para una columna lluviosa: eolopacheco@elregional.com.mx

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