Actualizado: 2:33 (GMT-3)
Escrutado: 98,51%
Participación: 77,65%
29,98%
7.884.336
Javier Milei
LLALa Libertad Avanza
36,68%
9.645.983
Sergio Massa
UPUnión por la Patria
23,83%
6.267.152
Patricia Bullrich
JxCJuntos por el Cambio
6,78%
1.784.315
Juan Schiaretti
HpNPHacemos Por Nuestro País
2,7%
709.932
Myriam Bregman
FIT-IFrente de Izquierda y de Trabajadores - Unidad
Votos nulos: 0,81% - 224.864
Votos en blanco: 2,04% - 554.161
El peronismo está vivo. Contra todo pronóstico, Sergio Massa ha ganado este domingo la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina. Con el 36,6% de los votos, puso un freno al tsunami de la ultraderecha. Javier Milei, el fenómeno político que irrumpió en la política argentina dispuesto a romperlo todo con una motosierra, sumó el 30%. Ambos se verán las caras el 19 de noviembre en una segunda vuelta. Los resultados de esta primera vuelta ocultan una frustración y un milagro. La frustración la protagonizó Milei, que esperaba un triunfo que lo dejase a las puertas de la Casa Rosada. El milagro lo materializó Massa, que como ministro de Economía hizo campaña ofreciendo datos aterradores: 140% de inflación, 40% de pobres y el Banco Central con reservas en rojo. Al final del día, el voto del miedo promovido por Massa venció al voto de la furia de Milei. En el camino quedó Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, la alianza que en 2015 llevó a la Casa Rosada a Mauricio Macri. La exministra de Seguridad quedó en tercer lugar, con el 23,8% de los votos, y fuera de la carrera definitiva. La derrota tiene dimensiones épicas. La derecha tradicional no vio venir a Milei, perdió la bandera del cambio y se enfrenta ahora a un doloroso proceso de descomposición.
Massa había quedado tercero en las elecciones primarias obligatorias celebradas en agosto, detrás de Milei y Bullrich. La explicación de la remontada hay que buscarla en la provincia de Buenos Aires, con especial atención en eso que en Argentina llaman el conurbano, los distritos que rodean la capital. Allí se concentra el 24% del censo nacional y fue allí donde el peronismo achicó, voto a voto, la diferencia con sus rivales. El conurbano es el más populoso del país y también el más pobre. El peronismo nació en esas barriadas proletarias hace 80 años y desde entonces ha arrasado en las urnas. Milei pareció cuestionar esta hegemonía, incluso prometiendo que acabaría con los planes sociales, la educación y la salud pública y echaría a la calle a decenas de miles de empleados del Estado.
Este domingo, la ola cambió de signo y el peronismo recuperó el aire. El gobernador de la provincia, Axel Kicillof, cercano al kirchnerismo, obtuvo la reelección con el 44,9% en un distrito sin segunda vuelta y le dio a Massa los votos necesarios para meterse en la pelea por la presidencia. El peronismo se hizo fuerte donde debía y sumó más de 2,5 millones de votos entre las primarias de agosto y la primera vuelta de este domingo.
El lunes se iniciará la pelea de los candidatos por los votos de Juntos por el Cambio. Tanto Massa como Milei tienen posibilidades de pescar apoyos en ese espacio heterogéneo que es la alianza macrista. La mayor parte del votante de Bullrich es profundamente antiperonista y nunca votaría por Massa o cualquier otro dirigente de ese espacio. Parte de ese electorado irá a Milei; los que no quieran votarlo seguramente optarán por quedarse en su casa.
Milei tendió en la noche del domingo puentes hacia ese sector, con quien mantuvo agrias disputas durante la campaña. “Vengo a dar por terminado el proceso de ataques y hacer tabula rasa para terminar con el kirchnerismo. Más allá de nuestras diferencias, tenemos que entender que enfrente tenemos una organización criminal, el kirchnerismo es lo peor que le ha pasado a Argentina”, dijo. Bullrich ya había anticipado que si el objetivo es terminar con el Gobierno peronista, está dispuesta para la batalla. “Nunca vamos a ser cómplices del populismo en la Argentina, ni de las mafias que destruyeron este país”, disparó frente a sus seguidores.
Las posibilidades de Massa crecen, en tanto, entre los cambiemitas (aquellos que respaldaron la coalición Cambiemos, que llevó a Mauricio Macri a la presidencia), que en las primarias apostaron por el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. Es ese un votante más cercano a la socialdemocracia que está dispuesto a sacrificar su antiperonismo si ve en Milei un peligro institucional. Massa tendrá también aliados entre los radicales que integran Juntos por el Cambio. “Quiero hablarles a esos miles de radicales que comparten con nosotros valores democráticos como la educación pública y la independencia de poderes. Voy a hacer el mayor de los esfuerzos en los próximos 30 días para ganarme su confianza”, les dijo en la noche electoral.
No sería la primera vez que la Unión Cívica Radical, el partido centenario de los expresidentes Raúl Alfonsín (1983-1989) y Fernando de la Rúa (1999-2001), teja algún tipo de alianza con el peronismo. Buena parte de los 650.000 votos de la izquierda tradicional, que presentó a Myriam Bregman como candidata, también irán a parar al peronista. Queda una tarta de casi dos millones de votos obtenidos por el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, un peronista conservador profundamente antikirchnerista. Es de esperar que la mayor parte de esos votantes se vayan con Milei.
Milei tendrá que rebajar su discurso
Milei tendrá por delante el desafío de ablandar su imagen. Durante la campaña disparó sin compasión contra el peronismo, pero también contra lo que sin distinciones llamó “la casta política”. Ahí metía en un mismo saco a políticos de todos los partidos, a los que acusaba de vivir del robo. Incluso su principal bandera de campaña, la dolarización de la economía para terminar con la inflación, ya no levanta el mismo entusiasmo entre los economistas que lo acompañan, muchos de ellos rescatados de los viejos equipos que en los noventa diseñaron la convertibilidad del peso con el dólar impulsada por Carlos Menem (1989-1999). Milei ya no habla de aprobar la venta de órganos y niños, pero sí de legalizar la portación de armas.
Tampoco lo tendrá fácil Massa, al frente de una gestión económica que hace agua por todos los sitios. La inflación está disparada sin remedio y el peso no vale nada. Los argentinos que pueden hacerlo huyen hacia el dólar, el bien más escaso de la economía del país sudamericano. Massa recibió esta semana el auxilio de China, que puso a disposición 6.500 millones de dólares que el ministro-candidato podrá usar para mantener con vida su gestión, al menos hasta la segunda vuelta. Puede, con todo, darse por satisfecho: el resultado electoral que obtuvo este domingo suena a milagro.