SAPAC
Pasan los días y sólo los implicados saben quién ordena, manda, determina, en el Sistema de Agua Potable de Cuernavaca, el tan de moda SAPAC, y al desaseo natural de la administración municipal en estos ocho meses, a la escasez de experiencia del alcalde Cuauhtémoc Bravo, al anunciado problema por un contrato como si gobernar fuese un partido de pago por evento, con aficionados emocionados enarbolando banderolas y lanzando consignas, pero sobre todas estas cosas la abierta ambición de un par de hermanos, Julio y Roberto Yáñez, que confundidos en la “gran victoria” creyeron que el Ayuntamiento, sus bienes, la ciudad entera y sus habitantes, eran su propiedad y harían lo que gustaran.
Será tema aparte la reacción de Blanco y quienes lo auxilien en su trifulca de lodo con Los Yáñez, en tanto un botón de muestra del conjunto de incapacidades, errores y ambiciones lo es el Sapac. Existe una Junta de Gobierno conformada por ciudadanos y autoridades incluidos regidores, que suponemos es el órgano rector de cuanto suceda esa institución, que regula sus actividades y cuenta con capacidad en la toma de decisiones. Existe hace tiempo pero hasta ahora conocemos que algo hacen, entre ello nombrar al director del sistema del agua. Lo hacen con José casas, un morelense parte de una familia de gran raigambre y con experiencia a pesar de su juventud madura en la administración pública.
Paralelamente existe un encargado del despacho designado por el presidente Blanco, un joven apellidado Pérez Cruz o algo así. En una palabra hay dos directores, dos personajes nombrados de manera oficial y dos frentes que los colocaron ahí. Se multiplican los rumores o presuntos hechos, como la desviación de alrededor 50 millones de pesos por parte de Roberto Yáñez Moreno vía un señor de apellido italiano que, en momentos de alegría entre libaciones, gritaba que “había comprado la concesión”, algo similar al ex secretario de Obras, Jorge Sánchez Becerril, que reclamaba a Yáñez y su padre el regreso de la suma entregada para hacerse cargo de esa “productiva” oficina, o en Desarrollo Sustentable, donde Roberto y Julio Yáñez montaron gente de su equipo y operaron la salida de Juan José Alcalá Ortega, dejando encargado de la oficina a un sujeto con problemas de justicia con los norteamericanos.
En fin, un chiquero. Esos primeros cuatro o cinco meses, Cuauhtémoc Blanco no sabía dónde estaba acomodado ni porque se le ocurrió aceptar el contrato de los hermanos Yáñez. Entraron razones y aparecieron estrategias que avisaban que el exfutbolista tomaría los riesgos de echar a los hermanos aun a costos altos, como lo que revisan en la oficina federal electoral. En “su Atlas de Riesgos”, junto con ello venían las campañas informativas que incluían a su representante y secretario técnico del gabinete municipal, José Manuel Sanz Rivera, quien ha cargado en sus hombros la tarea, honor o estigma de echar a los que saquearon en un semestre el ayuntamiento.
Toda esta novela de la vida real retrata la falta de compromiso de todos estos actores por Cuernavaca y su falta de identidad y sentido de pertenencia. Unos lo conocen, se han criado aquí, y otros apenas de visita, pero nunca con algo que les doliera, un pedazo de tierra, un ancestro enterrado, una historia, un esfuerzo. Nada. Sin embargo, en este breve transcurso de gobierno municipal, como nunca se ha visto de todo, poco bueno que sacar, la casa está revuelta y se nota que Cuauhtémoc y su equipo, algo a favor quieren hacer no obstante que tienen que atender sus propios problemas legales para poder hacer para lo que lo eligieron: gobernar.
Parte de ello, claro, era sacudirse a los hermanos Yáñez, con quienes originalmente se coludió en lo que sería un contrato comercial y en ninguna cláusula estaba que la prioridad era el bien común de los cuernavacenses. No estaba en sus planes esta posibilidad y hoy enfrentan la dura realidad. Dirán que existe el tiempo para enmendar, si, ha sido un semestre totalmente perdido, dos meses posteriores de ceses, correderas y litigios, y ningún momento de atención a la ciudadanía. Es una verdad difícil de ocultar. El gran crédito social y popular de Cuauhtémoc Blanco ha sufrido una merma durísima. Los hermanos Julio y Roberto Yáñez, social y políticamente, han dejado de existir y solo se mueven, aletean, golpean y siembran la duda enterrados en el fango -porque en todas sus acusaciones están implicados, sorprendentemente-. ¿Y a Cuernavaca, qué? Nunca fue su tema…
En asunto del SAPAC lo tendrán que explicar con detalle. No pueden estar dos directores, demasiado con la riña mediática y jurídica Yáñez vs Blanco y Sanz (por cierto, Denisse Maerker hizo su chamba informativamente, era nota lo que tenía sobre Cuauhtémoc, pero demasiado benevolente con los Yáñez, que son parte del problema y de los delitos). Existe la necesidad de saber cómo y con quiénes opera el sistema del agua potable, si existe una autoridad sobre el director, si el presidente municipal está facultado para decidir. O qué.
No hacerlo implica que lo que es ya una pelea entre dos bandos, se agudice y la impunidad aparezca. Porque los Yáñez tienen que regresar lo que presuntamente se quedaron, ellos deben pagar la venta de “plazas” como secretarías y direcciones. Igual Cuauhtémoc debe ser contundente en el tema del contrato que apareció por todos lados. Lo de su firma es un ingrediente. El tema es de fondo. Y la verdadera necesidad es que asistan a Cuernavaca.
Y si no pueden que den aviso a quienes corresponda…
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