Algún día todo esto habrá sido una pesadilla. Ya lo es.
Florestán
No he podido entender cuál ha sido la estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador ante el devastador desastre, aún inconmensurable, de Acapulco, donde todavía no podemos dimensionar el impacto del huracán Otis ni sus consecuencias.
El meteoro pegó en el puerto antes de la 1 de la mañana del miércoles y antier, en su cotidiana reunión de seguridad a las 06:00, debió recibir un primer reporte que reconoció en la mañanera fue insuficiente, al decir que no tenía información.
Dijo que podría ir al puerto y a las 11 salió en una camioneta negra, sin informar nada, hacia Acapulco, por carretera, cuando de lo poco que se sabía es que no había acceso terrestre.
Lo siguiente que conocimos es que quedó atrapado cerca de Chilpancingo, donde lo esperaban los integrantes de gabinete de seguridad y ahí decidió continuar por la carretera federal, a pesar que el desborde del río Papagayo la había rebasado.
Luego vendría el segundo video, bajándose de la camioneta negra para abordar un jeep militar que a los pocos metros quedó atrapado en el lodo. La fotografía del momento, con soldados en el cofre y otros atrás tratando de hacer palanca con un tronco, retrató todo: el comandante supremo de las fuerzas armadas hundido en el fango en medio de la nada.
De ahí subieron otro donde aparecía caminando y luego un cuarto en una camioneta estaquitas, con él en la cabina y su gabinete de seguridad en las redilas. El último fue una imagen fugaz, en la oscuridad, tras una rápida reunión en la base naval para tomar un helicóptero y regresar a su palacio. Ayer, la mañanera, reconoció que esa misma noche le habían reportado 18 muertos, que se guardó en secreto, y reveló que ya eran 27 y cuatro desaparecidos.
En medio de la tragedia cometió un pecado de vanidad: presumir que seguía siendo el segundo jefe de gobierno más popular del mundo.
Y me preguntó, le pregunto y me respondo: ¿no podía su vanidad haber esperado al próximo jueves, para separar vanidad de tragedia?
No. No pudo.
Y ahora le vuelvo a preguntar: ¿En qué benefició a los cientos de miles de damnificados y a usted mismo presumir ese rating?
No lo entiendo, pero lo hizo.
RETALES
1. GAS. El gobierno anunció ayer que tiene 23 millones de litros de gasolina de reserva en Acapulco. El problema es que las gasolineras, por falta de luz, no pueden surtir. Así su mundo kafkiano;
2. AUSENCIA. López Obrador citó a una reunión el lunes con empresarios de Acapulco y autoridades hacendarias para atender el desastre. Pero no asistirá; y
3. SILENCIOS. La información en estos casos es vital y en este desastre no ha fluido. ¿Sería muy difícil que el gobierno designara un vocero y no tener que esperar a la mañanera para oír la versión presidencial? En ello le irán los costos políticos.
Nos vemos el martes, pero en privado