Acapulco y Pemex: que Dios nos agarre confesados
Cuando se presentan necesidades extraordinarias de recursos, como las que van a derivar del desastre de Acapulco, es obligada la reflexión respecto a las asignaciones que estamos haciendo de los recursos públicos con los que cuenta el país.
Es positiva la noticia de que contemos aún con los recursos presupuestales del Fonden o que haya un seguro para desastres naturales que habrá de activarse.
Pero, como ayer le comentamos, eso apenas alcanzará para hacerle frente a las primeras semanas de la emergencia.
Se trata de un desastre de proporciones inusitadas, que rebasa todos los parámetros.
También es positivo que las autoridades financieras del país junto con el sistema bancario hayan dado ya facilidades de pago hasta por los próximos seis meses para los acreditados de Acapulco que debían hacer pagos a sus créditos.
Todo suma.
Pero hace falta mucho más, incluso mucho más de lo que la sociedad civil pueda aportar a través de donaciones, o incluso más de lo que los empresarios que operan en el puerto pueden desembolsar.
Esperemos que en el curso de los próximos días ya tengamos una idea más precisa del volumen de recursos públicos que habrá que asignar, pues ello deberá reflejarse en el Presupuesto de Egresos para 2024 que deberá ser aprobado a más tardar el 15 de noviembre por la Cámara de Diputados.
En este contexto, fue muy mala noticia el resultado financiero de Pemex en el tercer trimestre del año, el cual se dio a conocer la semana pasada.
La pérdida reportada por la empresa petrolera para el periodo fue de 79 mil 134 millones de pesos.
Un factor relevante en la generación de ésta fue el impacto cambiario que generó pérdidas por casi 48 mil millones de pesos.
En el curso de los primeros nueve meses del año, Pemex aún registra una utilidad acumulada de 3 mil millones de pesos.
El problema central, y es lo que conecta este asunto con el caso de Acapulco es que, entre enero y septiembre del año, las aportaciones de capital que tuvo que hacer el gobierno federal a la petrolera ascendieron a 102 mil 700 millones de pesos y en los mercados bursátiles ya se dio a conocer una aportación adicional que será registrada en el cuarto trimestre, por 55 mil 900 millones de pesos.
Si ya no hubiera apoyos adicionales, el monto de este año sería de 158 mil 600 millones de pesos.
Para el 2024, el Presupuesto prevé el otorgamiento de otro apoyo por 170 mil millones de pesos.
Considerando descuentos fiscales y otro tipo de apoyos, es probable que la transferencia efectiva o tácita de recursos a la petrolera sea del orden de 1.5 billones de pesos al término de la actual administración.
El problema de fondo es que tal volumen de recursos no logró cambiar en lo fundamental la trayectoria de la producción petrolera, que en los primeros nueve meses de este año promedio 1.6 millones de barriles (crudo sin líquidos del gas extraídos por Pemex y sus socios), 12 por ciento menos de lo que se producía al principio del sexenio.
Como aquí le hemos comentado una y otra vez, el modelo operativo y de negocio de Pemex no es viable y acabará por conducir a la degradación de la deuda soberana del país si no se modifica.
Si, en condiciones normales, no sería aceptable tener una empresa que requiere ese volumen de transferencias sin producir resultados positivos, en una condición como la que hoy se vive, con la extraordinaria necesidad de recursos para la reconstrucción de Acapulco, hay un dilema crítico.
El problema es que me parece que el gobierno insistirá en que ‘la situación de Acapulco no es tan grave’ como se piensa y si ese es el diagnóstico, poco cambiará o nada en el Presupuesto de Egresos que debe aprobarse en un par de semanas.
Como dirían las abuelitas: que Dios nos agarre confesados.