Autoridades municipales otorgan permiso para la creación de conjuntos habitacionales en zonas boscosas
La expansión urbana, que se materializa día a día en fraccionamientos y unidades habitacionales nuevas, se asoma como una amenaza contra la biodiversidad de especies, cuyo rescate plantea un reto adverso para los ambientalistas.
De acuerdo con Enrique Anzures Carrillo, de la Dirección de Uso y Manejo Sustentable de la Comisión Estatal de Biodiversidad (Coesbio), adscrita a la Secretaría de Desarrollo Sustentable (SDS), la destrucción de áreas verdes es un fenómeno que ha ocurrido en una aparente complicidad entre autoridades locales y los desarrolladores urbanos. En Cuautla, las autoridades estatales han denunciado, en varias ocasiones, la falta de acciones contundentes para evitar los daños que los asentamientos irregulares han causado en el área natural protegida del río Cuautla, decretada así desde 1993:
"El decreto es claro, es una zona natural protegida a nivel estatal, pero el ayuntamiento otorga permisos de construcción, drenaje...", dice Anzures, quien lamenta la rapidez con que los servicios públicos se instalan una vez que se autoriza una construcción, dando forma a una "bola de nieve" de destrucción ecológica.
Fraccionamientos que devastan el ecosistema
Hasta hace unas décadas, el cerro La Piaña, en el municipio de Ayala, era conocido por ser el lugar en el que Pablo Torres Burgos, iniciador del movimiento maderista en Morelos y quien junto a Emiliano Zapata planeó el levantamiento armado contra Porfirio Díaz, fue capturado por las tropas federales para posteriormente ser asesinado. Aún hoy, subir el cerro es una experiencia mística que devela un paisaje que se niega a transformarse con el tiempo, pero que la fuerza humana y la fuerza de las máquinas pesadas ha convertido en un fraccionamiento.
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Al caer la tarde, las retroexcavadoras bajan del cerro con la misión cumplida: abrir nuevos caminos entre los árboles para la construcción de nuevos departamentos. Por la orilla, los troncos y las ramas yacen en el suelo como cadáveres que nadie ha venido a reclamar. Aunque el cerro La Piaña no está ubicado en un área natural protegida, nadie puede negar el daño que ha causado la construcción de este complejo a la naturaleza primigenia del lugar, caracterizada por árboles de copas altas e insectos de gran tamaño:
"Definitivamente, hay un impacto ambiental, pero ya tiene rato que dieron esos permisos. Las autoridades deberían implementar medidas, que no son preventivas, sino de resarcimiento, de acuerdo con el reglamento de ecología del municipio, para reforestar los árboles que talan", dice Manuel Martín Torres, Director del Área Natural Protegida del Río Cuautla.
La falta de un marco legal robusto y su aplicación efectiva en los ayuntamientos destaca como un talón de Aquiles en las acciones encaminadas a la conservación de las áreas naturales. De acuerdo con Manuel Torres, muchos de los reglamentos de ecología no están aprobados o publicados, lo que representa un vacío legal que se traduce en terreno fértil para la expansión urbana sin restricciones.
Cuautla sigue siendo uno de los ejemplos más notables para ilustrar la pérdida de áreas naturales mientras la expansión urbana avanza. No sólo en el río, sino también en otras zonas, como el pueblo de Santa Inés:
"Hay varios casos. Tenemos Casas Geo, en Santa Inés, donde había tierras de primera e incluso se les complicó mucho construir debido a la cantidad de agua que hay ahí. En realidad, casi todos los fraccionamientos han violado los reglamentos", asegura Torres.
La defensa
Aunque pequeño en extensión, Morelos cuenta con varios espacios naturales protegidos, los cuales constituyen una línea de defensa frente al crecimiento demográfico y los daños que trae consigo la actividad humana al hábitat de otras especies. Se trata de seis áreas naturales que resguardan la biodiversidad local y exhiben una muestra del patrimonio natural y cultural de la región: la Sierra Montenegro, El Texcal, Cerro de la Tortuga, Las Estacas, Barranca Chapultepec y el Río Cuautla.
Entre los refugios naturales más emblemáticos se encuentra la Sierra Montenegro, una extensión de selva que se despliega a lo largo de casi ocho mil hectáreas, y que destaca por ser una de las regiones mejor conservadas de la selva baja caducifolia en el estado, aunque con invasiones territoriales y la caza clandestina como algunos de los problemas que siguen sin resolverse. Con todo, este reducto sigue jugando un papel importante como zona de recarga de los mantos acuíferos, al ser fuente de varios manantiales que nutren la tierra y la vida.
En Jiutepec, el parque estatal El Texcal es un corredor biológico que facilita el flujo genético entre las comunidades de plantas y animales que lo habitan. Esta zona verde es una muestra del alcance que pueden tener las acciones encaminadas a la preservación de nuestras áreas naturales, ya que, después de haber estado invadida por más de 20 años, las autoridades lograron recuperar 70 hectáreas de invasiones y asentamientos humanos irregulares. De acuerdo con la SDS, la preservación de El Texcal "garantiza la calidad de agua potable de la Laguna de Hueyapan, que abastece a mas de 40 mil morelenses".